Un acorde: una foto reciente por Matías Sarlo registra con agreste belleza un ranchito ("Una casa precaria cubierta con silobolsa, en medio de un bosquecito de moras y fresnos", como apunta con precisión Andrea Ostera en el texto de catálogo) que un citadino se construyó cerca del Carcaraña para cobijarse lejos del mundanal ruido. A pocos metros, en otra sala de la misma galería, un óleo de Raul Dominguez titulado Mañana iluminada (1980) documenta artísticamente el interior del rancho de adobe de unos pescadores isleños del Paraná de hace cuarenta años. En medio de las obras, fotográficas o plásticas, que se exponen en ambas muestras de la galería Subsuelo (Balcarce 238, Rosario), se tiende entre esas dos un hilo rojo, un eco, un guiño cómplice.
El Domínguez se expone en la sala "Gabinete" de Subsuelo, como parte de una subasta de consignaciones de 20 lotes, junto con obras de Oscar Herrero Miranda, Godofredo Paino, Hugo Ottmann, Juan Melé, Pedro Giacaglia, Gustavo Cochet, Luis Ouvrard, Jorge Martínez Ramseyer, Leónidas Gambartes, Carlos Uriarte, Alberto Pedrotti, Alfredo Guido, Florencio Molina Campos, Carlos Gorriarena, Delfina D'Allesandro, Minturn Zerva, Osvaldo Boglione, Mele Bruniard y Juan Grela. Las obras se subastarán el jueves 25 de agosto a las 19 en el Teatro Astengo (Mitre 754), en cuya planta baja se expondrán desde unos días antes. Son obras de destacados autores del siglo XX, representantes de reconocidos linajes del arte de Rosario y Buenos Aires, con las cuales la galería busca activar el mercado secundario. Los accesibles precios de base figuran en el catálogo.
Utopía del retorno es un ensayo fotográfico realizado entre 2018 y 2021, que se basa en una investigación compuesta de "una serie de entrevistas y retratos a personas que abandonaron la vida en la ciudad para instalarse de manera comunitaria en entornos rurales de la llanura argentina", escribe Sarlo en su página web, donde cuenta que la investigación recibió el apoyo del Fondo Nacional de las Artes (Beca de creación 2021). Matías Sarlo nació en 1979 en un pequeño pueblo del noroeste bonaerense. Trabajó 10 años como reportero gráfico para diversos medios, obtuvo importantes premios y ha publicado los libros Nuestros Pasos (2015), Llanura (2016), Gaucho Gil (2017), Carcarañá (2019) y ¿Miramos? (2020). Codirige Zafarrancho Ediciones con M. Cecilia Fernández.
"Desde 2008 vengo investigando y produciendo series de fotografías, videos y audios sobre la llanura como paisaje, como territorio y como cultura", contó el fotógrafo a Rosario/12. "En 2016 conozco a varias personas que se mudaron de la ciudad a entornos rurales de la llanura. Comencé el trabajo realizando entrevistas de audio donde les preguntaba a estas personas: ¿Por qué elegir la llanura? Durante dos años realicé unas 50 entrevistas y en 2018 comencé a realizar fotografías, sobre todo retratos", detalló. "Me interesa ver qué estética genera este movimiento de personas, algunos realizan el camino inverso al de sus antepasados que dejaron el campo para instalarse en la ciudad. No es un movimiento masivo pero existe desde hace unos 10 años", relató. "Con sus conocimientos y dispuestos a incorporar otros saberes, tejen redes que intentan una ruralidad basada en el respeto a la tierra", dice en su página.
En Subsuelo, hasta el 3 de septiembre (martes a viernes de 16.30 a 20 y sábados de 10 a 13), puede verse y adquirirse una selección de 20 fotos copiadas en papel fotográfico. Y hay más en http://matiassarlo.com/utopia-del-retorno/, donde se añaden epígrafes con los nombres de pila de los retratados y las profesiones que tienen o tenían en su vida anterior en la ciudad. La ausencia de cartelas -sólo los nombres de pila se alinean como notas al pie del texto de Ostera para llevar- deja en el misterio la historia (contada en las entrevistas) de cómo y desde dónde llegaron a aquellos espacios fuera del ejido urbano en el que echaron raíces, guiados al futuro por la memoria de sus antepasados.
Vemos a Andrea, docente, abrazando a sus hijas Maia y Amancay como protegiéndolas de la inmensidad; a Dara, estudiante de agronomía, al volante de un rastrojero detenido en el tiempo y que sin embargo se mueve; a Ricardo, músico, con el cuerpo relajado y la mirada alerta, fumando un cigarrillo sobre un asiento a medias destripado en medio de una arboleda; a Carlos, ingeniero civil, sentado con sus botas embarradas y su mochila al hombro, bajo una luz de pintura flamenca, mientras un pájaro atrapado en su mano aletea desesperado tratando de escapar; a Claudio, constructor, erguido en ángulo recto con la caja de su pick up; a Natalia, bailarina y docente, equilibrada con profesionalismo sobre un tocón de árbol talado a la vera del Carcarañá; a René, cuyo magro cuerpo llena apenas un holgado traje protector de apicultor, de donde sobresale el rostro curtido por la intemperie; a Jade, estudiante, con una venda en la pera y los cabellos al viento; a Evangelina, diseñadora de ropa y bailarina, hoy una aborigen más, sentada en la tierra junto a su cosecha; a Fito, estudiante de agronomía, descansando feliz entre los yuyos.
La serie dialoga con la pintura a través de una exploración de las luces y las sombras que se expresa de distinta manera según se pueda pensar cada foto como bodegón, interior o paisaje; estos se intercalan en la muestra con los retratos. El contraste entre la dignidad de los rostros serenos y el no buscado exotismo de sus atuendos tiene un aire a pintura bíblica o de viajes del siglo XIX. El humo ominoso del ecocidio parece niebla romántica. Los interiores y objetos dan detalles de esas vidas que nos hacen acordar al náufrago Robinson Crusoe de la novela de Daniel Defoe. Una economía post-industrial se pone en evidencia, sin fetichismo de la mercancía, en las alternativas que la cámara de Sarlo capta en detalle. "Activando Zavalla", una cooperativa, le abrió sus puertas para exhibir sus frascos de conservas orgánicas. Cuando el barco de Robinson Crusoe se hundió, él recaló en una isla donde se convirtió en el hombre pre-industrial: hacía su propio pan, su propia ropa, y esa transparencia de los procesos de producción fue la clave del éxito de la novela entre los lectores de una Inglaterra ya industrial y urbana.
Hoy, a una era de distancia, quizás el capitalismo industrial global se hunde, quizás solo nuestra región; sin duda, mucha gente queda a la deriva. Y a esa costa humeante que es la vasta llanura santafesina llega una pequeña imagen de Buda sosteniendo un sahúmo, llegan unas velas que alumbran en lugar del viejo "sol de noche" de los abuelos, lejos de la red eléctrica; llega una india hecha en cerámica de largas trenzas renegridas y llega un perro de madera que -como el mitológico rostro de Jano- camina en dos direcciones a la vez. Ese perro partido, según Ostera y Sarlo, es un potente símbolo del concepto "utopía del retorno". Imágenes de anacronismo y actualidad, de precariedad y abundancia, y de esperanza, las de esta muestra tensan las contradicciones de un tiempo de preguntas.