Desde San Pablo
Parecían dos boxeadores prontos para iniciar el combate. Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro estuvieron frente a frente por primera vez el martes a la noche. Sentados a pocos metros de distancia los antagonistas evitaron saludarse en el palacio del Tribunal Superior Electoral donde asistieron a la ceremonia más concurrida del año, con la presencia de jueces, gobernadores, legisladores, ministros y militares. Allí estaba el poder.
Hubo dos mil personas convidadas a la toma de posesión del nuevo jefe del tribunal electoral, el juez Alexandre de Moraes, bajo cuya jurisdicción estarán los comicios donde podrán votar 156 millones de ciudadanos, un padrón que supera las poblaciones de México y Venezuela sumadas. Esa cifra inmensa es útil para ilustrar la magnitud de estos comicios tanto como su impacto en la región.
Si el Partido de los Trabajadores (PT) vuelve al poder con Lula habrá un nuevo impulso a la integración sudamericana a través del Mercosur y regional con el apoyo a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). Probablemente serán recreadas las alianzas con gobiernos progresistas, tal como fue anunciado por Lula durante su encuentro en marzo con el presidente Andrés Manuel López Obrador en México y en diciembre del año pasado al ser recibido por Alberto Fernández y Cristina Kirchner en Buenos Aires.
En cambio la reelección del actual gobernante prolongará la política de sabotaje a las instituciones regionales y aliento a la desestabilización estimulando una suerte de nuevo Plan Cóndor desde el cual se apoyan las intentonas subversivas.
Así ocurrió en el golpe boliviano que derrocó a Evo Morales en 2019. Brasil fue el primer país en reconocer a la gobernante de facto Jeanine Añez a quien le fue ofrecido asilo político. Un segundo gobierno bolsonarista daría oxígeno a los liderazgos de ultraderecha y sus postulaciones, tal como sucedió el año pasado cuando desde Brasilia se alentó la candidatura presidencial del chileno José Antonio Kast, un pinochetista finalmente derrotado por Gabriel Boric.
Gestos
Lula y Bolsonaro, que son los contendientes del duelo político más encarnizado en Brasil en décadas -quizá desde el fin de la dictadura, ya que que en estos comicios se juega el futuro de la democracia -, no hicieron uso de la palabra en la ceremonia del martes a la noche en la sede del tribunal en Brasilia, pese a lo cual las crónicas de este miércoles se dedicaron a describir con lupa los gestos de cada uno.
El extornero del PT estrechó las manos de políticos aliados y adversarios antes de sentarse en la primera fila del auditorio, junto a su compañera la expresidenta Dilma Rousseff, derrocada en el golpe de estado en 2016.
Desde su butaca Lula ignoró la llegada de Bolsonaro a quien no aplaudió como sí lo hicieron con entusiasmo militares y ministros. En cambio el expresidente aplaudió el discurso del juez Moraes en el que hubo una defensa de la democracia y se repudiaron los intentos desestabilizadores unidos a la diseminación de fake news. Las críticas expresadas por Moraes, vistiendo la toga negra protocolar, estuvieron dirigidas inequívocamenente al presidente y aspirante a la reelección, que se dio por aludido.
A diferencia de Lula, Bolsonaro no aplaudió al magistrado. El gobernante lucía tenso cuando el juez Moraes censuró sus amenazas cotidianas de desconocer una eventual derrota electoral en octubre así como la convocatoria al desfile militar del 7 de setiembre, Dia de la Independencia, cuando se teme que se incite a un levantamiento de ultraderecha. Algo similar a lo sucedido el 7 de setiembre del año pasado, cuando Bolsonaro tildó de "canalla" a Moraes y prometió no acatar ninguna sentencia judicial en su contra.
Incómodo
"Bolsonaro estaba muy incómodo anoche escuchando tantos elogios a la democracia, era algo visible, no sé si vieron que él no habló con nadie, en ningún momento habló con el presidente del Senado (Rodrigo Pacheco) que estaba a su lado, es algo extraño", declaró este miércoles Lula en entrevista a una radio del estado de Minas Gerais.
"En una soleminidad así uno conversa con las personas, anoche yo conversé con el expresidente José Sarney, con (el expresidente de facto) Michel Temer. Bolsonaro quedó , desmoralizado ante un acto de civilidad donde todos se juntaron para decir queremos paz, la mayoría soberana del pueblo brasileño quiere democracia, Fue un acto muy importante , creo que el juez Moraes salió fortalecido," siguió el petista, refiriéndose a la defensa deljuez de las urnas electrónicas, a las que el gobierno objeta para tener un pretexto desde el cual denunciar un fraude.
Durante el reportaje Lula volvió a situarse en las antípodas de su rival, a quien describió como el artífice de un caos permanente responsable de la inestabilidad política asociada a la incertidumbre económica.
Religión
Las campañas electorales comenzaron formalmente el martes con Lula visitando la planta de la automotriz de Volkswagen, en el cordón industrial de San Pablo donde recordó sus orígenes como dirigente metalúrgico.
Bolsonaro escogió lanzarse a la reelección en Juiz de Fora, la ciudad del interior de Minas Gerais donde fue apuñalado en 2018, un mes antes de los comicios que lo llevaron a la presidencia. Allí el presidente y su mujer, Michelle, realizaron discursos de tono religioso apuntando al electorado evangélico más radical.
Esta semana fue divulgado un reportaje, en una radio de la cadena Globo, sobre cómo los pastores neopentecostales transformaron a los cultos en espacios de agitación política donde divulgan noticias falsas. La más repetida es el habrá un cierre masivo de templos si gana "el comunismo" a través de Lula.
Las encuestas recientes coinciden en que el excapitán-presidente tiene consigo a la mayoría de los electores evangélicos mientras Lula se impone en el segmento de los católicos.
De todo modos la agencia Quaest divulgó este miércoles un sondeo en el que Lula tiene el 45 por ciento de las intenciones a nivel general contra el 33 de su adversario con vistas a la primera vuelta del 2 de octubre, Y en caso de haber un ballotage el expresidente sería electo con el 51 por ciento frente el 38 de Bolsonaro.
Lula demostró su optimismo con los datos demoscópicos este miércoles y aseguró que no piensa dar un tinte religioso a su discurso de campaña. "Yo no quiero hacer una guerra santa en el país, la religión es para que la gente trate de la espiritualidad, no de la política, yo no voy a hacer un discurso para evangélicos, para católicos. No. Lo que yo quiero es hacer un discurso para el pueblo", aseguró.