El fútbol sea quizá el deporte rey en cuanto a lo inexplicable y el empate que Boca se llevó este domingo de Avellaneda entra en la categoría. Racing fue notablemente superior a su rival, pero algo tiene este equipo de Gago que juega muy bien y por su ya habitual ineficacia goleadora no le permite ilusionarse a sus hinchas. No hubo goles en el Cilindro, un resultado que dejó a ambos lejos de la lucha por el título y muy enojados, los locales con sí mismos y los visitantes con el árbitro por no cobrar un penal en la última jugada, a pesar de ir al VAR.

No pasó ni un minuto en el Presidente Perón que Racing ya había tenido dos situaciones claras de gol, casi como obligado por el impresionante recibimiento que le regaló su hinchada. La superioridad de Racing fue abrumadora y en incontables situaciones el público de la Academia se terminó agarrando la cabeza, como no pudiendo creer lo que pasaba. Y bastante en lo cierto estaba. Unos siglos atrás lo que pasó en el arco de Rossi se hubiera tildado de artes ocultas, brujería o cualquier explicación de lo sobrenatural al alcance de la mano... Claro que los menos sensatos dirán que fue por la gran noche del arquero de buzo rosa.

La fórmula preferida del equipo de Gago para causar daño fue con Mura y Mena, los laterales, quienes sacaron centros muchas veces frontales que siempre superaban a los centrales de Boca y encontraban a un compañero que de alguna manera se las ingeniaba para no convertir.

Que la mayoría de las jugadas finalizaran con centros de los laterales no significa que lo de Racing era simple, sino lo contrario. Mucho movimiento sin pelota tiene la Academia y, por ende, mucha opción de pase cuando sus centrales o Moreno quieren buscar descarga. Por citar a algunos, Rojas iba de derecha a izquierda, Miranda que hacía lo mismo tapando el primer pase del fondo xeneize y Copetti que corría a todos como si le pagasen por kilómetro recorrido.

Si Racing marcó tendencia desde el minuto uno, Boca también. La primera jugada local fue un saque del medio preparado que terminó en córner... La de Boca, un rechazo al lateral. Los jugadores de Ibarra les daban espacio a los de Gago, a pesar de tener una mitad de cancha más poblada, al menos desde los papeles. La postura visitante era muy suelta, casi como la holgura de sus camisetas y pantalones, más aptas para ir a jugar un picadito de básquet a la plaza del barrio. Por el contrario, Racing, con su indumentaria ajustada como la presión que proponía, era tan peligroso que hasta amagó con hacerse daño a sí mismo, luego de un par de muy malas salidas consecutivas desde el fondo que resultaron ser lo mejor de Boca.

El tema de la segunda parte fue la mejilla golpeada de Zambrano, que aparentemente había ingresado sana a los vestuarios. Los celulares con la imagen del peruano se pasaban de mano a mano en el estadio, acompañados del comentario sobre el supuesto culebrón que se vivió en el entretiempo xeneize.

Poco de eso le importó a Racing que, en todo caso, olió sangre y fue a buscar el golpe de nocaut. Pero contra las cuerdas, Boca sacó varios manotazos que acomodaron a la Academia y terminó adueñándose del centro del ring en el que se había transformado el Cilindro. Los cambios de Gago no le cayeron bien a Racing mientras que los movimientos de Ibarra, supuestamente para asegurar el punto, terminaron metiendo al local contra su arco.

Y como si no importase nada de lo ocurrido previamente, Racing terminó pidiendo la hora, abrazado a las atajadas de Arias -volvió en gran forma luego de 39 partidos y una rotura de ligamentos-, la heroica salvada de Mura en la línea y a la no tan polémica decisión del árbitro de no cobrar penal por una mano dentro del área en la última jugada del partido.