La noche en la cancha de Boca empezó a puro vértigo. La llegada de Carlos Tevez fue la primera emoción fuerte. El entrenador de Central recibió una gran ovación, además de una plaqueta de reconocimiento que le entregó Mauricio Serna, integrante del Consejo de Fútbol del club.
El partido también ofreció atracción con rapidez, debido a que cuando se jugaban menos de diez minutos ocurrió una acción polémica. El árbitro Echavarría, a instancias del VAR, decidió cobrar penal para Central por un rebote que dio en el codo de Advíncula, pero de manera totalmente casual.
La detención del juego, hasta que Servio remató, fue enorme. El público había empezado a alentar a Rossi desde los cuatro costados, y el jugador respondió atajando el tiro con las piernas. La gente, de inmediato, tomó posición y gritó que Rossi "es de Boca, y de Boca no se va".
El que miraba asombrado desde afuera era Juan Román Riquelme, vicepresidente y uno de los apuntados por la no renovación del contrato de Rossi.
Boca, mientras tanto, no daba garantías en defensa, y cuando se lanzaba al ataque carecía de inventiva para generar peligro. La desorganización que tenía el conjunto local provocaba también el fastidio de algunos hinchas, que empezaron a perder la paciencia al final de la primera parte. La llegada más profunda había sido un derechazo de Romero que salió por arriba del arco.
La chance inmejorable llegó en el descuento, por un penal a favor de Boca, también después de consultar al VAR, por una infracción sobre Villa. El arquero Servio, esta vez, acertó y tapó el tiro de Fernández.
El duelo se hizo deslucido en el segundo tiempo, y la lucha le iba ganando al fútbol. Los armadores de juego en el local (Romero y Fernández) dejaron el campo, para que Langoni y Ramírez pudieran revertir la situación.
Boca presionó pero no tenía claridad para generar desequilibrio. La sensación que dejó es que los conflictos externos están deteriorando a un plantel, que no encuentra el rumbo exacto que tiene que tomar.