Tick, Tick… Boom! 8 Puntos
Elenco: Federico Couts, Lucien Gilabert y Pedro Velázquez
Músicxs: Giuliana Sosa en piano, Juan Pablo Sosa en batería, Leandro Biera en guitarra, Fernando Oviedo en bajo, Pedro Sosa en teclados.
Coreografía: Gustavo Carrizo
Vestuario: Gigi Romano
Ambientación y utilería: Juan Cruz Santangelo y Paloma Colombo
Diseño de luces: Anteo del Mastro
Diseño de sonido: Mariano del Rosso, Tato Ricardi y Eugenio Mellano Lanfranco
Letra y música: Jonathan Larson
Dramaturgo asociado: David Auburn
Dirección de arte y puesta en escena: Ariel Del Mastro y Marcelo Caballero
Dirección general: Ariel Del Mastro
* Tick, Tick… Boom! puede verse los martes a las 20.30 en el Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660). Las localidades pueden adquirirse por Plateanet.
La vida de Jonathan Larson tuvo un final trágico y abrupto. Diez días antes de cumplir 36 años, su compañero de piso lo encontró muerto en la cocina; había fallecido el día anterior por un aneurisma de aorta. Eso fue justo antes del ensayo general de la obra que marcaría un antes y un después en la historia de los musicales contemporáneos: Rent. Allí proponía un abordaje de la Nueva York de los ’90 a partir de la experiencia de un grupo de jóvenes bohemios y el HIV aparecía como amenaza omnipresente. La pieza –que permaneció más de una década en cartel– obtuvo 4 premios Tony (incluido el de Mejor Musical), un Pullitzer y 6 Drama Desk Award. Larson no pudo ser testigo de ese éxito.
En una entrevista, el actor y director Lin-Manuel Miranda (Hamilton, In the Heights) recordó sus impresiones luego de haber asistido a un musical de Larson como espectador: nunca había visto un elenco tan diverso sobre el escenario y definió a aquellos protagonistas en los que muy probablemente se espejó como “artistas tratando de sobrevivir”. El año pasado Miranda estrenó su ópera prima, Tick, Tick… Boom!, una adaptación del musical autobiográfico escrito por Larson protagonizada por Andrew Garfield que llega a la Argentina de la mano de Ariel Del Mastro y Marcelo Caballero y puede verse los martes a las 20.30 en la sala Picasso del Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660).
Después del éxito que tuvo la versión cinematográfica en Netflix, la apuesta era obvia pero –al mismo tiempo– arriesgada, no sólo por las posibles comparaciones (finalmente se trata de lenguajes diferentes, cada uno con sus propias riquezas) sino también por el desafío que supone siempre traspolar una producción tan neoyorquina a la idiosincrasia porteña y en idioma castellano. La jugada salió muy bien y existen varios factores para explicarlo.
En primer lugar, la tríada de intérpretes. Federico Couts, Lucien Gilabert y Pedro Velázquez no sólo cuentan con gran precisión técnica sino también con el carisma necesario para componer a estos personajes un poco desgraciados y, a la vez, soñadores. El otro elemento clave, por supuesto, son lxs músicxs en escena: Giuliana Sosa (piano), Juan Pablo Sosa (batería), Leandro Biera (guitarra), Fernando Oviedo (bajo) y Pedro Sosa (teclados). Al ver a esta banda en acción se comprende de qué hablamos cuando hablamos de “musical rock”.
Aquí Larson narra la crisis de los 30, su periplo personal en la escena del musical y el eterno dilema entre vivir del arte o para el arte. Jon (Couts) trabaja como mozo, está en pareja con Susan (Gilabert), tiene cerca a su mejor amigo Michael (Velázquez) y a duras penas puede pagar el alquiler, pero dedicó ocho años de su vida (algunos dirán “invertir” y otros “gastar” en esa manía capitalista de medir todo en función de los beneficios) para componer Superbia, un musical distópico inspirado en 1984 de Orwell. Lejos de las expectativas de su creador, la obra fue estrenada sin pena ni gloria.
En Tick, Tick… Boom! recupera ese fracaso para preguntarse si seguirá siendo un escritor que atiende mesas o acaso se convertirá en lo que más teme: un mozo con un hobby. Tal como plantea su amigo, deberá elegir entre el miedo o el amor. Lo interesante de la puesta de Del Mastro y Caballero es que logra traducir ese dilema existencial situado en Broadway (la Meca para todo aquel que ama el género) a Buenos Aires, con el foco puesto en el trayecto personal de Jon y la puja entre lo que se supone que debe hacer y aquello que desea profundamente. Esa problemática atraviesa oficios, generaciones y culturas porque es un sentimiento universal.
Velázquez construye la camaradería de ese amigo que “la pegó” –aunque no en Broadway sino en el mundo del marketing– y quiere lo mejor para Jon; Gilabert interpreta a la novia que plantea una disyuntiva incómoda (vale destacar el dueto “Therapy”); y la labor de Couts permite identificarse con ese antihéroe que muestra su costado más utópico pero también cierta desesperanza propia de una generación. Tick, Tick… Boom! habla sobre la importancia de no resignar los sueños de juventud, pero no es ingenua. Jon llega a sus 30 en los ’90, década que define como “obtusa, conservadora, complaciente y con poca imaginación” en la que “la mayoría de los presidentes del mundo son de derecha”. El protagonista de este musical huye de los 30 que es, curiosamente, la década en la que su creador quedó inmortalizado.