“Gobernar es tomar decisiones y entre dejar salir un poco más de reservas o cortarle el gas y la luz a los argentinos, nuestra decisión fue soltar un poquito de reservas para garantizar la calefacción en casa, la computadora funcionando, las máquinas de nuestras empresas funcionando”, aseguró este miércoles el ministro de Economía, Sergio Massa, al intentar justificar la cuenta millonaria que se viene destinando al pago de las importaciones de energía, con el consiguiente impacto en las reservas del Banco Central.
“Creíamos que era importante que ese ritmo de crecimiento de la Argentina no se detuviera. Que ese ritmo de generación de empleo que nos muestra que todos los meses 25 mil argentinos más entran al mercado de trabajo no se detenga”, agregó Massa en la localidad bonaerense de Salliqueló donde se firmaron los contratos para avanzar con la obra civil del Gasoducto Néstor Kirchner.
A medida que la pandemia de covid-19 fue quedando atrás los precios de la energía comenzaron a subir y la situación se aceleró todavía más en febrero de este año cuando Rusia invadió Ucrania. Frente a ese escenario, numerosos países comenzaron a aplicar restricciones al consumo de energía y reforzaron las campañas para que la población modere su consumo. Sin embargo, el gobierno argentino no tomó ninguna de las medidas ya que no cortó el gas ni siquiera a las industrias y tampoco inició ninguna campaña de concientización para tratar de que la demanda se modere. De hecho, el consumo de gas en los hogares trepó 12,5 por ciento interanual en el primer semestre y el de la luz un 6,4 por ciento.
La consecuencia fue una disparada de las compras de combustible al exterior. En los primeros siete meses del año suman 8800 millones de dólares y la consultora Economía y Energía estimó que podrían trepar a 13.500 millones frente a los 5843 millones registrados en 2021. Este es el dato Central que explica porque el Banco Central ha venido perdiendo reservas.