En distintas oportunidades hemos venido señalando el nexo innegable que existe entre comunicación y política, entre política y comunicación. En nuestro caso esta afirmación transita por una senda totalmente diferente a la idea de quienes sostienen que la vinculación anterior tiene que ver exclusivamente con el avance de la tecnología, el crecimiento de las redes sociales digitales y su influencia sobre la vida cotidiana de las personas y que es allí el único lugar donde se libran las batallas mediático culturales.

Si en términos sencillos pero también tradicionales por política se pueden entender las acciones colectivas encaminadas a orientar a la sociedad en un determinado rumbo, es inevitable pensar que va de suyo un sistema de relaciones humanas y culturales cuyo soporte es la comunicación. Es decir, modos de vincular y vincularse que son previos a cualquier mediación instrumental. Y ello, por cierto, sin negar ni desconocer la importancia y la incidencia actual de medios, redes y tecnologías.

Jesús Martín-Barbero (1937-2021) afirmaba en su texto “La palabra y la acción. Por una dialéctica de la liberación” (Edit. Javeriana, Bogotá, 2018) que “como fundamento y raíz de la socialidad, la comunicación viene a ser el tejido en el que se enlazan y anudan los hombres”. En el mismo sentido agregó que “de ahí que toda revolución es la búsqueda de una forma nueva de comunicación y que todo cambio que afecte a la comunicación ataca los cimientos de la convivencia”.

En ese párrafo del gran pensador ibero colombiano se sintetiza el doble condicionamiento que existe entre comunicación y política. En ciencias sociales nos hemos acostumbrado a referirnos al “relato” entendido como la estrategia de comunicación que narra los acontecimientos e interpela sentidos y emociones de manera tal de conmover a la ciudadanía para lograr adhesiones a una determinada posición política o una gestión de gobierno.

Es por demás evidente que la política necesita de la comunicación y que sin ella ni aún las mejores gestiones logran ser percibidas y reconocidas como tales por la ciudadanía convertida en audiencia política.

Pero también es caer en reduccionismo afirmar que la comunicación puede salvar lo que la política no construye, no hace, no ejecuta. La comunicación tampoco puede inventar lo que la política no genera.

Se trata además de percibir los teatros de disputa cultural comunicacional y adecuar a cada uno de ellos las estrategias y los instrumentos.

Existe el escenario mediático que Omar Rincón define como “la mediática del poder”, es decir “cuando los gobernantes diseñan y ponen en escena un nuevo pacto comunicativo/cultural/político que interpela al ciudadano como consumidor/televidente más que como sujeto/ciudadano; una política que enfatiza en el decir más que en el hacer y en el espectáculo más que en la ideología; un modo de gobernar desde la lógica de la confrontación melodramática entre buenos y malos. Así, gobernar se convirtió en dominar mediáticamente el relato de la hegemonía política”. https://alacip.org/cong13/381-rincon-7c.pdf Una afirmación que puede leerse no solo para el ejercicio del gobierno sino en general para la práctica de la política.

Pero hay por lo menos un segundo escenario comunicacional, no sujeto exclusivamente a la operación corporativa de los grandes medios tradicionales, que transcurre en el espacio de la comunidad, en la interrelación comunitaria, en ámbitos que son alternativos. Como bien lo señaló en su momento el educador y comunicador Jorge Huergo (1958-2014) se trata de estrategias basadas en el diálogo que potencian la palabra y la praxis popular y que permiten la expresión de “otras voces” más allá de las dominantes. Estos espacios vinculan claramente el campo comunicacional con el del trabajo político, impulsan y promueven el protagonismo popular reconociendo allí los conflictos, los antagonismos sociales, siendo también un escenario permanente de lucha simbólica.

Lo mediático instrumental tecnológico y lo comunitario son espacios distintos pero al mismo tiempo inseparables, que se atraviesan el uno en el otro y se inciden mutuamente para ir construyendo los sentidos perfomativos de las conductas ciudadanas.

Política y comunicación: múltiples atravesamientos e interdependencias, en el hacer, en el modo de gestión y en los escenarios de intervención.

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