En la tarde del martes, expresas y presos políticos y familiares de los fusilados durante la Masacre de Trelew se reunieron para recordar el quincuagésimo aniversario del hecho. El encuentro se realizó en la exsede del partido justicialista de Caballito y contó con la presencia de representantes de organismos de derechos humanos. Al finalizar el acto se colocó una baldosa conmemorativa. La jornada se enmarca en una serie de homenajes que se realizan en los días previos al 22 de agosto.
Cinco décadas pasaron de ese agosto trágico. Donde ahora hay un estacionamiento que intenta aliviar el caótico tránsito de Caballito, en aquel entonces funcionaba la sede del partido justicialista. Aquí velaron a tres de los 16 militantes asesinados durante la Masacre de Trelew: Ana María Villareal de Santucho, María Angélica Sabelli y Eduardo Cappello. El 24 de agosto, mientras despedían a sus compañeros, los asistentes fueron desalojados por la Policía Federal, en un hecho que recrudeció la violencia ejercida por el gobierno de facto. Algunos de los hoy presentes aún recuerdan ese día: “Nosotros corrimos hasta una casa acá a la vuelta, donde nos dejaron entrar”, recuerda una exmilitante, ahora devenida en vecina del barrio.
El primero en hablar durante el acto fue Fernando Vaca Narvaja, líder de Montoneros durante la fuga. Se refirió a las víctimas de la masacre como “héroes de Trelew”, y remarcó el “miedo a los cuerpos de nuestros compañeros” que tienen los sectores dominantes del país, en referencia a las maniobras de intimidación que los gobiernos militares ejercían, aún después de realizar los asesinatos. Sin embargo, recordó que “ellos están donde deben estar: en prisión, y ojalá por muchos años”.
También sostuvo que la masacre de Trelew se enmarca en una serie de “artimañas” que llevó a cabo la dictadura de Lanusse al ver que no podían contener a los movimientos populares. Para Vaca Narvaja, una de ellas fue la proscripción de Perón. Un hecho que tiene su continuidad, afirma, en el intento de proscribir a Cristina Fernández de Kirchner, a través del lawfare que llevan adelante los grupos concentrados del mercado. Y convocó a la militancia a “recuperar el espíritu de los compañeros de 1972 y el legado de unidad”, para impedir que “ellos puedan volver en 2023” a pesar de las “inquietudes que tenemos sobre la gestión de nuestro gobierno”.
Mientras, continuaban llegando personas al acto. La entrada al estacionamiento se interrumpió por una multitud que se estrechaba y se vuelvía a expandir cada vez que ingresaba un vehículo. Muchos de los asistentes recordaron su paso por la sede del PJ medio siglo atrás. Entre ellos y los afiches que relataban el oscuro episodio de la historia argentina, siguieron pasándose el micrófono los protagonistas. Celedonio Carrizo fue parte del grupo de presos que no llegó a fugarse aquel 14 de agosto. Sin embargo, dio algunos detalles de cómo se organizó el escape. Contó que la estrategia de “cuadros mezclados” consistió en que militantes de diferentes agrupaciones colaboraran en conjunto. Y sostuvo que, a pesar de las diferencias, “nos definió que había un proyecto nacional, popular y revolucionario”. Por eso, y en línea con Vaca Narvaja, remarcó que hoy también “nos encuentran juntos en un proyecto nacional. Las diferencias no nos enfrentan, nos enriquecen”.
Uno de los momentos más emotivos de la jornada fue el testimonio de Ernesto Jauretche, responsable del local donde llegaron los féretros, ya que era el único miembro del Consejo Nacional del partido presente. “Todo esto estaba lleno de compañeros, silenciosos, buscando una respuesta. ¿Qué hora es esta, es la hora de la resignación o de la pelea?” Antes de que llegara la Guardia de Infantería de la Policía Federal, un pequeño cónclave de militantes decidió realizar la autopsia de sus compañeros y así adjuntar fotos al expediente judicial. Con las herramientas que traían de sus trabajos, se dispusieron a abrir los ataúdes para buscar los orificios de bala. La crudeza del relato de Jauretche entrecorta su voz: “La bala entró por la boca, gritó seguramente”. “Villareal tenía varios disparos, ninguno en la barriga”. A Capello “no hacía falta ni mirarlo, tenía como 15 o 20 balazos”.
El comisario a cargo del operativo, Alberto Villar, les dio una hora para desalojar. La multitud que había concurrido “ya no lloraba, sangraba, de odio, de dolor, de frustración, salieron a pelear”, relató Jauretche. Y finalizó con una reflexión: “Para eso sirvió todo esto, para que sigamos peleando”.
El encuentro convulsionó la ya agitada avenida La Plata en hora pico. La mano hacia el norte está ahora completamente cerrada. Teresa Parodi intercala poemas entre los testimonios. Uno de ellos, escrito por Alejandro Martín Almeida, desaparecido en 1975. Tenía, según Taty, presente en el encuentro, 17 años al momento de escribirlo. En nombre de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, la referente dijo: “Se demuestra con los hechos, no con las palabras, que se sigue luchando por la Memoria, la Verdad y la Justicia legal, nunca por mano propia”. Y recordó que “la única lucha que se pierde es la que se abandona”.
También estuvieron escuchando los testimonios los senadores Carlos Alberto Linares y Oscar Parrilli, y el diputado Daniel Gollán. En un momento del acto, Parrilli tomó brevemente la palabra para expresar “el acompañamiento de Cristina Fernández de Kirchner” a los presentes.
Por su parte, el docente y director nacional de derechos humanos en el Ministerio de Defensa, Eduardo Jozami, afirmó a este medio que “es una fecha que tiene un significado muy profundo para el pueblo argentino. Ya sabiendo de la imposibilidad de frenar al movimiento popular por el retorno de Perón y la vuelta de democracia, la dictadura apeló a las formas más brutales de represión”. Y sostuvo que “de algún modo, Trelew es un anticipo de lo que va a ocurrir de forma mas organizada en 1976. Nos mostró hasta dónde estaba dispuesta a llegar la dictadura y los sectores que la apañaban”.
A su turno, Raquel Camps, hija del sobreviviente Alberto Camps, y Eduardo Cappello, sobrino del fusilado Eduardo Cappello, relataron cual fue el camino jurídico para lograr la condena civil del exmarino Roberto Bravo en Estados Unidos. Para Cappello, el homenaje es también una ocasión de festejo, ya que “llegamos, por primera vez, con todos los responsables de los genocidios que cometieron la noche del 22 de agosto, con algún tipo de sentencia”.
Roberto Guillermo Bravo, refugiado en Estados Unidos desde 1972, fue hallado culpable en una corte en Florida el mes pasado, como corolario de la denuncia presentada por los familiares de las víctimas de Trelew, apoyadas por el CELS y el Center for Justice and Accountability (Centro para la Justicia y la Rendición de Cuentas).
Al respecto, Marian Pujadas, sobrino de una de las víctimas de la masacre, dijo a Página/12 que “lo que paso con Bravo es increíble. Se lo rastreó en Estados Unidos y recién ahora se le pudo hacer juicio. Eso es la frutilla del postre para estos 50 años de la masacre”. Luego se corrige: “la frutilla del postre sería que lo extraditen”. El juicio civil es el paso anterior a que le revoquen la ciudadanía estadounidense y pueda volver a la Argentina a ser enjuiciado. “Es un fallo histórico”, sostiene Pujadas. Y agrega: “Con el tiempo la gente de acá y afuera se va a dimensionar lo que se logró hacer. Que se enjuicie a una persona por delitos de lesa humanidad en el extranjero, con un jurado extranjero”. Por otra parte, señaló la importancia que tienen estos días para su historia personal, ya que el 14 de agosto de 1975, el comando Libertadores de América ingresó a la casa de la familia Pujadas y secuestró a varios de sus familiares: “El domingo fue el aniversario de la muerte de mi familia”, sentenció.
Bravo dijo, al sentarse frente a los jueces en Estados Unidos: "Hace 50 años que no pensaba en esto". Aquí, en el lugar donde se hallaba la sede central del Partido Justicialista medio siglo atrás, familiares y expresas y presos políticos se reunieron para mostrar lo contrario.
Informe: Diego Castro Romero