El tango vuelve al barrio cumple 15 años y su impulsor, Hernán “Cucuza” Castiello alienta festejo por partida doble. Este miércoles la cita es a las 20 en el Teatro 25 de Mayo (Triunvirato 4444) y el sábado a las 20 la celebración se traslada, corte de calles incluido, a las puertas del mítico bar El Faro (Pampa y Constituyentes, en el barrio porteño de Villa Urquiza), el lugar donde desde hace década y media comenzó el ciclo. En ambas fechas el cantor estará acompañado por su “Trío Inestable” (Noelia Sinkunas, Nicolás Perrone y Mateo Castiello), además de invitados sorpresa.

-¿Qué balance hacés de estos 15 años de El tango vuelve al barrio?

-No le veo puntos flacos. Ya decir que fueron 15 años es en gran parte hacer el balance. 15 años no dura casi nada hoy, desde una relación amorosa a un electrodoméstico. Todo tiende a no durar. Si nos ponemos a pensar que es un ciclo de tango, que no está bancado, que es autogestivo. Hasta no hace tanto tiempo yo mismo pegaba los afichitos en la calle. Después, el Faro no está en un lugar céntrico ni mucho menos, no tiene un costado for export, aunque los extranjeros que quieren conocer un tango un poco más de raíz, vienen al barrio. Y me pongo a pensar que encima de todo eso la gente vino y creció en cantidad, que conocí gente amiga, que funcionó como semillero de nuevos cantores y cantoras, nuevos músicos, que un poco gracias al ciclo salió la declaración de El Faro como bar notable, aunque lo merecía de antes. O que tocaron desde Mederos, Colangelo o Podestá hasta los más reocnocidos de la generación actual, y que se hayan empezado a darse a conocer los que no eran tan conocidos, eso hace el balance más que positivo.

-¿Cómo fue esa relación con el Faro?

-Haciendo el paralelo con una relación entre personas, te puedo decir que fue de enamoramiento. Yo soy vecino y era de pasar muchísimo y, como vos podés mirar a una mujer que te gusta, yo miraba al Faro. Y decía “qué lástima que no se haga tango en este lugar”. E inmediatamente vinieron las ganas de ser yo ahí. Después se consolidó la relación al punto de que con el tiempo, si bien el título siempre fue “El tango vuelve al barrio”, se agregó el “Cucuza y el Faro”. Como una especie de subtítulo, como un refuerzo de esa relación. Los lugares los hacen las personas, la gente que lo habita, lo trabaja, lo vive. Pero sin dudas El Faro tiene una mística y una belleza para todos los que amamos la cultura popular. Eso tiene que ver con ese enamoramiento, que sigue ahí todavía. A partir de ahí todo lo bueno que me pasó, de alguna manera llevo esa relación a donde vaya.

-¿Te imaginás al Cucuza cantor de hoy sin la existencia de ese ciclo?

-Sin dudas que el ciclo fue un antes y después en mi vida de cantor. Sin dudas se abrieron mucho las cosas, me hice más conocido en el mundo del tango, de la música. Si ese cantor que empezó ahí hoy es más querido y reconocido, en grandísima parte fue gracias al ciclo. Mi esencia la encontré cantando ahí. Entonces llevo el ciclo y el Faro a cualquier lugar adonde vaya a cantar: sea otro bar, un teatro o un sitio más grande: Niceto, La Tratienda, Galpón B o festivales grandes

-Cuando estabas gestando el ciclo, ¿te imaginabas lo que iba a pasar? Parafraseando al Gordo Alorsa, ¿te lo leyó una gitana?

-Para nada pensaba en llegar a 15 años. Anhelaba que le fuera bien. De movida siempre tuvo buena respuesta y fue auspicioso para pensar a futuro, pero nunca esperé tanto.

-¿Te imaginás al tango de hoy sin El tango vuelve al barrio? ¿Qué le faltaría, además del propio ciclo?

-Siendo honesto, sí me lo imagino sin el ciclo. Pero porque tengo una idea muy personal sobre la inmortalidad del tango, que creo que está en su pasado. De Gardel a todos los grandes de todas las épocas, a mí manera de entender lo dejaron parado para siempre al tango. Y claro que me gusta pensar en un tango con futuro y más, con presente. Pero más allá de imaginármelo, reconozco que el ciclo por lo menos arrimó a la gente del barrio y logró que el tango tuviera su identidad en esa esquina. El ciclo sí consiguió traer esa tradición del tango en bares. Cuando empecé éramos un dúo y eso en un punto fue revolucionario. El ciclo devolvió una simpleza de ir al hueso del tango. En el Faro no hay escenario. La gente está ahí, cercana. Entonces reconozco algunos porotos que el ciclo ha renovado.

-Bueno, el tango ya volvió al barrio... ¿y ahora qué? ¿Cómo sigue esto?

-Mucha gente decía que era un rótulo pendenciero. Me pasaban esa factura. Pero quiero aclarar que siempre estuvo más inspirado en una expresión de deseo que de certeza. Lo que sí, realmente en esa esquina del Faro, si bien adentro había un espíritu tanguero, a la vista y los oídos, ahí no se hacía tango. Y lo que viene después ya está pasando. El futuro llegó hace rato. A mí me siguen llamando de la “nueva generación del tango”. Que por un lado es cierto, porque soy joven dentro de la larga historia del género. Pero por otro yo empecé a cantar a los 5 o 6 y ya tengo 53. Que me sigan diciendo “de la nueva generación” me deja pensando. Pero por suerte yo sé que detrás de mí, de Julián Peralta, Acho Estol, el Chino y tantos otros, Lucero, Ardit, el Cardenal, sé que hay una generación que ya está. Esa que empezó a resurgir justo antes del 2000 y no fue moda, y siguen surgiendo cantores, compositores, músicos, bailarines y bailarinas. Sí me gustaría que esa generación pegue el salto, nos emparde y nos pase. Es un deseo grande, algo está pasando, pero espero un nuevo sacudón.