Esas vidas dedicadas a la lucha por la restitución de los nietos y nietas apropiados durante la dictadura provocan una fuerte empatía con esas mujeres de pañuelos blancos que trabajaron sin descanso, doblegando el esfuerzo, aprendiendo lo que desconocían, en busca de memoria, verdad y justicia. Las Abuelas de Plaza de Mayo son, junto a las Madres, los mayores símbolos de la dignidad humana que trascienden las fronteras de la Argentina. El cine nacional les ha dedicado numerosas películas. Y desde este jueves, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) junto a la institución que preside Estela de Carlotto presentarán el ciclo Cine por la Identidad, Abuelas 45 años, en el Auditorio de la Casa por la Identidad, ubicado en el Espacio Memoria y Derechos Humanos Ex ESMA (Av. del Libertador 8151, CABA).
La actividad se realizará entre agosto y noviembre e incluye una proyección por mes, con entrada libre y gratuita. La primera función será este jueves 18 a las 18, con la exhibición del largometraje de ficción La casa de los conejos, de Valeria Selinger, cineasta argentina radicada en Francia. Estarán presentes la directora de la película, representantes de Abuelas, autoridades del Incaa e invitados.
La casa de los conejos está basada en la novela Manèges. Petite histoire argentine, de Laura Alcoba, traducida al español en 2008 con el nombre que tiene el film. La novela está inspirada, a su vez, en hechos y personajes reales que formaron parte de la historia personal de Alcoba. La trama de La casa de los conejos aborda la historia de Laura (Mora Iramaín García), una niña que, a sus ocho años, debe aprender a vivir en la clandestinidad unos meses antes del golpe de Estado de 1976 y durante los primeros años de la dictadura cívico-militar hasta su exilio en Francia, dos años más tarde. Con su padre detenido, la pequeña debe huir junto a su madre Ana (Guadalupe Docampo), buscada por las fuerzas represivas, acostumbrarse a usar nombres falsos y a cambiar de residencias hasta que ambas se instalan en la "casa de los conejos", en La Plata, donde viven Diana (Paula Brasca), embarazada de tres meses, y su marido Cacho Mariani (Patricio Aramburu).
Allí funcionará la imprenta clandestina de la revista Evita Montonera, camuflada entre jaulas con conejos para despistar a quienes por allí pasen que en la vivienda se dedican a la cría de animales. Al no poder asistir a la escuela, la niña pasa los días en esa casa. La Diana con la que convive encarna a Diana Teruggi, quien por entonces estaba embarazada de Clara Anahí, la nieta desaparecida de “Chicha” Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo (fallecida en 2018). Además de Docampo, Aramburu, Brasca e Iramaín García, el film cuenta con las interpretaciones de Darío Grandinetti, Federico Liss, Nahuel Viale, Silvina Bosco, Agatha Fresco, Santiago Lozano, Verónica Schneck, Luis Longhi y Adrian Silver; y la participación especial de Miguel Angel Solá.
"Es una gran emoción", exclama Selinger sobre el hecho de que su película forme parte del ciclo. "La temática está muy relacionada con la búsqueda de las Abuelas ya que está el personaje de Clara Anahí", subraya la directora, mientras se angustia al comentar que Chicha no pudo ver la película terminada, pese a que contribuyó a la escritura. Una de las razones por las que Selinger hizo el film fue "el vínculo que tiene la historia en sí con el pilar mayor, con la base de Abuelas, que siempre es una organización que me provoca mucho respeto y emoción", afirma la cineasta.
Selinger decidió adaptar la novela a la gran pantalla, en principio por "las conexiones básicas" que tiene el libro con su vida. "Cuando empecé a indagar, a escuchar a Laura en conferencias, a charlar con ella, entendí que lo que me pasaba a mí le pasa a la mayoría de los lectores del libro. Yo creí primero que era una cuestión generacional porque somos contemporáneas con Laura Alcoba y después me di cuenta de que le escribían lectores de todas las edades, de todos lugares".
La directora menciona algunos de los puntos de conexión entre su historia con la ficción: "El marido de mi mamá estuvo en el Pozo de Banfield, mi mamá su tuvo que ir a España, mi papá pintaba con la hermana del Che Guevara, que se tuvo que ir. Mi papá tuvo que esconder a un pintor argentino muy conocido y arriba le hicieron una casita como la de Ana Frank. En casa se decía que no había que ovacionar al Mundial 78 porque estaba todo tramado por los militares, que no había que tirar papelitos en los goles. Teníamos que mantener silencio. De los amigos y de la gente de mi familia que se tuvieron que ir no había que decir nada a nadie. Por ahí, el principal detalle es el silencio que tiene guardar la niña. Y que es una niña que conoce más de lo que debería o más de lo que los otros niños en la escuela conocen. Ese para mí es el vínculo más fuerte que yo tengo con La casa de los conejos", explica Selinger.
También le interesó a la realizadora la mirada de niña que tiene la historia y así lo hizo también en su película. "Es una mirada de niña en situación de peligro y, por lo tanto, es una historia universal porque desgraciadamente en muchos países se viven momentos delicados no sólo por dictaduras sino también por guerras o cuestiones que hacen que haya infancias con componentes que no son los convenientes para que un chico crezca. Eso es lo que llevó a decidirme a hacer una película. La historia sobrepasaba sus mismas líneas narrativas", comenta.
La realizadora también afirma por qué La casa de los conejos está narrada desde un punto de vista infantil: "Nunca se me ocurrió contarla desde otro lugar más que desde esa mirada infantil. Y para mí la película es la mirada infantil. No es que la cuento desde la mirada infantil sino que no habría película si no estuviera esa mirada. Mi intención no era hablar de la dictadura crudamente, ni hacer una apología sobre Montoneros. Eso no me interesaba, ya fue hecho en varias películas y documentales".