Desde Barcelona
UNO Si es verdad eso de que, por aquí, las bicicletas son para el verano, entonces este verano está siendo para las bicicletas. Por todas partes. En calles y en aceras de ciudades donde la distancia de la casa al trabajo, por lo general, es algo físicamente asumible sin necesidad de ser activo/veterano de Tour de France o de Vuelta a España o Giro de Italia. Y la cosa no es solo española donde las ventas han aumentado en un 400% y sólo en 2021 se han vendido más de un millón de bicicletas ya sean eléctricas o acústicas: es europea y, parece, también mundial. Cada vez se vuelve más a la bicicleta que nunca se fue y acabó de imponerse luego del confinamiento por Covid y ahora parece, más y más, convertirse en única opción posible para los tiempos cada vez más tóxicos en los que vivimos. Lo que, naturalmente, ha producido una escasez de bicicletas aquí y allá en todas partes (otra de las muchas cosas que faltan y que, sospecha Rodríguez, varias de ellas faltaban ya desde hacía mucho pero que ahora se blanquean sus ausencias cortesía de vacuna/misil). ¿Por qué? Porque buena parte de las piezas para su ensamblado --como casi todo-- son Made in China. Y la cosa está complicada para el transporte marino desde 2020 y se ha complicado aún más con lo de Ucrania. Y así hay gente apuntada en listas de espera de meses.
Y Rodríguez no es uno de ellos.
DOS Porque la verdad sea dicha. A Rodríguez, más que montarlas, le gusta mirar las bicicletas. Rodríguez mira bicicletas durante las cuatro estaciones. Pocas invenciones humanas más hermosas para él y acaso sólo superada por el libro (el libro comparte su mecanismo con las puertas pero es la bicicleta la que las atraviesa; y el día en que alguien invente una bicicleta que se lee o un libro que pedalee, Rodríguez estará allí para abrazarlo tanto al ingenio como al genio que lo creó). Mientras tanto y hasta entonces (pedalear en lugar de surfear por internet) gracias al germano Barón Karl von Drais quien la presentó en sociedad durante el verano de 1817 en Mannheim y al año siguiente en París. Y gracias también a Kirpatrick McMillan, herrero escocés, quien hizo lo suyo y se salió con la suya en 1830 (McMillan fue, también, protagonista del primer accidente ciclístico registrado cuando se llevó por delante a una chica Glasgow y fue multado con cinco chelines; y a Rodríguez le gusta imaginar que se enamoraron en el acto y que se casaron y tuvieron muchos hijos a los que McMillan les fundió y soldó muchas bicicletitas). Y, ah, piensa que no es casual que en el principio de todas la cosas ciclísticas confluyan un aristócrata y un hombre del pueblo. Porque la bicicleta trasciende toda clase social. La bicicleta es una clase social en sí misma. Después, los franceses Michaux y Lallement perfeccionan pedales y manubrio y el escocés Thomas McCall engrasa mejor la cadena a la rueda trasera. Y en 1888 otro escocés, un tal John Boyd Dunlop, presenta eso del neumático. Y el desenfreno de las primeras carreras y el añadido de los frenos y la bicicleta es clásica y pesada a la vez que futurística y plegable: pieza de museo que se puede tocar y hasta en la que te puedes sentar encima. La bicicleta es el mejor amigo del hombre. Y no ladra y no muerde y no caga y no te exige que la saques a pasear y, si se la trata con respeto y se la cuida con cariño, nunca se muere.
Y fue el astrónomo Carl Sagan quien bromeó en serio en cuanto a que "si las constelaciones hubiesen sido nombradas recién en el siglo XX, supongo que en lugar de figuras mitológicas veríamos bicicletas en el cielo".
La duda de Rodríguez es en cuanto a si las bicicletas aún superarán al número de teléfonos móviles con los que hablan y a los que miran fijo cada vez más distraídos y absortos zombies de esos que han descubierto a la bicicleta como instrumento de accidente de gravedad variable pero siempre doloroso. Esos que antes te esquivaban pero ahora hay que esquivar para que no se te caigan encima y te hagan caer.
TRES Y el movimiento se demuestra andando y la caída cayendo. Y, sí, la caída en una movediza bicicleta como el primer gran accidente de la vida. Como el iniciático gran golpe. Te puedes caer de los brazos de tus padres o de la cuna o del cambiador o de la camita con forma de cohete o del columpio. Te puedes caer corriendo. Pero no hay nada como la primera caída con/desde/por/sobre bicicleta. Y tiene algo de íntima épica o de herida de batalla a solas. Un amasijo de carne y metal. Un dolor cromado y rojo y apto para todo público y edad. Uno no ha vivido si no se ha caído de/con una bicicleta por lo menos una vez (aunque, seguro, nunca es una vez). "El ciclista y la bicicleta enredados en la caída parecen un insecto boca arriba", describió Ramón Gómez de la Serna (añadiendo un formidable "Lo más bonito de la bicicleta es su sombra"). Y, en su ensayo "Taming the Bicycle", Mark Twain recomienda: "Consigue una bicicleta. Nunca te arrepentirás de ello siempre y cuando vivas para contarlo".
Sí: la bicicleta hace historia y es Historia y, si hay mala suerte, puede convertirte en historia porque, sí, te puedes matar cayéndote de una bicicleta. Mientras tanto y --cruzar dedos, tocar madera-- esperemos que jamás. Hasta entonces "caerte es al andar en bicicleta equivale a lo que el llanto es al amor", explicó el ciclista profesional belga Johan Museeuw. Y Albert Einstein un "La vida es como andar en bicicleta. Para no caerte debes estar siempre en movimiento".
CUATRO Perto todo lo que se cae se levanta y lo hace sintiéndose más fuerte y equilibrado. Así, la bicicleta ayuda --y mucho-- a vivir mejor: contaminando menos, mejorando la economía de zonas pobres, y hasta contribuyó a la emancipación de las mujeres (las liberó de la tiranía del hombre siempre al volante y hasta aligeró vestidos de esos que escondían pantorrillas). También, son numerosas las saludables razones que sus fieles predican con pasión evangelista y entre las que se cuentan mejor calidad de sueño (dormirse contando bicicletas saltando cercas), mantenerse con aspecto más joven (por eliminación de toxinas), digestión más rápida, aumento de la potencia interneuronal, recuperación más veloz de enfermedades varias, longevidad incrementada, mejoría de la vida sexual, bueno para el corazón, menor índices de cáncer entre quienes la usan con frecuencia, pérdida de peso, recibimiento de epifanías varias durante el paseo por mejor tránsito del oxígeno hacia la materia gris, adicción legal y saludable al legendario "subidón" endorfínico sobre dos ruedas, variable interesante de vida social al conocer desconocidos y, sí, aunque suene contradictorio, la bicicleta te alivia el cansancio.
Así, la bicicleta convirtiéndose en objeto de deseo inoxidable (resulta tan placentero mirar una bicicleta como se mira no a un Ferrari Testarossa sino a un atardecer escarlata) aunque, ah, mientras Rodríguez piensa estas líneas cientos de miles de bicicletas están siendo robadas en todas partes en un planeta en el que pedalear y bicicletear significan dos cosas muy pero muy distintas.