La gente se come entre sí en pantalla por muchas diferentes razones. Si se mira a través del amplio rango de dramas y documentales que tocan el tema del canibalismo, se encontrarán asesinos seriales, catástrofes aéreas, víctimas de naufragios y tribus antiguas que se alimentan de carne humana por una cuestión ritual.
En este momento, el canibalismo parece estar por todas partes. Está en series televisivas del mainstream como Yellowjackets y en películas de cine arte como Raw, el debut de Julia Doucournau de 2016, y la recientemente relanzada Trouble Every Day de Claire Denis. Está en el clásico del cine de horror filmado en 1974 por Tobe Hooper El loco de la motosierra, y en The Green Inferno de Eli Roth, ambientada en Perú. Ciertos caníbales prominentes, como el bebedor de Chianti Hannibal Lecter, se han vuelto héroes de la cultura pop.
"Las historias de caníbales son un tema realmente perdurable. Vivimos en una sociedad que es hiperviolenta, en la que virtualmente cualquier forma de violencia puede ser justificada de algún modo, en alguna forma; pero el canibalismo es uno de los últimos tabúes", dice la escritora estadounidense Kea Wilson. Autora de la sagaz y sorprendentemente divertida novela de 2016 We Eat Our Own (que transcurre durante la filmación de una película de caníbales en los '70), Wilson tiene mucho para decir sobre nuestra duradera fascinación con el más morboso de los asuntos. "Normalmente no vemos a alguien siendo devorado", dice. "El canibalismo golpea en algunos impulsos primales, miedos sobre lo que constituye nuestra humanidad."
Algunas historias de caníbales son extremadamente desagradables. Entre ellas están las crudas películas de explotación, pensadas para impactar y hacer temblar al público con escenas de personajes rajados, cortados en pedazos, torturados, violados, comidos vivos. Otros, en cambio, son mucho más fáciles de apreciar y disfrutar. Por ejemplo Bones And All, nueva película del respetado director italiano Luca Guadagnino, que se estrenará este mes en el Festival Internacional de Cine de Venecia, a desarrollarse entre el 31 de agosto y el 10 de septiembre. Allí, los jóvenes caníbales en cuestión son adolescentes marginales que no pueden evitar "engullir cosas que supuestamente no son para comer", tal como son descriptos en la novela publicada en 2015 por Camille DeAngelis, una historia de "caníbales enamorados" que sirvió de base a la película.
Taylor Russell interpreta a Maren, la sensible, contradictoria protagonista que tiene el hábito de devorar a cualquiera que se acerque demasiado a ella. Timothée Chalamet es Lee, también un "comedor". Ambos salen a la carretera juntos. La película puede ser tanto una "coming of age" como un film tradicional de caníbales. Los realizadores, de todas maneras, tendrán reparos en exhibir demasiadas escenas de Chalamet disfrutando bocados humanos y tendones espeluznantes, simplemente por temor a decepcionar a los fans más devotos de los jóvenes actores. "Esta es una historia muy romántica sobre la imposibilidad del amor y, a pesar de eso, la necesidad de él. Aun en circunstancias extremas. Timmy y Taylor tienen este poder, este reluciente poder, para representar estos sentimientos universales", le dijo Guadagnino al sitio Deadline el año pasado, cuando la película empezó a filmarse.
Pero por supuesto habrá momentos de muchas salpicaduras rojas. Despus de todo, el libro empieza con una muy pequeña Maren masticando la cara de su niñera, "con toda la boca llena de sangre". El tímpano de la mujer se queda atorado entre las muelas de Maren. Guadagnino puede ser un director sensible y lírico, pero nunca fue delicado. Aun en sus momentos más erizados, Bones And All es probablemente más fácil de digerir que la larga serie de películas italianas sobre caníbales realizadas en los setenta y ochenta. La más notoria del paquete es Holocausto Caníbal (1980), de Ruggero Deodato, en la que un profesor (Robert Kerman) y sus guías mercenarios rastrean en la selva a un grupo de jóvenes documentalistas estadounidenses que se han extraviado. Los guías descubren sus cámaras y el material filmado... cerca de sus cadáveres, que han sido devorados hasta el hueso.
Esa fue una de las películas más escandalosas del momento, un "video desagradable" que fue prohibido en muchos países y vilipendiado por su racismo, crueldad animal, sexo y violencia. Luego del estreno de la película, su director fue arrestado y acusado de haber asesinado en cámara a sus actores, que misteriosamente no habían vuelto a ser vistos en público por un buen tiempo. Solo cuando aparecieron gozando de buena saluda Deodato fue liberado.
Cuarenta y dos años después, la película está disponible en Amazon Prime. El impacto y el escándalo alrededor de ella se han disipado, al menos levemente. Con el tiempo, la dimensión satírica también se ha vuelto más notoria. "El hombre parece ignorar el hecho de que en este mismo planeta todavía hay gente viviendo en la Edad de Piedra y practicando el canibalismo. Tribus primitivas aisladas en un ambiente hostil y despiadado en el que la ley que prevalece es la de la supervivencia del más apto", señala un comentario al comienzo de la película. Estas palabras, de todos modos, aparecen sobre imágenes de New York, no el "infierno verde" de la jungla amazónica en la que se desarrollan los eventos de Holocausto caníbal.
El concepto de "material encontrado" fue una clara influencia de producciones posteriores como El proyecto Blair Witch. Holocausto caníbal tiene el mismo encanto fantasmal de una atracción de feria. Si se ve una calavera, está destinada a que aparezcan gusanos saliendo por sus agujeros oculares. Algo de ella, sin emargo, sigue siendo fuertemente repulsivo. Aun sus más ardientes apologistas tendrán problemas para justificar la escena de una tortuga siendo masacrada, o los abundantes momentos gráficos de violencia sexual.
La película termina con el profesor caminando en las calles de New York, tras sentarse a ver el horrible material filmado en la jungla. "Me pregunto quiénes son los verdaderos caníbales", murmura mientras enciende su pipa y contempla las fechorías de los realizadores blancos que acaba de ver comportándose como conquistadores con cámaras. Toda la película es una exhibición de atrocidades, y aún así el director intenta distanciarse de la carnicería que él mismo tomó como un placer fetichista para exhibir a los demás. En términos de películas caníbales, es pura hipocresía; un caso de tener las propias tripas a mano para comérselas.
Así de escandaloso es cada tramo de Emanuelle and the Last Cannibals (1977), de Joe D'Amato, un híbrido entre película de sexo y horror. Laura Gemser interpreta a una periodista de investigación que se aventura en lo profundo de la jungla amazónica con un antropólogo y algunos misioneros que están buscando a una tribu perdida de caníbales. D'Amato combina el porno blando con tácticas de choque que involucran a un montón de serpientes y cadáveres. Y muchas dosis de vómito y gritos.
La industria cinematográfica italiana abrazó el canibalismo con mucho gusto. "Fue un caso negocios, puro y simple. El objetivo era un puñado de liras", dice Jay Slater, autor del influyente estudio de 2002 Eaten Alive: Italian Cannibal and Zombie Movies. Parte del disfrute, sugiere, era también enfurecer a los censores y alimentar el apetito del público por el horror corporal extremo. Slater reflexiona con nostalgia sobre Anthropophagus (1980), de Aristide Massaccesi, en el que "el asesino no solo mete su mano dentro de la vagina de una mujer con un avanzado embarazo, sino que agarra con entusiasmo al feto (un conejo pelado cubierto con tiras de panceta). Molestó hasta a los más resistentes".
Extrañamente, y Anthropophagus no es el único caso, estas películas no presentan muchas escenas de canibalismo. Puede haber penes cortados y lonjas de muslos, pero el consumo de carne viva se mantiene en el mínimo, posiblemente porque es bastante confuso y lúgubre ver a humanos comiéndose unos a otros.
Es intrigante contrastar el acercamiento extravagantemente sangriento de las películas de terror italianas con el abordaje más medido de ¡Viven! (1993), de Frank Marshall, basada en la historia real del avión que transportaba a un equipo uruguayo de rugby y que se estrelló en los Andes en 1972. En este caso no hubo una sensacionalización del canibalismo. La escena en la que los sobrevivientes cortan los cuerpos de camaradas fallecidos se presenta de un modo sombrío, casi como un rito religioso. "Si hacemos esto nunca seremos los mismos", observa un hombre. "Es como una comunión", agrega otro. "De su muerte nosotros viviremos... la gente entenderá". Marshall, cuya película fue adaptada de un libro de 1974 de Piers Paul Read, pone el énfasis en el coraje y la resiliencia de sus protagonistas, no en su dieta.
La misma historia fue contada en otras películas. El espeluznante thriller mexicano Sobreviven (1976) hizo un abordaje mucho más crudo, de poca cultura. "La más impactante historia de supervivencia humana alguna vez filmada... puede ser demasiado intensa para jóvenes adolescentes", advertía el trailer. Más sutil y reflexivo fue el documental de Gonzalo Arijon Stranded (2007), basado en recuerdos de los supervivientes. Ellos hablan con franqueza sobre el canibalismo, cómo tuvieron que cortar cuerpos con vidrios y navajas para sacar algo de músculo. Les dieron arcadas pero se forzaron a tragar. Uno de los sobrevivientes, Roberto Canessa, reconoce la paradoja. Por un lado estaban mostrando su sofisticación, su resiliencia y su voluntad de vivir; por otro, solo estaban "a un paso de convertirnos en salvajes, criaturas primitivas."
Los italianos han sido los más prolíficos proveedores de películas caníbales, pero los británicos también tienen gusto por el género. Quizá una de las mejores y más subestimadas de todas es Death Line, de 1972, ambientada en Londres y también conocida como Raw Meat ("Carne cruda"). Su director Gary Sherman era estadounidense, pero con un gusto distintivamente británico. La historia se desarrolla en buena medida alrededor de la estación de metro de Russell Square. El comedor de carne viven en la profundidad de los túneles del London Underground. Desciende de trabajadores atrapados en el sistema durante los finales de la era victoriana. Cada tanto asciende a la superficie en búsqueda de alimento humano. Donald Pleasance es un oficial de policía cascarrabias que investiga desapariciones en la estación de policía. El canibalismo es solo una pequeña parte de lo que distingue a la película. El registro inexpresivo de humor es tan fuerte como el derramamiento de sangre, y también presenta puntos interesantes sobre el conflicto de clases y la creciente tensión entre los jóvenes hippies y los representantes del viejo establishment.
Las películas de caníbales vienen bajo todo disfraz imaginable. Hay westerns, musicales, comedias, y un montón de películas de sexo caníbal. Los títulos dan pista de su absurdo. Películas como Mujeres caníbales en la selva de avocados (1989) y Caníbales y colocadores de alfombras (2018) claramente buscaron burlarse del género.
Luca Guadagnino está tratando de poner alguna distancia entre su película y los ejemplos baratos de explotación que la precedieron. Cuando se anunció que Bones and All sería exhibida en competencia en Venecia, el director italiano habló del proyecto de manera muy oblicua. "Hay algo sobre los que están privados de derechos, algo sobre personas viviendo en los márgenes de la sociedad que me atrae y me conmueve. Amo a estos personajes. El corazón de la película es tierno, y muestra afecto por ellos. Estoy interesado en los viajes emocionales", declaró. Ni una mención a la temida palabra que empieza con "c".
La reticencia de Guadagnino es fácil de comprender. Aunque las obras de Shakespeare y los mitos griegos tienen momentos en los que los personajes son engañados para comerse a sus propios hijos, los críticos de alta cultura a veces han desdeñado al canibalismo como una temática infra baja para los verdaderos artistas, mientras que las audiencias se han mareado con ella.
"Tenemos cierta aprensión a la idea del ser humano en pleno uso de sus facultades que consume a otro humano. Se siente como si perteneciera a una categoría especial, mientras que ver a un zombie destrozar la cabeza de una persona y masticarla se siente como una fantasía", dice Kea Wilson sobre el extremo recelo que muchos de nosotros aún siente ante ver a una persona comiéndose a otra en pantalla. De todas maneras, con directores tan admirados como la ganadora de la Palma de Oro 2021 Julia Docournau o Guadagnino aventurándose en territorio caníbal, el género está alcanzando un nivel de respetabilidad que hubiera sido impensable en los días de Holocausto caníbal. En ese entonces era más probable que los directores obtuvieran no una buena reseña, sino una orden de arresto.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.