La empresa Lyft anunció esta semana que lanzará su servicio de vehículos autónomos en las Vegas gracias a una asociación con la empresa Motional, que es un joint venture entre Hyundai y Aptiv. ¿Finalmente, ha llegado a la vida cotidiana la posibilidad de viajar en autos sin chofer?
Desde hace años que distintas empresas anuncian con bombos y platillos el lanzamiento de un servicio de vehículos autónomos, paradójicamente, como una novedad. Los autos que se manejan solos, una de las grandes promesas de la nueva industria tecnológica combinada con la tradicional automotriz, siempre parecen estar llegando pero nunca terminan de hacerlo.
Es que, en realidad, la tecnología para hacer que los autos se manejen solos de una manera segura es por demás complicada, costosa e, incluso, de dudosa justificación. El riesgo de accidentes (como los que, de hecho, ocurrieron) puede retrasar a una industria que viene mucho más lento de lo prometido.
No arranca
El mayor incentivo para producir autos que se manejen solos seduce a empresas tecnológicas que ofrecen servicios de traslados como Uber, Lyft, Cabify y Didi. De esta manera lograrían sacarse de encima los juicios que tienen en todo el mundo por no reconocer a los choferes como empleados y reducirían el riesgo de protestas en un contexto de creciente organización laboral de trabajadores de plataformas en Estados Unidos.
Pero por el otro lado, está la enorme complejidad tecnológica de lograr que un auto se maneje solo de manera segura. La cantidad de sensores de todo tipo, conectividad, salvaguardas y programación necesarios para garantizar una seguridad razonable hace impensable, al menos de momento, que el negocio sea rentable; más aún si se lo compara con lo "barato" que sale contratar un chofer humano.
Las señales del mercado son contradictorias. Por un lado, Uber, que es probablemente la empresa que prometió con más vehemencia estos servicios, vendió su división de vehículos autónomos en diciembre de 2020 a Aurora a cambio de acciones en esta empresa. A las dificultades por desarrollar un auto seguro se le sumaron demandas, como la que perdió con Waymo (de Google) por robo de propiedad intelectual y por atropellar a un peatón en Arizona mientras el conductor de resguardo miraba un programa de TV en su celular.
Amazon, que no parece dispuesto a dejar ningún nicho potencial para los demás, llegó a poseer en Rivian, una empresa de vehículos autónomos, por más de 27 mil millones de dólares. Sin embargo, en los últimos meses, con la caída general de la economía, el valor de esas acciones se redujo a 5 mil millones. Como resultado de esta debacle, Amazon declaró pérdidas en los dos últimos trimestres por primera vez en años. Estas novedades no impidieron que el mes pasado se anunciara que las camionetas eléctricas comenzarían a usarse para distribución de pedidos. La autonomía aún no está en los planes.
Pero incluso el lanzamiento de Lyft en Las Vegas es poco novedoso, ya que desde 2018 se ofrecen servicios autónomos exclusivos para empleados y un conductor acompañaba al vehículo por cualquier eventualidad. Ahora ese mismo servicio estará disponible para cualquiera que quiera pagar.
En concreto, de momento el único servicio de vehículos autónomos y sin chofer de resguardo disponible para cualquier persona es el que ofrece Waymo, de Google, en los suburbios de Phoenix, pero solo está habilitado en determinadas áreas, con buen tiempo y velocidades máximas de hasta 64 km/h. Durante los viajes, un técnico monitorea desde la empresa que nada salga mal.
Caro, ¿pero mejor?
Las empresas parecen debatirse entre las promesas acumuladas, el costo de mantenerlas vivas y el potencial efecto de profecía autocumplida que generan. Si suficiente gente cree que es posible lograr el desafío, vale la pena insistir porque el dinero seguirá fluyendo. Más tarde, en todo caso, se verá qué se hace. En la economía de las expectativas a veces vale más lo que la gente cree que ocurrirá que la realidad misma.
Más difícil de sostener es la necesidad de montar una parafernalia de sensores y tecnología de punta para hacer lo que cualquier chofer más o menos experimentado puede hacer con una cuota razonable de seguridad. De hecho, son millones los viajes que se hacen cotidianamente en manos de humanos y el sistema parece funcionar razonablemente bien.
Si, además, se tiene en cuenta al problema global de la desocupación, parecería que invertir miles de millones de dólares en algo que profundizará ese flagelo, es más una necesidad de las empresas que de la sociedad en su conjunto. Existen numerosas urgencias para la población global que podrían aprovechar esa enorme combinación de recursos tecnológicos, esfuerzo intelectual y dinero que se está dedicando a un desarrollo cuya concreción parece dudosa, al menos por algunas décadas.
Mientras tanto, los anuncios se suman uno detrás de otro para mantener la llama de la expectativa con la posibilidad de subirnos a un auto sin chofer, una novedad que, en caso de ocurrir, se agotará rápidamente, como tantas que la precedieron.