Dice la leyenda que el béisbol llegó a tierras orientales en 1872 de la mano de Horace Wilson, un profesor estadounidense contratado por el gobierno japonés para modernizar sus instituciones educativas. Allí, advirtiendo la pésima forma física de sus estudiantes, Wilson sumó entre sus actividades un deporte en equipo: el béisbol. De esta manera, el yakyuu (así le dicen en Japón al béisbol) creció en interés y se convirtió, poco a poco, en uno de los deportes favoritos de los nipones.
Pero estamos en 2022 y la historia nos pone ahora en el barrio de Almagro, cerquita del Parque Rivadavia, en la República Argentina: un país cuya tradición deportiva anida rigurosamente en el fútbol como institución ordenadora y que, algo después, se apoya en el básquet, el vóley, el rugby, el automovilismo, el hándbol, la natación, el tenis, el boxeo, las artes marciales y otro tendal más. Aunque no, de continuar exageradamente con esa lista, no aparecería el béisbol tan pero tan pronto.
Sin embargo, ahí, en Yatay 261, en el Instituto Nichia Gakuin, los pibes cursan sus años de primario y secundario y tienen como uno de sus deportes predilectos al béisbol. ¿¡Cómo!? Sí, es que esta institución cultural educativa creada en 1927 por miembros de la colectividad japonesa tiene el propósito de, según afirman en su página web, "conservar y transmitir a sus descendientes la lengua, las costumbres y otros aspectos del patrimonio cultural del Japón".
Entonces, no es de extrañar que jóvenes criollos y descendientes de japoneses se junten a entrenar un deporte que luce exótico y hasta marciano en estas coordenadas pero que, en el lejano oriente, es el rey. Aquí, Nichia Gakuin tiene su propio equipo de béisbol llamado Nichia Béisbol, una crew de entusiastas que mantiene viva la llama del yakyuu y que participa de la Liga Metropolitana de Béisbol.
► A la velocidad del rayo
"El béisbol es un juego de promedios y estadísticas: ahí está la verdad del deporte", señala Emiliano Di Centa, entrenador de la U-15 y U-18 de Nichia, y quien supo ser profesional en equipos de República Checa e Italia. "Lo importante es hacer las cosas: repetición y constancia", insiste mientras digita alguna indicación para los pibes que, a falta de campus, entrenan en la terraza del Nichia Gakuin.
Entre los jugadores hay egresados del primario y secundario y jóvenes que, después de un paso por el colegio, siguen ligados vía el deporte. "Si el béisbol no te enamora, cuesta", aclara Di Centa. Por caso, desde mediados de los '80 que el colegio está en una transformación estructural, volviéndose bilingüe (español/japonés) y dando paso a vecinos y miembros de la comunidad que no son exclusivamente japoneses. Sí, entre los pibes sigue habiendo descendientes asiáticos pero, honestamente, hay de todo.
"A mí nunca me gustó el japonés", sorprende Santino Scabetta, uno de los players más lanzados de Nichia. "Me costaba un huevo", insiste. Santino arribó a Nichia por sugerencia de su madre encandilada por las buenas recomendaciones. No obstante, ahora que cursa el secundario en una técnica, el joven sigue unido a la escuela desde el deporte: "Lo que más me gusta es batear", comenta después de una jornada de entrenamiento, mientras reposa manso en las escaleras de su ex colegio.
Y entre las madres está Luciana Grotteschi, secretaria de la Liga Metropolitana de Béisbol y jugadora del equipo femenino de Nichia Béisbol. "La escuela es muy abierta a la comunidad", comenta mientras ofrece unos dorayakis y onigiris que otra mamá cocinó para el NO. ¿Una mamá japonesa? Negativo. "Acá, todos cocinamos de todo", sorprende Luciana, que tampoco es descendiente. Grotteschi llevó a sus hijos al colegio por el nivel y la calidad educativa y se quedó porque, tanto a ella como a sus hijos, el deporte los atravesó como un rayo.
► Los preciados diamantes
"Siempre me gustó el béisbol porque era el deporte que veía con mi viejo", reconoce Claudio Uno, presidente de Nichia Béisbol y vicepresidente de la Liga. "Antes había más clubes japoneses: en Burzaco, Escobar, Sarmiento, el de Seibu y el de la Asociación Japonesa." Aunque nació en Argentina, Uno pasó tiempo de su infancia en Japón y allí se relacionó con el béisbol callejero. "Soy hincha de River y sólo estuve una vez en la cancha, pero fui cuatro veces a ver a los Yomiuri Giants de Tokio", desliza Claudio, que tiene sangre oriental y además administra el restaurante japonés Murasaki, en el barrio de Retiro.
Lamentablemente, por la escasa difusión del deporte en nuestro país y por el azote que significó la pandemia, Nichia Béisbol perdió a su equipo masculino mayor. Una baja que aún lamentan: "Ahí se nos fue desanimando la gente", Uno dixit. Además, si bien resulta "viable" conseguir algunos chicos para jugar (las comillas no son una casualidad), el salto a las categorías mayores es prácticamente imposible. "La mayoría de los chicos de origen japonés tienen algún familiar que jugó. Al transformarse en un colegio 'menos japonés', eso cambió. Hay que enseñarles desde cero de qué se trata el deporte."
Entre las dificultades, también está la de encontrar un campo apropiado para entrenar y jugar. Si bien el país tiene un Estadio Nacional de Béisbol (que está al costado de la Autopista Ricchieri, en Ezeiza), no abundan los diamantes. En tal sentido, Ailén Arakaki, hija de japoneses, profesora de educación física y responsable de las categorías más pequeñas del colegio (entrena a nenitos de 4 y 5 años… ¡¡¡kawaii!!!), se entusiasma con la aparición del "béisbol 5", una versión reducida del deporte que podría aggiornar su versión full. "Si bien al béisbol podés practicarlo escolarmente, se necesitan espacios grandes", señala Arakaki.
Por lo demás, tanto el deporte -en su acepción más juvenil; no en la “pro”, que tiene categorías divididas- como el espíritu inclusivo de Nichia Béisbol -donde todos juegan con todos- coinciden en una apertura total: "Lo juegan chicos y chicas, juntos, de distintas edades y sin importar si son altos, bajos o lo que sea", apura Grotteschi. "A todos les vas encontrando el potencial", suma Arakaki.
► Más allá de la escuela
De las filas de Nichia salieron talentos destacados del béisbol como Pedro Amma (ganador del premio Jorge Newbery 2017), Carolina Asato (también distinguida en los Jorge Newbery de 2017 en sóftbol, deporte que guarda cierto parentesco con el béisbol) y Ramiro Milar (que hoy juega en Francia y pasó por la MABL NY de Estados Unidos). "Ramiro empezó acá viniendo a un curso de japonés", se enorgullece Claudio Uno.
Casaca blanca o azul, pantalón blanco, medias rojas, gorrita y spikes (o botines de fútbol con tapones): así luce el outfit oficial de Nichia Béisbol. ¿Fachero? Un millón. De golpe, termina el entrenamiento y los jóvenes se juntan a conversar con Di Centa. Algunos llevan la vestimenta oficial, otros van de jogging y buzo. Hacen bromas y hasta se revolean carpetazos de viejos amores: "Vine porque me gustaba un chico; después me gustó más el béisbol que el chico", lanza Lucía "Mako" Poggi, fanática de Demon Slayer: Kimetsu No Yaiba, seguidora de los manga & anime shōnen y cátcher de Nichia.
Hay risas y una leve tensión adolescente: hoy el chico es novio de otra de las chicas. Pero, de verdad, no pasa nada. Ahí andan, hermanados, Vera Fernández, Mora Cassis, Maite Gutiérrez, Agustín Iasenza, Simón Spaini, Ignacio Pereyra, Ramiro Ascolese Yafuso, Ezequiel Rodríguez, entre otros taaantos más. Pibes que, el día de mañana, pueden convertirse en los próximos talentos del béisbol nacional. O, simplemente, llevarse una ristra de amigos, una experiencia escolar profundamente positiva y horas de práctica de un deporte singular. Un balance que también estará bien.
En el ámbito profesional, la Selección Argentina de Béisbol fue campeona sudamericana ocho veces, en 1995 humilló a la mismísima Selección de Estados Unidos en los Juegos Panamericanos y, en breve, participará de un repechaje para ingresar al World Baseball Classic, la instancia internacional más importante del mundo. "Queremos ser un semillero", cierra Uno con la esperanza de ver a alguno de sus pibes triunfar y, fundamentalmente, imantar a nuevos jóvenes a la práctica del deporte.
Mientras tanto, para aumentar el alcance, este domingo 21 se hará el primer Juego de las Estrellas Femenino del béisbol argentino, con talleres desde las 11 y el partido exhibición a las 14.30, todo en el Estadio Nacional de Béisbol.