¿Existe una imagen más expresiva sobre la soledad que la de un pescador frente al mar? El actor Rodrigo Paredes jamás había escrito una obra de teatro ni agarrado una caña, pero la reclusión de la pandemia y la tristeza de la cuarentena lo llevaron a un taller de dramaturgia que su hermana Laura dio por Zoom, y de ahí a una obra de culto en el creciente circuito de salas del Almagro off: Cazón.

Estrenada el año pasado en Espacio Callejón, después del regreso pleno de la presencialidad, ahora volvió a las carteleras, pero solo por cuatro funciones. Está los jueves de agosto a las 20.30 en la sala de Humahuaca 3759, a tres cuadras del Beckett y a cuatro del Camarín de las Musas, otros reductos del off almagrense. Rodrigo Paredes es el autor y actor de este unipersonal empujado por su propio estreno en ambos papeles, y un plantel reducido pero eficaz.

A lo largo de una hora, Rodrigo es Luis, un pescador aficionado, demasiado amateur. Encarna el anzuelo, arma la línea y tira la caña. "Poner la carnada es un arte", afirma, con razón. Luego se sienta en su reposera. Parece tranquilo. Hasta que empieza a pararse y camina alrededor de sí mismo. Cada tanto le suena el celular. Atiende, hay poca señal y se escucha mal. Está solo y le habla con profundidad al mar, que lo tiene de frente. Su frente es el público. La iluminación y las incidencias sonoras (del ringtone del teléfono al rumor del agua) ambientan el monólogo en una playa inhóspita. Gol de Paredes con asistencia de Callejón.

La pesca aparece como espacio articulador del todo y la nada dentro de la inmensidad: agua, aire y arena en los fuegos del tiempo y el azar. Luis, un personaje ambiguo y profundo, intenso y contradictorio, intenta capturar un cazón en esa ceremonia del orden y la aventura. Una combinación entre el tiro al blanco y la bolilla en la ruleta. Hay que ser preciso, y luego que la suerte nos acompañe.

La búsqueda del cazón es, al mismo tiempo, la de una serie de respuestas que están en el fondo y hay que ir a encontrar. Alejado de la ciudad, Luis le habla al mar, que es donde está el público, como si se hablara a sí mismo. Postula con autoridad y luego duda. Vuelve a recuperar la autoridad, y también la duda. A diferencia de los standups que construyen ristras de gags, este monólogo de una hora apoya su intensidad entre lo interpelado y lo disparatado. Un ejemplo que todo pescador sabrá comprender: ante las dificultades que le ofrecía el pique, el actor analiza comprarle el cazón a unos que se habían embarcado. La vieja medal of honor: pescar desde la costa o el muelle, o facilitar la tarea con un gomón.

"La verdad que de pesca no sé nada. En mi vida agarré una caña", sorprende Rodrigo Paredes. "Aunque siempre me llamó la atención el pescador en sí, ese tipo solitario que está varias horas. ¿Qué le pasa por la cabeza?. Entonces empecé a averiguar cosas sobre el mundo de la pesca, los nombres de los anzuelos, qué se usa de carnada."

Al actor y ahora dramaturgo le atrajo de la pesca "lo oculto, aquello que está en la profundidad… lo que realmente acecha: lo importante, me parece". Rodrigo había pensado inicialmente una situación con varios actores. Con el tiempo mantuvo otros personajes de incidencia, pero concentró el protagonismo en un monólogo.

Después de su primera experiencia en el universo del unipersonal y la dramaturgia, Rodrigo Paredes se cebó: quiere seguir escribiendo. Pero, antes de eso, falta Cazón. "La idea es mover la obra, tratar de ir a otros lados. Hay un mundillo muy interesante en pueblos, otras provincias. Estamos viendo. La actuación es mi pasión, nunca viví de eso y no pierdo las esperanzas. Mientras tanto, espero pero no desespero: vamos a ver si salen cosas para lo que queda del año".