El 11 de agosto se celebró en Salta el Día de la copla, en homenaje al nacimiento del maestro, poeta y compositor salteño Ariel Petrocelli, entrañable hacedor de coplas.
Quien estuvo a su lado durante todo ese tiempo, fue su compañera Isamara, también maestra, quién continúa el legado que los enamoró en los Valles Calchaquíes salteños. Con ella dialogó Salta/12.
En la conversación, la poesía cantada se fue haciendo presente desde el primer recuerdo, como aquel de los primeros días de marzo de 1959, cuando ella y Petrocelli viajaban como maestros a Cachi, en los Valles Calchaquíes, para llevar adelante el proceso de inscripción para el nuevo ciclo lectivo. “Justo al pie de la Cuesta (del Obispo) vimos a un señor cantar una copla", contó.
“Nos acercamos a preguntar y nos dijeron que era Arjona”, dijo Isamara, recordando el canto que el hombre les regaló en ese momento: “Apenitas soy Arjona/ nombre que no se ha'i perder/ aunque lo tiren al río/ sobre la espuma ha'i de volver”, versos que trascendieron en la Vidala del nombrador, de Jaime Dávalos. Para ese momento, se terminaba el tiempo de Carnaval y los copleros cantaban sus últimas coplas, lo que significó un “gran impacto” para ellos.
“Cuando llegamos a Cachi, era toda una algarabía de coplas porque todos -quienes más, quienes menos- estaban cantando sus coplas”, recordó Isamara. Ahí conocieron al bandeodonista Mario Luna, que mientras tocaba su música, tenía a los copleros alrededor cantando. “Era una maravilla realmente”, dijo, recordando que los versos se referían a la actualidad del pueblo, a sus necesidades, al momento artístico, “a la ansiedad de lo que querían ser en la vida, a lo que les faltaba”.
Desde ese momento, ambos empezaron a indagar en la copla que se vivía en Cachi y el resto de los valles. Así fue que tomaron conocimiento de que una mujer que trabajaba en la pensión donde ellos se quedaban también sabía de coplas. “En ese tiempo, el coplerío era muy hermoso, muy alto y muy testimonial”, como el de Arjona, señaló Isamara.
“La copla era para nosotros una identidad, más allá de donde venga su origen”. En ese sentido, Isamara consideró que, en comparación con la actualidad, se desfiguró un poco el sentido de graficar lo actual, y con ello, mostrarlo como un arma de resistencia. “Últimamente la hacen muy humorística”. Si bien dijo que cuando conocieron más en profundidad la copla, también encontraron que había humor; “ese humor era con conocimiento de lo que se decía y no solamente para hacer reír. Era un humor para pensar”.
El interés por la copla vallista no fue solamente de parte del matrimonio cantor, a Eduardo Falú y Juan Carlos Dávalos también les gustaba escuchar ese material musical. Para ese momento, Petrocelli no escribía, sólo tocaba algunos acordes en la guitarra y junto a Isamara se daban "maña" para cantar. “Nos interesamos mucho por la copla, por escuchar los mensajes, porque realmente eran importantes”, recordó.
Ese interés siguió incluso cuando formaron un dúo artístico, con el que realizaron un ceremonial de la copla en su honor. El primer homenaje que hizo Petrocelli quedó en la canción de El Seclanteño: “allí puso lo que había conocido de la copla”, dijo Isamara. Desde ese momento empezó a tratar de escribir, “Parecía que estaba enloquecido porque tenía esa intuición adentro, esa vocación, y le salió en Cachi”.
La obra más conocida del compositor salteño es el El Antigal, cantada por grandes músicos, como Abel Pintos y Los Carabajal. En esa poesía “la copla está puesta en el sentido más importante de lo ha sido el nacimiento de la cultura” incaica, pues para Isamara, su esposo “estaba esperando el momento para que explote su creación poética”. Así fue como el matrimonio siguió incursionando en la vida artística como un juego, “Cantábamos porque nos gustaba mucho”, sin dimensionar que era un hecho económico también.
La copla desaparecida
La vida del matrimonio transcurría con normalidad, hasta el inicio de los crímenes de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y luego, el último golpe cívico militar, cuando “La copla empieza a ser prohibida”, lo que significó “mucha tristeza y susto”, porque se empezó a “desdibujar la vida en libertad, lo que era decir lo que uno pensaba y la lucha contra la miseria y el hambre del pueblo”.
Para ese tiempo, ambos habían recopilado un sinfín de coplas de los Valles Calchaquíes de Salta, pero que después “tuvimos que hacerlas desaparecer porque todo era prohibido”. No sólo se fueron las coplas de los valles que eran de inspiración para el poeta, sino que también tuvo que deshacerse de sus propios escritos. “Había muchos en papeles sueltos, pero los tuvimos que hacer desaparecer porque era mucha la persecución”.
En eso se perdió gran parte de las primeras creaciones de Petrocelli, y que hacían referencia a las “necesidades del pueblo”. A pesar de que los escritos fueron desapareciendo, la voz de las personas aún sonaba. Isamara recordó que en Cachi se escuchaba: “Aramburu, Aramburu, no hay laburo”. “La gente ponía su expresión al aire”.
Pero eso no impidió que el terrorismo de Estado “también corte con las ganas y aumente el miedo de la gente de ser señalados, puestos presos o desaparecidos”. “Desgraciadamente eso nos ha tocado”, lamentó Isamara, subrayando que la desaparición no sólo involucró a personas, sino también libros y canciones.
Eso provocó que el matrimonio también girara su puesta artística y la centrara en un espectáculo para niños y niñas. “Pero jamás en la vida dejamos de cantar en nuestras presentaciones la copla que habíamos aprendido y creado”. A Petrocelli le decían “Cante, cante compañero”, recordó Isamara.
Antes del golpe, tras la muerte de Juan Domingo Perón, “ya se veía todo mal”. “Todo eso llevó a que sintamos mucha tristeza porque también (los militares) habían ingresado a la casa de mi familia a revisar todo”, relató.
En la casa de Isamara no hubo allanamientos, “pero sí teníamos conocimiento que sabían” del pensamiento y las manifestaciones artísticas que del matrimonio. Para ese momento, ella era maestra alfabetizadora en una comisaría de Salta, dando a los adultos el certificado de sexto grado.
“Entonces me conocían como maestra. Pero sé que Ariel empezaba a gritar en Balderrama alguna copla contra del golpe militar, y los agentes le decían que se salvaba porque: 'es el marido de mi maestra'”.
Ariel Petrocelli falleció en 2010, y cuatro años después, su hija, la periodista Mónica Petrocelli, que ocupaba el cargo de legisladora provincial propuso un homenaje a su padre. Para Isamara, tenía que prevalecer su amor por la copla ya que era su identidad. “Entre los dos, él me decía que, a pesar de haber escuchado y aprendido, nunca iba a hacer una copla como los vallistos”, recordó.
Las últimas palabras de Petrocelli a Isamara fueron que, habiendo tenido tres hijos hermosos, “continúe con la escritura porque me decía que tenía mucho potencial”. Y así fue, Isamara sigue escribiendo hoy.