"Comer mucho es poco femenino", "comer verduras es de mujer". "El café es solo de hombres", "el café cortado es de mujeres". "Como el alcohol fuerte es masculino, las frutas son para las chicas como los tragos dulces y coloridos". "Los hombres tienen más hambre y por eso repiten, las damas deben dejar algo en el plato para mostrar su mesura".
Estas fueron, entre tantas, algunas de las cosas que descubrió Vicky Murphy (@tubetabel) con su visión antropológica sobre la relación que tenemos con la comida. Pero además, en ese desciframiento sobre uno de los actos humanos imprescindibles, Vicky encontró la posibilidad de deconstruir los paladares para que todxs podamos ser más libres con los alimentos y disfrutarlos sin prejuicios. Pepas de garbanzos, ensalada de frutos rojos y cebolla, torta húmeda de papa y chocolate, brownies de porotos negros son algunas de las muchas delicias que dan testimonio de las posibilidades de transformación del gusto.
Por eso escribió un libro, no de cocina, sino de “hacerse la comida”, expresión entreverada con la que Agostina Mileo (@labarbiecientifica) resignifica el acto en cuestión de Vicky y advierte que lo que esta viajera, ex cineasta y por siempre cocinera propone no son tareas para hacer respecto de las ingestas, como ser vegana a nivel 5, comer esto o aquello y restringirse en lo otro, sino tomar un camino sin reglas, vinculado al placer y la libertad, el deseo y la decisión, creando para uno y todos a la vez.
Deconstruyendo el paladar es, además, un libro con recetas impensadas y por ello sorprendentes, una biografía feminista (la de la propia Murphy) y una serie de homenajes. A la novelista colombiana María del Mar Ramón: “Comer con placer es un derecho irrevocable y en eso también nos merecemos igualdad” (del libro Coger y comer sin culpa). A la sexóloga y activista corporal estadounidense Virgie Tovar: “El auténtico problema es que las mujeres no sentimos que podamos comer lo que queramos o vestir lo que queramos o vivir como queramos y, sin embargo, nos cuentan -y creemos- que podemos arreglar esta crisis existencial si controlamos el tamaño de nuestras raciones (del libro Tenés derecho a permanecer gorda). A la intelectual feminista bell hooks, también estadounidense: “Son las comunidades las que permiten que la vida continúe, no las familias nucleares o la pareja, por no hablar del rígido individualismo. No hay mejor lugar que la comunidad para aprender el arte del amor” (Todo sobre el amor). A la investigadora australiana Natalie Jovanovski: “El desmantelamiento del sistema estructural, consumista y patriarcal de la comida y la alimentación no es una tarea fácil. De hecho, será necesario un cambio de conciencia y un fortalecimiento de los movimientos políticos comunitarios enfocados en la importancia de la comida y la alimentación” (Digiriendo feminidades. La política feminista de la cultura contemporánea de la comida).
Vicky Murphy, una de las cocineras con mayor crecimiento en Instagram de los últimos tiempos, incluye en su flamante libro más de sesenta recetas veganas y vegetarianas, cien por ciento a base de plantas. Son sabores, colores, texturas que desarman el preconcepto social y de género, que llamamos gusto y que nos habilitan a desayunar con brócoli o ponerle pimienta a la banana sin tener que relegar lo rico a situaciones especiales y animándose a improvisar.
La cocina como laboratorio
Ella cuenta que desde muy chica amó el mundo del cine, que a los dieciocho años se fue de mochilera a Europa donde visitó la ciudad de Dublín, en el país de sus ancestros, y que en Barcelona comió unos profiteroles que fue “como saborear nubes”. Italia la encontró impaciente y regresó a la Argentina para estudiar Artes Combinadas, pero una serie de coincidencias y cierto tedio la llevaron a San Antonio de los Baños, Cuba, a 40 kilómetros de La Habana, para formarse en la escuela de cine que crearon Fidel Castro, Fernando Birri y Gabriel García Márquez (“todos varones”, señala). Allí, en su dormitorio (“la habitación 15”), discutía con sus compañerxs sobre el nuevo cine latinoamericano, el neorrealismo italiano y la Estética del hambre de Glauber Rocha, mientras armaba una cocina precaria y rendidora a la que todxs querían asistir “Hasta le decían El Paladar, que era el nombre que se les daba a los restaurantes armados en casas particulares de la isla”.
Pero el cine empezó a desilusionarla. Y el amor por la comida se avivó con fuerza. Volvió al país y encontró en Una historia social de la comida, de Patricia Aguirre, una idea que le calzó perfecto y fue directriz para delinear su cosmovisión como cocinera: “No hay genes ni fisiología de la lengua o de la nariz que expliquen el gusto. Prueba de la construcción social es el hecho de que diferentes culturas gusten lo que otras aborrecen, mientras que si el gusto fuera biológico sería universal”.
Para 2013 sus viandas en la oficina de la productora argentina donde trabajaba cosechaban suspiros: platos divertidos con vegetales, cereales, legumbres, carne o algún queso de calidad. Un auténtico festival de ingredientes. En 2017 cambió su vida cuando decidió crear Betabel, los almuerzos que preparaba y distribuía a pulmón, delicias veganas que ella no aclaraba por las dudas. Es que “esa palabra generaba rechazo”. Comenzó a dar clases, esparció su narrativa en las redes, intercambiando con otras personas experiencias sobre las formas de comer, configurando un mundo en el que diversidad, feminismo y comida conviven y se potencian.
Cada página de Deconstruyendo el paladar regala textos e imágenes gozosas que hacen agua la boca y confirman la idea de que hay pequeños gestos de la vida doméstica capaces de hacer dichosx a unx y a lxs demás.
Pizza de manzana
IngredientesPara la base
1 taza de arroz yamaní
¼ de harina de arroz
1 ½ taza de agua fresca
½ cucharadita de sal
2 cucharadas de aceite de oliva
2 cucharadas de aceite extra para la fuente
Para el armado
1 manzana
1 cebolla morada
4 tomates cherry
4 cucharadas de untable de cajú
Hojas de albahaca fresca
Sal y pimienta a gusto
Para el aceite de Kale
3 hojas de kale sin tallo
1 diente de ajo
Jugo de ½ limón
3 cucharadas de aceite de oliva
3 cucharadas de agua
Preparación
Poner en remojo el arroz en abundante agua por al menos 8 horas. Pasado el tiempo colar. Mezclar el arroz con agua fresca, la sal y el aceite de oliva y licuar o procesar. Se va a formaruna mezcla fluída. Agregar la harina y mezclar para integrar. En una pizzera de 26 a 28 cmponer el aceite y llevar a horno caliente durante 1 minuto y luego volcar la preparación dearroz. Hornear hasta dorar ligeramente, retirar y armar la pizza poniendo una capa de untablede cajú, láminas de manzana, tomates cherry en rodajas, cebolla cortada en finos aros. Agregar sal y pimienta a gusto. Llevar al horno por 10 minutos. Para el aceite de Kale procesar todos los ingredientes, una vez lista la pizza, terminar con hilos de aceite verde y hojas frescas de albahaca.