La excursión (Al otro lado del monasterio) es una obra de teatro que llena algo más que un espacio en la cartelera teatral: llena un vacío en la política y el desarrollo cultural. Y eso no es porque trate temas poco explorados o porque apele a recursos escénicos en desuso o faltos de experimentación, sino porque está hecha por y para un grupo que en general en la cultura no encuentra expresada su voz: el de los adolescentes. Escrita por Cynthia Edul y dirigida por Silvana Amaro, la pieza que se ve los sábados a las 18.30 en El Método Kairós (El Salvador 4530) es por eso también un hecho al que habría que prestarle atención.

“El teatro de adolescentes es un espacio que está vacante en nuestra cultura. Hay infantiles y de ahí se salta a las obras de adultos, sin que haya materiales que hablen de ellos. La idea es cubrir esa vacante, montar textos que los identifiquen, que los seduzcan”, cuenta a PáginaI12 la directora y pedagoga teatral, que hace años trabaja con chicos. “No hablamos del adolescente en su forma estereotipada, eso también es importante. Hablamos desde el humor y desde la energía y la entrega que supone esta etapa de sus vidas”, asegura.

Protagonizada por Deyanira Almada, Micaela Andolina, Juan Marcos Bracco, Juan Horacio Cavoti Caterbona, Tom Cl, Osqui Ferrero, Virginia Mozzon y Mora Lestingi (todos entre dieciséis y veinte años), la obra sucede durante una excursión nocturna a un monasterio en Misiones. En ese contexto, un grupo de adolescentes convocados para un intercambio de un viaje de estudios regresan de las Cataratas para dormir. Con un clima raro de luces y ruido, los chicos de repente se enteran de una noticia: una compañera desapareció.

“En esta obra hay mucho de los chicos. Ellos fueron, incluso, quienes propusieron el final y a mí me pareció muy bien. Mi tarea es acompañarlos, guiarlos en este proceso de su formación que es tan importante, pero también cuidarlos, cuidar a esas personitas que están siendo y, por sobre todas las cosas, enseñarles la importancia del trabajo colectivo”, admite la directora.

–En su obra anterior, Familia Bonsai, los chicos hacían de adultos. ¿Fue distinto el trabajo ahora, que hacen de adolescentes como ellos mismos?

–Sí, sobre todo porque es distinto el tono de la actuación. Acá son ellos identificándose con los personajes. Todos tienen algo de ellos, algunos más que otros. Como no hay tanta distancia entre ellos y los chicos de la obra, el proceso es más movilizante y obliga a cuidarlos más.

–Como pedagoga teatral, ¿cómo hace para que los adolescentes que quieren dedicarse al teatro en el futuro no se frustren al ver el poco fomento que el Estado le da a la Cultura y al teatro?

–Es todo un tema y es difícil. Desde mi lugar intento inculcarles el amor por el teatro independiente, siempre diciéndoles que va a haber obstáculos en el camino. Es algo que aparece mucho en ellos. Se preguntan todo el tiempo qué propuestas puede haber para ellos en cine, en televisión, en teatro, y también si les conviene formarse en otras áreas como canto o danza para tener más oportunidades. Muchos lo padecen, algunos abandonan, otros llegan a quinto año y optan por hacer una carrera universitaria porque creen que en teatro es mucho lo que hay que pelear. Es una etapa especial también, necesitan el apoyo de sus familias. Por suerte muchos son apasionados y siguen. También es cierto que en general en otras áreas el Estado tampoco apoya mucho a los jóvenes, así que no sé qué tan distinto es. Pero sin dudas si las escuelas teatrales como la Emad tuvieran más espacio físico, o más profesores, vendría muy bien. Habría que darle más importancia a todo eso.

–En la obra desaparece una chica. Es inevitable pensar en los sucesivos casos de la realidad. ¿Tiene que ver con eso lo que sucede en la obra o va por otro lado?

–Pienso que relacionarlo con la trata o lo que está pasando es más una interpretación de los adultos. La obra no pasa por ahí, aunque, claro, no podés evitar pensarlo dada nuestra realidad social. De hecho, el día de la marcha de Ni una Menos los chicos tuvieron función y salieron a saludar con carteles que habían preparado en el camarín escritos con rouge. Los de los varones decían “Ni una menos” y los de las chicas “Vivas nos queremos”. Pasó algo muy interesante de todos modos con la cuestión de género: roté del texto original los roles femeninos y masculino y lo que se produjo fue muy interesante. Uno imagina que los personajes fuertes son los masculinos y los temerosos o supersticiosos los femeninos. En un principio fue pensado así por las características físicas de los actores. Pero nos animamos a cambiar y los vínculos que resultan de este giro son sorprendentes.

–¿Qué rol juegan los padres de los chicos en este proceso?

–En esta obra puntual, uno muy importante. A medida que fuimos trabajando nos enteramos de que varios de ellos podían hacer cosas para la obra. Así, una madre hizo el vestuario, otra el diseño gráfico, un padre la escenografía. ¡De repente todos eran artistas! Eso fue muy importante para los chicos, el hecho de encontrar a sus padres aportando algo concreto a este proceso. Y también fue muy lindo que lo compartieran juntos.

* La excursión se ve los sábados a las 18.30 en El Método Kairós, El Salvador 4530.