Sorprende la simulada sorpresa de sus amigos y aliados de Juntos por el Cambio ante los ataques de que son objeto por parte de la Elisa Carrió. Ha sido siempre su línea, como ella misma proclama, y tal vez el hecho de que ahora la dirija a los propios es lo que conmueve. La falta de programa, de proyectos, de un conjunto de ideas organizadas para enriquecer e independizar a un país es el verdadero drama de aquéllos que aspiran a ser líderes políticos. A la Dra. Carrió, si es que alguna vez los tuvo, hacía tiempo que se le cayeron, y desde entonces chapotea en las denuncias, en ataques indiscriminados contra otros políticos o funcionarios (o muy discriminados, que comenzaban con la personalización y proseguían con la demonización), en las ideas conspirativas, en el enamoramiento y el subjetivismo infundados y arbitrarios, en la contradicción permanente. No es casual que no haya podido construir nada grande a su alrededor y que, presente o ausente ella, nada pueda construirse a partir de su legado. Mucho más que lo que le cuesta seducir, le es duro mantener los vínculos y acrecentarlos. No crea nada durable, aunque sí escuela y algunos seguidores, dispersos, con menos genio y atractivo: Laura Alonso, Fernando Iglesias, Graciela Ocaña, Sandra Pitta. A la gente, y hasta a sus propios aliados, les resulta más cómodo serle esquivos que acercársele.
Pero el problema es que si un político profesional no tiene un proyecto o un programa ¿qué tiene? La deriva permanente, que caracteriza la vida pública de Carrió. Para no hablar sino de este siglo, después de irse del radicalismo con uno de sus últimos gestos, que había sido apoyar en la interna a Fernando de la Rúa contra Rodolfo Terragno, fundó en 2002 Coalición Cívica para la Afirmación de una República Igualitaria (CC-ARI), un partido político argentino cuyo nombre original era Afirmación para una República Igualitaria (ARI), nombre que fue cambiado en octubre de 2009 cuando se produjo la fusión de distintos partidos y sectores que por ese entonces formaban la confederación Coalición Cívica, salvo el caso de Unión por Todos que siguió como partido independiente aunque modificando su logo para incluir el de la Coalición Cívica en el propio. Confundido con el movimiento Argentinos por una República de Iguales (ARI), una alianza política que había sido creada en diciembre del año 2000, de la cual se desprendió posteriormente como partido político, este se presentó a las elecciones presidenciales de 2003 con la candidatura de Carrió, obteniendo 14,05 por ciento de los votos. En las elecciones de 2007 obtuvo 23,05 por ciento, nuevamente con la candidatura de Carrió. En las elecciones de 2011 volvió a presentar a Carrió como candidata a presidenta obteniendo 1,82 por ciento.
En 2014, esta fue una de las fuerzas fundadoras del Frente Amplio UNEN, coalición que ella abandonó intempestivamente en 2015 para cofundar el frente Cambiemos, junto a la UCR y el PRO, que ganó las elecciones presidenciales llevando como candidato a Mauricio Macri e integró en ese período el oficialismo del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y los de las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Jujuy y Corrientes. En las elecciones presidenciales de 2019 se mantuvo en la alianza oficialista llamada Juntos por el Cambio, impulsando la reelección de Mauricio Macri.
Los miembros de los partidos socialistas, con Alfredo Bravo a la cabeza, que en algún tiempo fueron sus aliados, no estuvieron de acuerdo con la creación del partido ARI. Esta crisis interna se vio agravada a partir de las posiciones respectivas frente al aborto, y llevó a una ruptura de la alianza Alternativa, cuando los socialistas (PSP y PSD), presentaron un proyecto de despenalización en ciertas circunstancias, obra del diputado Rubén Giustiniani y otro importante dirigente, Mario Cafiero, al que se opusieron los sectores cercanos a Elisa Carrió; las disidencias concluyeron con la división del bloque parlamentario (que había superado los 30 diputados nacionales) y terminaron con la alianza electoral. Por su parte, los partidos Socialista Democrático, Socialista Popular y Socialista Auténtico iniciaron su propio proceso de unificación por fuera del ARI. Más o menos similar fue su contacto con otras fuerzas políticas u otros dirigentes como Margarita Stolbizer, con la que fue gobernadora de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos, o con Pino Solanas. La posibilidad de inclinarlos hacia su derecha siempre se le frustró.
Así como fue cambiando de nombres, fue cambiando también de consignas para ir llenando el vacío programático: “Contrato moral”, “Resistencia” de tipo gandhiano, “Lucha por la salvación de la República”, títulos que si no se desarrollan y explican no significan nada para sus escuchas ocasionales, salvo que esos cambios supongan y acompañen una conducta poco responsable ante la sociedad. En cuanto a sus apoyos ideológicos, se pasea con el mismo conocimiento y desparpajo del Mahatma Gandhi a Hanna Arendt, lo que le ha permitido simular una cultura política que solo está en su audaz lenguaje.
Hoy no parece necesario apelar a grandes palabras para discutir a la Dra. Elisa Carrió; ella ya ha subido suficientemente el tono a medida que descendía su nivel ideológico y argumentativo. Aunque abundante en contradicciones, en idas y vueltas, en marchas y contramarchas, hay siempre dos o tres constantes de las que no se aparta: el antiperonismo intransigente y esencial, su encarnizada defensa del “campo”, es decir de la Mesa de Enlace y de sus acciones, un pensamiento antisindical (por no decir antiobrero) y atrasado (antiabortista, católica pre-Francisco, anticubana y por ende anti-“populista”), ni una palabra sobre el endeudamiento ni sobre la política económica y financiera del macrismo, ni del dominio de los grandes intereses. Todo es denuncias y humo, o pronósticos apocalípticos, que llaman la atención y que tienen a los medios absorbidos y difundiéndola, lo que, a la vez que ponerla como modelo de “los fiscales de la República”, le permite seguir ocultando su falta de programa y de proyectos constructivos.
Terminados o gastados sus recursos dramáticos, amenazaba con irse del país. Era una amenaza para ella porque, en realidad, a los demás, propios o extraños, los tenía sin cuidado. Faltaría, eso sí, un personaje singular en la escena nacional. Pero obras de calidad se han producido en todos los tiempos con los actores que había a mano. Ahora, penúltimamente, ha decretado que el Presidente no gobierna, que ha sido volteado, por el golpe de Estado asestado por la vicepresidenta, que ya no existe. Los protagonistas y los hechos cambian; parafraseando a Herbert Marshall McLuhan, el contenido, que es el tono Carrió, sigue siendo el mismo.
* Mario Goloboff es escritor, docente universitario.