Hacia finales de los años 60, aproximadamente un lustro antes de que, el 22 de enero de 1973, la sentencia del caso Roe versus Wade declarara inconstitucional la criminalización del aborto en los Estados Unidos, un grupo de mujeres muy jóvenes de la ciudad de Chicago decidió poner en marcha una red –desde luego, clandestina– destinada a apoyar a aquellas mujeres que deseaban interrumpir su embarazo. A lo largo de esa media década de existencia, el grupo, bautizado simplemente como “Jane”, ayudó a cerca de 10.000 mujeres de todas las clases sociales –y con circunstancias personales muy diversas– a abortar en condiciones sanitarias óptimas y bajo contención emocional y psicológica, lejos de la sordidez del entramado mafioso que, hasta ese momento, monopolizaba el negocio de los abortos ilegales, desde luego por un precio nada módico.

Janes: mujeres anónimas, la película dirigida por las documentalistas estadounidenses Tia Lessin y Emma Pildes, que puede verse en la plataforma HBO Max luego de su estreno mundial en el Festival de Sundance, comienza de hecho con el duro recuerdo en primera persona de una mujer hoy septuagenaria, un relato a cámara de las terribles condiciones de un aborto en una habitación de motel de cuarta categoría, en algún momento de la década de 1960.

Como consignaron cientos de notas periodísticas hace apenas algunas semanas, la nueva Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos anuló como base judicial federal para avalar el aborto legal el caso Roe contra Wade, un retroceso de casi cincuenta años en términos de derechos reproductivos. El hecho no hace más que potenciar la pertinencia de la historia narrada por el documental, que transforma los hechos del pasado en un reflejo de lo que podría comenzar a suceder en aquellos estados que han decidido seguir la línea legal más reaccionaria: el aborto como acto criminal pasible de ser penado con condenas de prisión efectiva. Página/12 conversó con Tia Lessin y Emma Pildes en una entrevista exclusiva; en ella las cineastas reflexionan sobre la importancia de los acontecimientos narrados en Janes

El nombre de Lessin es muy conocido en los círculos documentalistas norteamericanos, y sus aportes en ese terreno incluyen el largometraje Trouble the Water (2008), codirigido junto a Carl Deal y nominado a un premio Oscar, y una filmografía como productora de varios títulos de Michael Moore, entre ellos Bowling for Columbine y Fahrenheit 9/11. Su colega Pildes, en tanto, debuta como realizadora con esta película, pero su carrera en el terreno de la producción incluye los recientes documentales de alto perfil Jane Fonda in Five Acts y Spielberg, además de varios capítulos de la serie American Masters.

“Hay muchas razones personales que nos llevaron a involucrarnos en este proyecto”, afirma Pildes, abriendo el juego de la charla. “En mi caso, existen incluso algunas conexiones familiares, así que es algo que me viene acompañando toda la vida. Mi hermano, que también es productor, se asoció para desarrollar la película desde un primer momento, y luego Tia se sumó a esta pequeña familia. Pero más allá de eso, las razones personales casi se explican por sí mismas. Es algo que veníamos viendo desde que asumió Donald Trump y muchas cosas comenzaron a sentirse realmente incómodas para varios grupos de personas en el país. Uno de nuestros mayores miedos, que se confirmaron casi de inmediato luego de su asunción, fueron los ataques a los derechos reproductivos en general y al derecho al aborto en particular. Así que este film, para nosotras, es un aporte a la discusión general, que le da una voz a estas mujeres y sus historias. Como realizadoras, Tia y yo sentimos que era necesario contar esto, que se sepa cómo eran las cosas en nuestro país cuando las mujeres no podían tomar sus propias decisiones”.

Lessin recuerda que, en su caso, “hace mucho tiempo que estoy involucrada en cuestiones ligadas a los derechos reproductivos, desde antes de comenzar mi carrera como realizadora. Y cuando Emma se acercó con este proyecto debajo del brazo, sentí que era una historia muy importante que debía ser contada, sobre todo por la coyuntura que estábamos atravesando”. Con un notable y enorme material de archivo y un formato tradicional de entrevistas, Janes: mujeres anónimas detalla cronológicamente la formación del grupo, su crecimiento como red conformada casi exclusivamente por mujeres, los cambios ocurridos cuando ciudades como Nueva York comenzaron a descriminalizar el aborto y el operativo policial que terminó con la detención de un puñado de las Janes, comienzo de un proceso judicial que podría haber derivado en penas de varias décadas de prisión, interrumpido y dejado sin efecto por la sentencia del caso Roe vs. Wade.

-¿Sienten que su película es hoy más relevante que hace algunos meses, cuando tuvo su estreno mundial en Sundance?

Tia Lessin: - La verdad es que desde el mismo momento de la asunción de Trump sabíamos que esto podía llegar a pasar. Que iba a cambiar la composición de la Corte Suprema y que la mayoría se acomodaría a los deseos de la derecha cristiana. Lo demás no ha cambiado: sigue habiendo abortos y se sigue pidiendo que sea una práctica médica segura. Lo que ha cambiado es la Corte Suprema. La mayoría de la gente de esta país apoya el derecho a que las mujeres tomen la decisión por sí mismas. Todo esto lo vimos venir, aunque por supuesto no podíamos saber que iba a ocurrir justo cuando la película era estrenada online. En el mismo mes. La gente responde muy emocionalmente a la película, tanto antes como ahora; lo que ha cambiado es que muchos espectadores, mujeres y hombres, tienen miedo por lo que puede llegar a ocurrir de ahora en más. La película es una mirada hacia el pasado, pero también una ventana hacia el presente y el futuro.

Emma Pildes: -En Texas acaba de hacerse un referéndum público y la gente votó en contra de los cambios recientes. Lo cual demuestra que, más allá de las cuestiones religiosas y las ideas más íntimas, una gran mayoría entiende que, en el fondo, esto es una cuestión de salud pública. Es valorar la vida de las mujeres y sus decisiones personales. Los gobiernos van y vienen, pero permanece una estructura patriarcal.

T. L.: -Un alto porcentaje de las Janes eran católicas. Lo mismo muchas de las mujeres que pasaron por la red. Y muchas de las personas que hoy forman parte de los grupos pro-choice (N. de la R.: a favor de la posibilidad de poder optar por un aborto) son católicas. No es un tema religioso, simplemente ha sido secuestrado por la extrema derecha de nuestro país y es utilizado como un tema religioso.

Muchas Janes fueron detenidas, pero el caso Roe vs. Wade hizo caer sus causas.

-¿Alguna vez pensaron que la película podía hacerse sin la participación directa de “las Janes”, o era una condición necesaria para el proyecto?

E. P.: -No, nunca manejamos la idea de hacer una película sobre ellas pero sin ellas. Creo que el mayor poder del film es su presencia. El hecho de que puedan contar, en primera persona, el miedo y la sensación de aislamiento de aquellas mujeres a las que ayudaron. Contar como apoyaron a chicas de diecinueve años luego de que el sistema de salud y el gobierno les fallaron a la hora de considerar el valor de sus vidas. Esos relatos no se pueden “fabricar”. La participación de las Janes fue realmente un regalo, y una responsabilidad que tomamos muy en serio. Dejar que sean ellas mismas las que cuenten qué sintieron, lo asustadas que estabas. Qué era ser una mujer en este país en aquellos tiempos. Por eso es tan aterrador lo que puede llegar a ocurrir de ahora en más, porque la revocación del caso Roe es apenas el Big Bang.

-¿Fue difícil contactarlas y que accedieran a participar? En particular porque, en más de un caso, era la primera vez que contaban su historia públicamente.

T. L.: -Varias de ellas jamás habían hecho públicas sus historias. Incluso algunas ni siquiera se lo habían comentado a sus familias. Una de las Janes llamó a sus parientes unas semanas antes de la premiere en el Festival de Sundance para contarles lo que había hecho cincuenta años atrás, para que no se sorprendieran al ver el documental en la televisión. Ayudó mucho el hecho de que tanto Emma como Daniel, su hermano, conocían a un puñado de las Janes, que a su vez ayudaron a contactar al resto. Ninguna de ellas quiso transformarse en heroína o recibir congratulaciones; simplemente hicieron lo que consideraban apropiado: intentar salvar la vida de las mujeres. Creo que muchas de ellas consideraron el momento político que estábamos atravesando, que era un buen momento para contar su historia, en parte para inspirar acciones directas en otras personas. Algo que es muy necesario hoy. Por ejemplo, distribuir pastillas abortivas en aquellos lugares donde es ilegal o ayudar a cruzar de estado a las mujeres.

-¿Cómo fueron hallando la forma final de la película?

-En mi opinión, los documentales encuentran su forma, casi en su totalidad, en la sala de montaje. Por supuesto, una previsualiza muchas cosas, entre otras razones para poder hacer las preguntas correctas durante las entrevistas. A lo largo del rodaje llegamos a comprender cabalmente qué significaba esta historia en el contexto de los Estados Unidos de esos tiempos. Las cosas que cambiaron y lo que sigue igual, a pesar de haber transcurrido medio siglo. Muy temprano en el proceso tomamos la decisión de contar esta historia del pasado y no relacionarla directamente con lo que ocurre hoy, porque creemos que los espectadores son lo suficientemente inteligentes para hacer esa conexión. Hay que aclarar que toda la filmación fue hecha durante la pandemia, así que nada fue normal. La mayoría de las mujeres son septuagenarias y, por lo tanto, corrían un riesgo alto, así que fuimos muy cuidadosas. El otro elemento central de Janes, además de la participación de las mujeres, es el material de archivo. Fue un trabajo muy duro de investigación y recolección, y el hecho de mirar y escuchar ese material alteró la forma final de la película. En el terreno documental hay que ser flexible y dejarse llevar por lo que surge.


(Imagen: Sandra Cartasso)


El ejemplo de la marea verde

“Fue legalizado a finales de 2020, ¿no es cierto?”. Tia Lessin conoce a la perfección los cambios en el estatus legal del aborto en la Argentina, y reconoce el color verde de los pañuelos como un símbolo internacional de la lucha por los derechos reproductivos. “Este es un momento muy importante. También ocurrió algo similar en Colombia, y en México fue descriminalizado. Irlanda es otro caso reciente. Así que lo que acaba de suceder en los Estados Unidos es un gran retroceso. Lo cual demuestra que no hay que dar por sentadas las cosas, la lucha siempre continúa. Va de suyo, pero no hay que dejar de repetirlo: la criminalización del aborto, como lo demuestra la Historia, no hace que las mujeres dejen de abortar. Simplemente hace que las mujeres no puedan acceder a un aborto seguro. No sé cómo era en Argentina antes de 2020, pero estoy segura de que las mujeres sufrían por no tener un acceso a la salud adecuado, y que muchas de ellas morían. Nuestro miedo es que todo eso vuelva a suceder en nuestro país. Porque, además, es algo que afecta no sólo a quienes quieren terminar con un embarazo, por las razones que fuere, sino también a las mujeres con embarazos de riesgo o las que sufren abortos espontáneos y no son recibidas por el sistema de salud. Todo esto afecta a mucha gente. Así que felicitaciones por las nuevas leyes en Argentina; que no haya nunca una marcha atrás como la que acaba de ocurrir aquí. Y una advertencia: para que un derecho no sea quitado, hay que estar muy atentos”.