La harina a punto de inflarse en el horno y una rivalidad incipiente ¿Qué historias inventarán esas mujeres mientras amasan en la cocina de una pastelería y juegan a ser, por un tiempo, enemigas?
Después llegará la amistad cómplice, siempre teñida de alguna competencia maliciosa porque en un pueblo no hay muchas posibilidades de entretenerse sino se tiene una predisposición natural o entrenada para contruir ficciones. Esa matriz que funciona como el principal legado de la obra de Manuel Puig (su mirada siempre dispuesta a capturar la escena cinematográfica, el momento donde nace una novela) es la inspiración del dispositivo dramaturgico que realizan Catalina Alexander, Elisa Bressan, Sergio Calvo, Nacho De Dantis y Malena Schnitzer en Impalpable.
Las tres mujeres de esta historia sobreviven a la fatiga pueblerina gracias a la invención que les ofrece el cine. Pero una de ellas, Blanca, se anima a hacer realidad todo aquello que las otras solo viven como parte de un sueño. Ese mundo donde Blanca pelea por convertirse en una estrella de cine en plena década del cincuenta es también un relato que Estela recibe desde las llamadas telefónicas que alimentan más esa ficción. La situación le pertenece a Estela y Lili en esa cocina que oficia, en realidad, como un detrás de la verdadera escena, esa que vive Blanca como protagonista.
Desde la suma de narraciones, aquí convertidas en diálogos ágiles, en palabras como cuchillos que podrían formar parte de un duelo (en un pueblo chismoso y triste de la provincia de Buenos Aires hasta los vínculos más nobles son ásperos) devienen en aspiraciones y deseos. Lo más interesante de la dramaturgia de Impalpable (y de la dirección que realizan Calvo y De Santis) es que jamás se queda en la monotonía ni en la ilustración pueblerina, por el contrario, estas mujeres están ansiosas por embarcarse en aventuras, por ser otras, por ocupar el lugar de las estrellas de cine, por salir en alguna revista o apenas, tener una vida menos predecible que el resto de las mujeres que se cruzan a diario.
En Puig la ficción, especialmente esa que ocurría en la gran pantalla, era un impulso, no solo ensueño o evasión, sino la capacidad de despertar una potencia y una pasión en las almas alborotadas de las mujeres jóvenes que querían algo más que la cocina y algún futuro casamiento. Y es aquí donde el desempeño de las tres actrices logra conjugar en acción, en conflicto y también en desmesura lo que podría haber quedado solo en un clima bello y aletargado. Paula Manzone hace de Blanca una mujer intrépida. Siempre segura de su desempeño, sabe darle esa magnificencia, ese despliegue, esa contundencia para marcar también una distancia con los otros personajes.
Elisa Bressan captura a la perfección la época, su personaje se resuelve en gran medida, a partir de un conflicto interno, es la que tiene más secretos y un poco se deja ganar por la iniciativa de Estela, con quien termina estableciendo una alianza simple pero que no esconde cierta felicidad. Malena Schnitzer tiene a su cargo el personaje que articula los distintos planos del conflicto. Estela establece una historia en relación a Blanca y su viaje a la capital para convertirse en gran estrella, un viaje que Estela ayuda a concretar gracias a un dinero que le da bajo la promesa de ser rescatada de ese pueblo cuando su amiga triunfe.
Esa variable entre dos territorios le da al personaje de Estela un anhelo, una inquietud que se desparrama en varios frentes y que le otorga a la interpretación de Schnitzer una luminosidad que lleva a la identificación. La actriz hace de su criatura un ser voraz, capaz de entrar en todas las batallas que se le presentan, de animarse a todas las fantasías y de ver lo real con un desconcierto que ni llegará a aplastarla. Porque en Impalpable hay un objetivo que persiste y también un disfrute manso que se da en la cooperación entre mujeres bajo la certeza que van a poder seguir creando historias, que su imaginación es imparable
Impalpable se presenta los viernes a las 21 en Nun Teatro Bar.