La presencia nuevamente de Gustavo Garzón en el cine argentino es una buena noticia: es el coprotagonista de El monte, tercer largometraje de Sebastián Caulier, que se estrena el próximo jueves. Y la reaparición de Garzón en la gran pantalla es a través de un notable trabajo de un médico que se transforma en un hombre solitario, ermitaño y hosco, y que requirió una gran transformación física. “Me gustó la posibilidad de hacer un trabajo diferente, un personaje totalmente opuesto a mí, que es la antítesis tanto en mis valores morales como en muchas cosas, porque es un padre maltratador del hijo, cosa que está lejos de mí. Y además es tipo que se siente tomado por factores sobrenaturales y yo soy muy terrenal y muy pragmático”, plantea el actor sobre algunos de los motivos que lo llevaron a aceptar su rol en El monte, compartiendo elenco con Juan Barberini. Es que Garzón sintió que tenía que hacer un desdoblamiento que lo obligaba a trabajar “desde el cuerpo”, a cambiar su línea de pensar, incluso su manera de mirar. “Tenía que entregarme a una experiencia diferente a lo que hago habitualmente o a lo que más hice. Estoy en esa etapa actoral de querer correr más riesgos, porque siento no haber corrido muchos a lo largo de mi carrera”, dice Garzón, con la sinceridad que lo caracteriza.
En la ficción de Caulier, Nicolás (Barberini) vuelve a Formosa para rescatar a Rafael (Garzón), su padre, que de manera repentina e inexplicable abandonó su carrera, su hogar y sus vínculos y se internó en una casa ruinosa en medio del monte. Inmersos en el calor infernal del verano norteño, padre e hijo comparten tareas de supervivencia, reavivan conflictos del pasado y ensayan posibles acercamientos. A medida que pasan los días, Nicolás empieza a percibir una extraña conexión entre su padre y la naturaleza que los rodea. Poco a poco, Nicolás descubrirá que en ese lugar subyace un secreto ancestral que puede poner en peligro sus vidas.
-Se te ve con una transformación física importante para el personaje. ¿Cómo fue ese trabajo? ¿Cansador?
-No, interesante, pero requiere muchas concentración porque cuando te mandás a una cosa así, si le errás se nota mucho. Entonces, requiere mucha concentración, estar muy atento y no perderse nada de lo que ocurre. El cuerpo y la mente están muy atentos, muy despiertos. Eso puede ser muy cansador, pero más cansador es cargar bolsas pesadas. Lo que cansa, a veces, son las largas horas de rodaje, pero a mí me gusta mucho el cine, los equipos de cine, me siento muy a gusto trabajando en el cine. Diría que es un cansancio lindo.
-¿Cómo fue encarnar a un hombre alejado de la civilización?
-En principio, desde lo físico. Mi físico tenía que transformar. En vez de adentro hacia afuera, todo parte de afuera hacia adentro. En vez de buscar adentro y pensar cómo sería psicológicamente, tenía que ver más desde el cuerpo, darle una manera de caminar, vestirlo de cierta manera, sentir la suciedad, mirar, ver ese monte, dejarme llevar. Fue un poco instintivo. El aquí y ahora, el plantarme en esas casa sucia, abandonada, con ese hijo al que mi personaje desprecia. Entonces, tenía que despreciarlo ya antes de filmar. Eso es mío, un trabajo secreto que el otro no lo sabe: empezar a generar vínculos con la otra persona parecidos al que va a ser en la película. Si es de amor, empezar a amar secretamente; si es de odio, empezar a odiar secretamente; si es de desprecio, empezar a despreciar secretamente. Es mirar desde ahí y después seguir mirando ahí como una continuidad de la vida.
-¿Crees que en la vida de hoy, como se vive en las ciudades es posible que un médico deje todo y salga de su zona de confort?
-Hay casos. No sé si esto de ser tomado por el monte, esta cosa sobrenatural que cuenta la película. Pero que hay gente que corta y se va a la mierda, sí. Conozco mucha gente cansada de la ciudad, de los ruidos, que corta y se va a vivir una vida completamente opuesta. Cuando uno ya no tiene la expectativa del trabajo, del dinero, de la trascendencia, cuando ya no tiene nada que lograr, mejor buscar un lugar más apacible. La ciudad es linda cuando hay algo para hacer. Si no tenés nada que hacer mejor andate al campo, a la playa o al monte.
-La historia muestra una relación tensa entre padre e hijo. ¿Se podría decir que esa es la parte realista de esta ficción que también tiene algo de relato fantástico?
-Sí, la parte del vínculo entre un padre y un hijo es más parecida a lo real, pero es un padre un poco salvaje, un poco bestial, demasiado cavernícola. Pero los hay. Los hay y muchos. Lo que este padre dice son cosas que muchos piensan de sus hijos pero no se animan a decirlo porque es políticamente incorrecto. Eso de que el hijo se transforma en una persona que no es parecida al padre, a veces genera mucho rechazo, genera bronca, genera desprecio. No es fácil aceptar que el hijo no salió como uno quería que fuera. Yo tengo la experiencia personal, aprendí a aceptar eso porque tuve hijos con discapacidad y, entonces, sé lo que es aceptar la diferencia y convivir con la diferencia. Pero también con mis hijos convencionales me encuentro, de golpe, que se han convertido en personas que no son las que yo creía haber diseñado. Y hay que aceptarlo porque van creciendo, porque se vuelven otras personas y hay que acompañarlos desde el lugar que uno puede, aceptar y no dejar nunca de ser el padre. Lo que pasa es que este padre no acepta, desprecia, maltrata. Es muy animal. Dice todo lo que piensa, es muy brutal. No sólo se hace mierda él sino que lo hace mierda al hijo porque eso no es bueno para nadie. Frente a esos padres que dicen “Mi hijo es pelotudo”, yo no lo puedo creer. O llamar a la mujer “La bruja”. Despreciar los vínculos más profundos es como despreciarse uno mismo.
-La de tu personaje es una personalidad que va a contrapelo del discurso predominante de esta era...
-Sí, es un discurso políticamente incorrecto, pero no por eso ha dejado de existir. Una cosa es que las cosas se pongan de moda y se diga “Esto está mal y esto está bien”. Otra cosa es que el mal deje de ocurrir. El mal sigue existiendo. Vemos tanta lucha heroica de las mujeres contra el femicidio y, sin embargo, siguen matando mujeres. Uno puede decir: “Está mal”, pero sigue ocurriendo. No se lo puede negar ni ocultar porque sigue existiendo y la sociedad lo sufre.
-El director de El monte dijo: “Esta película echa luz sobre los alcances y los límites del entendimiento entre padres e hijos. Una defensa del desacuerdo”. ¿Coincidís? ¿Cómo lo ves vos?
-Sí, me parece que es interesante el planteo en cuanto a que muestra lo que no debe ser y las consecuencias de lo que no debe ser. Esto que decíamos del padre maltratador del hijo, de no comunicarse desde el afecto y desde la comprensión sino desde la distancia, la altanería, del padre sentirse superior. La película muestra lo que no debe ser. Y está muy bien que se muestre. Y que se muestre que eso no puede terminar nunca bien, que eso no sirve para nada, que enojarse con lo diferente no sirve para nada. Es acumular un rencor y es ponerse en contra de la evolución de la sociedad. Hay gente que se enoja porque se dice “Todes”. Bueno, hay que aceptar que las nuevas generaciones traen nuevas prédicas, nuevas premisas. Uno puede no adoptarlas, pero no enojarse, no enfrentarse. Es como enojarse con la juventud. ¿Cómo te vas a enojar con la juventud si es lo mejor que tenemos? Hay que escuchar, aceptar, plantear diferencias, pero no molestarse porque vienen a cambiar nuestro statu quo. Que vengan a cambiarlo. Para eso están. Que vengan a enseñarnos. Para eso están.
-¿El monte antes que un escenario es algo así como un protagonista más?
-Yo creo que es el gran protagonista de la película. En realidad, la naturaleza es la madre de todos y ha quedado demostrado que la naturaleza manda. Nosotros somos guapos hasta que viene un tsunami, un Coronavirus. Es decir: “Soy guapo pero acá hay algo mucho más fuerte que yo”. Y más vale tratalo con respeto porque cuando quiere, desaparecés. Se impone. En ese sentido, la parte de la naturaleza en la película es muy imponente tanto desde lo visual como desde lo sonoro. Si bien el conflicto entre el padre y el hijo es el tema de la película, esa presencia tan fuerte de la naturaleza hace que todo pase a un segundo plano, que uno se rinda ante esa imponente naturaleza.
-¿Cómo viviste la experiencia de filmar en escenarios naturales y cuáles fueron las dificultades del rodaje?
-A mí no me gustan los monos (risas) y estábamos rodeados de monos. Y el ruido de los monos me impresionaba. Los veo muy parecidos a nosotros. Y había muchos monos en la filmación, te cagaban desde arriba en la cabeza (risas). También nos enfrentamos a un yacaré. Todas situaciones muy fuertes. Aparte había dengue en ese momento en Formosa. Estábamos todo el tiempo con miedo, arrancó el Coronavirus enseguida. Era el dengue, el Coronavirus, los mosquitos, 40 grados de calor, los monos... Había mucha naturaleza. Entonces, uno se refugiaba en la cabaña, iba a filmar y de noche se quedaba en la cabaña, tranquilito. Igual, estábamos muy bien cuidados. Me gustó mucho conocer Formosa. Me gusta mucho conocer el interior de la Argentina. No voy a politizar la nota, pero cuando hablaban pestes del gobernador (Gildo) Insfrán, a quien no conozco ni tengo por qué hablar bien de él ni nada, pero vi la prolijidad de la ciudad, las escuelas tan bonitas, la plaza... Debe haber pobreza y seguro que la hay, pero es un lugar muy digno. Y treinta años atrás era un barrial, era la nada. Estuvimos en un lugar turístico que se llama Herradura, muy bonito, rodeado de pavos reales, con una laguna en el medio y una cabañita. Me gustó mucho la geografía del paisaje y conocer esa provincia que no conocía y que nunca habría conocido si no fuera por la película.
-Paralelamente al cine, estás presentando la obra de teatro unipersonal Bufón, con textos de Chéjov. ¿Qué podés contar de tu trabajo allí?
-Tomé dos obras cortas de Chéjov. Una es El canto del cisne, un drama profundo y poético, y otra es Sobre el daño que hace el tabaco, una comedia brillante. Son dos obras cortas muy precisas y muy poéticas, muy geniales. Para mí, lo mejor de Chéjov son sus obras cortas. Siempre fui fanático. En las clases siempre uso las obras cortas de Chéjov. Son magistrales. Y tomé el desafío de hacer este desdoblamiento, de pasar del drama a la comedia, unidos por un violinista que me acompaña. Yo nunca había hecho un unipersonal y nunca había hecho autores clásicos. Es mi primera vez en muchas cosas. Hago de viejo con canas, cambio la voz para hacer El canto del cisne. En fin, para mí es un honor al que me atreví (porque éste es un proyecto autogestivo) a tomar textos de un autor tan extraordinario y transmitirlo a la gente y que la gente conozca a través mío las palabras de este genial autor ruso. Me da enorme satisfacción y estoy recorriendo todo el país. Ahora, voy a Córdoba, luego a la Patagonia... Es teatro independiente: soy yo solo con la valija, el violinista, y la hacemos en cualquier lado.
-El año pasado estuviste tres meses instalado en Montevideo mientras rodabas Barrabrava, un proyecto para Amazon Prime Video, y éste repetiste la visita, aunque para una producción cooperativa: la mini serie Angel. ¿Qué podés contar de ambas?
-Son la antítesis: no tiene nada que ver una con la otra. Yo soy medio todoterreno y me adapto. Las dos me gustaron por distintas razones, pero esta última, que era de una cooperativa uruguaya llamada El cuenco, escrita y dirigida por mi amigo Manuel Soriano, tiene un guión muy poderoso, muy potente. Viví en el barrio del candombe, me pasaba la comparsa por la puerta. Fue una experiencia maravillosa. Y en el caso de la otra, estaba en un hotel 5 estrellas, la producía Amazon. Yo tenía un papel pequeño porque eran ocho capítulos y yo estaba en uno y me mataban. Era más impersonal, con una producción enorme, todo muy grande. Una buena serie también. No conocía Uruguay. Gracias a las series curtí Montevideo, amé Montevideo, di clases en Montevideo. Hice el unipersonal en un bar-teatro, me hice amigo de uruguayos, me fui a ver a Fernando Cabrera, a Martín Buscaglia, me metí en los pre-carnavales. La verdad es que me hice muy amigo de Uruguay. Cuando uno va un lugar así, trabaja, pero más lindo es conocer el lugar, la gente, su cultura, el carnaval, la rambla.
-En los últimos años trabajaste en series como El marginal, Los internacionales y Monzón. ¿Llegaste a otro tipo de espectadores?
-Sí, porque las series te abren el mundo. El clan, también, que fue una serie extraordinaria. Y con Monzón volví a tener visibilidad y vigencia en la pantalla, que la había perdido. A partir de Monzón me llamaron para hacer tres o cuatro más. Hoy en día, una de las pocas posibilidades laborales que tenemos los actores son las plataformas, así que estoy agradecido de tener cierta vigencia. Y ojalá se haga la segunda parte de Barrabrava ahora y pueda seguir trabajando en plataformas. Soy un agradecido de que sigan pensando en mí.
"Tenemos que mantener la unidad"
Gustavo Garzón es un artista que nunca tuvo reparos en manifestar sus opiniones políticas. ¿Cómo ve a la Argentina actual? “¡Qué lío!”, exclama. Pero sienta posición: “Yo sé que el peor de los nuestros es mejor que el mejor de ellos. Así que yo pertenezco al espacio del Frente de Todos, con sus contradicciones, con sus dificultades, con sus idas y vueltas. Estoy de acuerdo con algunas cosas, con otras no”, subraya Garzón. “No quiero entrar en detalle, pero sí sé que tenemos que mantener la unidad del Frente de Todos como se pueda porque lo que está enfrente es mucho peor. Y tenemos que tener mucho cuidado de que vuelvan, y de que vuelvan las persecuciones políticas”. Apela a los que comparten su manera de pensar: “Que nadie pierda la memoria de ese espanto que pasamos en los cuatro años de macrismo. Por eso, nosotros tenemos que fortalecer nuestras discusiones internas, ser humildes y seguir avanzando”. También opina sobre esta gestión presidencial: “Yo estoy conforme con el gobierno de Alberto Fernández. Creo que no se puede hacer algo muy diferente de lo que él hizo. Estoy conforme. El momento es muy difícil: cuatro años de Macri y dos años de pandemia te la regalo. Y con la oposición que tiene, te la regalo. Me siento satisfecho con el gobierno. Tampoco esperaba mucho más. O sea, me parece que, a partir de ahora, se pueden pedir más cosas, pero creo que hizo lo mejor que se podía hacer. No sé qué otra opción había para hacer mejor”, concluye Garzón.