Pese a que su duración fue de tan sólo tres días, el último conflicto en Gaza tuvo importantes consecuencias políticas para Israel, los territorios palestinos y, en general, para todo Medio Oriente.
Las Fuerzas de Defensa de Israel comenzaron la Operación Amanecer con ataques aéreos en la franja de Gaza el viernes 5 de agosto y afirmaron haber eliminado con éxito al comandante Khaled Mansour y al comandante superior Tayseer Jabari.
Aunque sostienen que los ataques aéreos fueron después de que la Yihad Islámica disparara cohetes contra el territorio hebreo, los habitantes de Gaza alegaron, en cambio, que el baño de sangre había sido iniciado por los bombardeos israelíes. Hubo un total de 44 palestinos muertos durante toda la Operación: según la inteligencia israelí, varios de ellos alcanzados por los misiles disparados por la organización insurgente.
La Yihad Islámica es una organización establecida en 1981 con el objetivo de construir un estado independiente e islámico en Palestina con fronteras que se remontan a 1948, el año en que se fundó Israel. Desde un inicio contó con el apoyo de Irán, lo que se refleja en un creciente financiamiento dedicado a profundizar su labor social, ampliando así sus bases en detrimento de Hamas, en el gobierno de Gaza desde 2007.
De acuerdo a distintas interpretaciones, Hamas no buscó involucrarse en un nuevo conflicto como el de mayo de 2021, lo que en ese momento le significó amplios costos políticos y económicos. De igual modo, Hamas habría encontrado una coyuntura ideal para debilitar a un rival en franca expansión debido al inevitable desgaste, a la creciente burocratización y a la falta de respuestas concretas frente a los acuciantes problemas sociales existentes en Gaza.
No sin cierta ingenuidad, las bases de la Yihad Islámica creyeron hasta último momento que Hamas haría prevalecer un sentido solidario para acudir en su defensa. Sin embargo, también era sabido que, al menos entre los mandos de ambas organizaciones, el diálogo resultaba infrecuente desde hace varios años: las comunicaciones, cuando eran imprescindibles, se realizaban entre contactos con actuación en Egipto y en Qatar.
Según distintas fuentes, la conducción de Hamas también estaba preocupada por la creciente cooperación entre la Yihad Islámica y otros grupos políticos dentro de Gaza, como la facción Fatah, el Frente Popular para la Liberación de Palestina, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina e, incluso, pequeños agrupamientos inspirados en el Estado Islámico.
Concluida la reacción israelí, pudo establecerse como una de las primeras conclusiones que la capacidad de la Yihad Islámica había sufrido un revés de importancia por la eliminación de varios altos mandos militares y por el tremendo daño causado a su arsenal. Según el discurso de la organización, Israel había cumplido con su principal objetivo, no sólo mediante la represión sino también provocando los enfrentamientos internos en las filas palestinas.
Ante el conflicto creciente entre el gobierno israelí y la Yihad Islámica, Hamas adoptó en cambio una postura distante, ajena a la intervención directa, que fue saludada como “madura” por parte de algunos gobiernos de la región y también por las Naciones Unidas. Determinadas fuentes incluso daban cuenta de que había sido por presión directa de Hamas que la Yihad aceptó la tregua y el momentáneo fin del conflicto.
Sin embargo, desde Israel, la desconfianza a Hamas no ha disminuido en ningún momento. Desde el gobierno israelí suponen que, si bien intenta preservar el orden en Gaza, el próximo objetivo de Hamas sería fortalecerse en Cisjordania, regida por Mahmud Abbas, de 87 años, y por la Autoridad Palestina, golpeada por distintos casos de corrupción y envuelta en una dura batalla interna por la elección del sucesor del presidente.
Así, la intervención israelí fue altamente redituable para Hamas: no sólo golpearon a la principal organización rival, sino que, además, y de manera indirecta, también lo hicieron al gobierno cisjordano, preparando las condiciones políticas para su próximo reemplazo.
Aunque encapsulada en el pequeño territorio de Gaza, las repercusiones internacionales del enfrentamiento no se hicieron esperar, más aún, debido al sostenimiento político y económico de la Yihad por parte de Irán. En este sentido, las Guardias Revolucionarias chíitas presentes en Siria y El Líbano, lo mismo que la organización Hezbollah, están pendientes de cualquier nuevo movimiento llevado adelante desde el gobierno israelí.
Aunque su intervención en Gaza pudo considerarse fallida, Irán recuperó visibilidad en un territorio siempre complejo y en momentos en que las principales potencias discuten las posibilidades de un nuevo acuerdo de desarrollo nuclear y la provisión de petróleo a un mercado cada vez más convulsionado debido al actual conflicto en Ucrania.
En este sentido, el cálculo efectuado desde Teherán fue doble. Por un lado, verificar hasta dónde podía llegar en su apoyo a la Yihad Islámica sin por ello cortar el diálogo con las potencias occidentales. Por otro lado, volver a posicionarse como un actor con presencia internacional luego de la gira de Joe Biden por Medio Oriente y del fortalecimiento de la alianza entre Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita.
Mientras tanto, en Israel, el conflicto resultó útil para consolidar al actual primer ministro, Yair Lapid, en medio del contexto electoral en el que se encuentra embarcado el país, con nuevas elecciones parlamentarias (las quintas en cuatro años) que tendrán lugar en el próximo mes de noviembre.
En este contexto, no resultaría extraño que el actual ministro de Defensa Benny Gantz declinara su actual candidatura para apoyar a Lapid, su rival, y de ese modo, intentar impedir que retorne al poder Benjamin Netanyahu y, junto con él, los sectores económicos más concentrados de la sociedad israelí y la derecha religiosa expresada en los partidos aliados.
Hasta el momento y por muy poco, los números siguen siendo favorables al exprimer ministro, aunque sus oponentes, representantes de un nuevo frente “político-militar”, confían en que la buena ponderación de la Operación Amanecer se traduzca en votos en los próximos meses.
Mientras tanto, la región asiste expectante a un incremento en la tensión entre Israel e Irán que podría derivar en nuevos enfrentamientos y conflictos en un corto plazo.
Daniel Kersffeld es doctor en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Investigador CONICET-Universidad Torcuato di Tella.