Desde Londres
Con Boris Johnson de pato rengo hasta que el Partido Conservador anuncie quién lo reemplazará el 5 de septiembre, el líder de la oposición, el laborista Keir Starmer, copó el centro de la escena con un audaz plan para combatir uno de los temas clave del año: los precios energéticos. Starmer presentó un paquete equivalente a unos 35 mil millones de dólares para lidiar con esta “emergencia nacional” de manera que nadie “tenga que pagar un penique de más este invierno”. El plan de Starmer contempla mantener el actual techo anual del costo de energía (unos 2381 dólares) eliminando el aumento del ochenta por ciento anunciado por el gobierno conservador a partir de octubre.
El laborismo financiaría este congelamiento de la tarifa con un aumento del actual impuesto a la renta especial que instituyeron los Tories luego de una fuerte presión pública (equivalente a casi 10 mil millones de dólares). Con el plan del principal partido de la oposición se duplicaría esta suma ya que se eliminarían exenciones y otros agujeros legales del plan conservador y se retrotraería el impuesto a enero de este año.
Si las cuentas cierran, además de ahorrar al hogar tipo unas mil libras anuales, Starmer calcula que bajaría el nivel de la inflación que, según el Banco de Inglaterra, ascenderá al trece por ciento. Los laboristas calculan que el plan conservador para las tarifas incrementará en un seis por ciento la inflación, mientras que con las propuestas presentadas por Starmer el impacto se reduciría a un dos por ciento. “La crisis del costo de la vida en el Reino Unido está empeorando y hay mucha gente que teme no sobrevivir este invierno. Estamos hablando de una emergencia nacional. Necesita un fuerte liderazgo y acción urgentes”, dijo Starmer.
¿Nacionalizar los servicios?
Las palabras de Starmer se pueden aplicar a él mismo que recién ahora deja de hacer la plancha apostando al simple desprestigio político de los conservadores. El ex primer ministro laborista Gordon Brown lo planteó la semana pasada en un artículo en el “The Guardian” que levantó polvareda no solo entre los conservadores sino en el interior del laborismo.
Brown propuso renegociar los acuerdos con las compañías privadas del sector energético, acabar con el techo de precios máximos y, en vez de congelar, reducir la cuenta que hoy están pagando los usuarios. En la propuesta del ex primer ministro, las compañías que no pudieran reducir sus tarifas deberían ser temporalmente nacionalizadas de la misma manera que el mismo Brown hizo con los bancos durante la crisis de 2008-2009 cuando estaba al frente del gobierno.
El plan de Starmer es bastante más tímido, pero infinitamente más audaz que el propuesto por los dos candidatos a reemplazar a Boris Johnson el 5 de septiembre: el ex ministro de finanzas Rishi Sunak y la cancileer Liz Truss. Con Boris Johnson en el gobierno y Sunak a cargo de finanzas, los conservadores anunciaron un aumento del 80% de las tarifas en octubre y un poco más aún en enero, debido al incremento de los precios internacionales por la guerra en Ucrania. Sunak incluía un plan de ayuda de para los hogares más pobres.
Según diversos estudios, las 400 libras anuales de asistencia de Sunak no evitarán que unas 15 millones de personas (67 millones población total) caigan en lo que los británicos conceptualizan como “fuel poverty” (pobreza energética). Esta pobreza está calculada tradicionalmente como un gasto de más del 10% de los ingresos de un hogar dedicados a la energía. En muchos casos, el dilema que se plantea es comer o encender la estufa en el duro invierno británico.
El callejón sin salida de la retórica
En marzo Boris Johnson, que todavía soñaba con sobrevivir los escándalos del Partygate, se negó a que hubiera una renta especial sobre las energéticas porque eso “desincentivaría la inversión privada”. Varios escándalos después, con el público enfurecido por la “insensibilidad” conservadora, Johnson dio marcha atrás y anunció que habría una renta especial para las empresas energéticas (gas y petróleo) que venían aumentando exponencialmente sus ganancias con la guerra. Pero luego de renunciar a principios de julio, Johnson descartó la propuesta de extender esta renta especial a las generadoras de electricidad: la decisión correspondería a quien asumiera el cargo en septiembre.
En la sangrienta competencia para reemplazarlo (“se están sacando los ojos”, dijo Ruth Davidson, ex lideresa de los conservadores en Escocia), los dos contendientes rechazan un congelamiento de tarifas y difieren sobre lo que harían en términos de ayuda. La canciller Liz Truss, favorita entre los miembros del Partido Conservador que elegirán al nuevo líder, centra su programa en bajar impuestos como manera de relanzar la economía que entró en terreno negativo en el segundo trimestre del año (caída del 0,1%).
Truss quiere revivir la figura totémica de Margaret Thatcher, pero los tiempos han cambiado: el costo de la vida se ha vuelto central. Su sordera respecto a esta crisis, le puede costar el liderazgo del Partido Conservador, que la convertiría en la tercera mujer en ocupar 10 Downing Street. La semana pasada cambió tantas veces de posición que nadie tiene muy claro qué propone con las cuentas que desvelan a los británicos ahora que se va acabando el verano. El martes Truss se crucificó con su mantra de los bajos impuestos. “Lo primero que hacemos los conservadores es asegurar que la gente tenga más dinero en sus bolsillo. Yo no estoy a favor de sacarle dinero a la gente con impuestos y devolvérselo con ayuda. Eso es economía a la Gordon Brown”.
Ante el revuelo que causaron sus palabras, aclaró 24 horas más tarde que no estaba en contra de la ayudar a los más necesitados. “No dije eso. Dije que mi prioridad es no sacarle el dinero para dárselo después. Yo creo en una economía de bajos impuestos”. Los partidarios de su rival Rishi Sunak calificaron al programa de Truss de “suicidio político” y “cuento de hadas económico”.
Y no es que Sunak sea un Tory progre: es que Truss es tan dogmática que el ex ministro de finanzas de Johnson parece razonable. Las propuesta de Sunak es añadir a la ayuda de 400 libras, la eliminación del IVA en las cuentas. Multimillonario, casado con una billonaria india vinculada a paraísos fiscales, Sunak tiene una agenda igualmente conservadora, solo que un poco más pragmática: no es el momento de bajar impuestos para estimular la economía.
Ni el estallido financiero de 2008, ni la pandemia o la guerra han conmovido este mantra conservador de las últimas décadas. En 2010 el impuesto corporativo era del 26%. En los 12 años de gobiernos conservadores que siguieron bajó al 19%. ¿Qué pasó en este período con la inversión privada? Se mantuvo en el nivel previo, entre los más bajos del G7. A falta de nuevas ideas es lo que hay. Entre los miembros del partido conservador el desánimo es tal que en una encuesta reciente que incluyó junto a la opción Truss-Sunak, la posibilidad de que Boris Johnson siguiera como primer ministro, un 63% prefirió al rubio melenita de oro antes de que a la actual canciller (22%) o el ex ministro de finanzas (19%).