Setenta y seis, ese año fatídico, es la edad que por un día no llegó a cumplir; una poeta muere y queda un eco sonando, una conversación interrumpida. La poesía de Estela Figueroa (1946-2022), si las reediciones ayudan, seguirá conversando con los versos de Juan Manuel Inchauspe, cuya poesía completa por UNL Ediciones ella dirigió y prologó en 1994. Como él: santafesina, pesimista sobre el propio poder ante el lenguaje poético y cautelosa respecto del lenguaje poético mismo, Estela Figueroa nos deja sin embargo una obra dura y fulgurante de donde asirnos, aunque el poema sea nombrado en su obra como lo que resplandece inasible: "Lejos parece que algo brilla: ¿será el poema?", cantó con un humor que sólo puede cabalmente descifrar quien conozca su sonrisa.
La mirada poética de Figueroa era una escritura de cámara por los tiempos muertos y los espacios vacíos entre las cosas, trazando apuntes de lo cotidiano y registrando, en el plano secuencia del poema, esa zona invisible donde el yo y el mundo desdibujan sus límites. Artista secreta, moderna poeta de su tiempo, Figueroa tomaba apuntes de lo ínfimo para hacer reverberar allí la gran historia, las grandes catástrofes. Y, también, para poner a prueba la experiencia misma del propio lenguaje poético. En su poesía, el horror de la dictadura del '76 retorna en un miedo súbito que parece absurdo; unas fotos familiares perdidas o un par de zapatillas condensan la devastadora inundación de 2003. Nadie habló como ella de lo grande y lo tremendo, lo colectivo y político, a través de lo mínimo. Nadie como ella escribió sobre -y en, y desde- este país de la eterna crisis y este litoral de olvido, de olvidadas, de olvidados. Nadie más pulsó la cuerda de lo banal dando a sentir la vida con ese patetismo firme de la parquedad. Su figura retórica es la sinécdoque, la metonimia de la parte por el todo. Una sinécdoque, diríase, estructural. Toda la imagen poética está ahí para decir dónde se encuentra, de dónde viene, de qué naufragio. Y lo dice en los finos bordes de silencio que se irisan en torno a las palabras.
Cuesta escribir sobre ella. Da miedo. Miedo a que nos lea y se ría de todo lo que sobra. Miedo a caer en el delirio, a incurrir en una retórica vana. Ganas de medir lo que se dice, como ella lo hubiera hecho, pesando cada frase en la balanza contra lo inmenso y real. Escribir, por ejemplo, "la inscripción de la subjetividad en lo histórico", ¿es dar cuenta de su obra o es darle manija a la máquina de humo? No quedan más mujeres así, poetas así, capaces de poner un verso en el platillo y que equilibre el peso de todo el silencio.
Fue testigo de la vida de Inchauspe y editora de su obra; fue esposa de Edgardo Russo y madre de dos hijas. Teniendo todo el talento necesario para ocupar el centro, lo que la definió fue el haber sido desplazada, denuncia que hacía desde los títulos de sus libros: La forastera, El hada que no invitaron. Dijo sus verdades sin énfasis. Sin grandilocuencia, escribió que un hombre "Cuando amanece es un reflejo dorado/ sobre la cama donde se toma café. / Y es agradable el olor que deja. / Dura todo un día. / Pero no toda la vida. / Luego hay que descansar". Coordinó talleres literarios en una universidad y en una cárcel; dirigió la revista La Ventana, (Dirección de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral); publicó crónicas, compiló ensayos, colaboró en el diario El Litoral y fue traducida al italiano. Publicó, en poesía, Máscaras sueltas (1985), A capella (1991), La forastera (2007), Máscaras sueltas/ A capella (UNL, 2009) y El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016. Además publicó, en periodismo y ensayo, El libro rojo de Tito (1988) y Un libro sobre Bioy Casares (2006). ""Estela Figueroa nació bajo el signo del León y del Perro en 1946 en la ciudad de Santa Fe, donde aún sobrevive", decía la solapa de 2009.
Ya no sobrevive; desde el 11 de agosto, sólo perdura. Deja estela en su obra y a través de su influencia en la poesía actual y venidera. Aún existe en la memoria de quienes la amaron. Nos ha dado una poesía radiante de luz y de crudeza, de síntesis y de verdad.