Tango en clave dinámica, en pleno desarrollo, es lo que propone Hernán Lucero siempre, y puntualmente para este sábado 20, cuando suba a escena en el pintoresco Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 330) con un propósito central: presentar Las noches que han pasado, su nuevo disco. “Se van a encontrar con una fiesta rioplatense de bandoneones, guitarras y tambores candomberos”, asegura él para luego exhalar motivos. Que lo que hace es una función de tangos distinta, por caso. O que él y los suyos entienden al tango como una canción en constante movimiento y tensión “entre las contradicciones incluso históricas y políticas de la patria”, asegura y argumenta: “Nuestra función de tangos es distinta, porque pensamos que toda la canción popular de esta parte del mundo se hermana a partir de nuestra estética tanguera”.
Así es –literal- lo que consta en Las noches que han pasado, octavo y más reciente trabajo discográfico de la cosecha solista de Lucero que, al igual que sus antecesores, acaba de ser nominado para los Premios Gardel en el rubro “Mejor álbum artista de tango”. “Ojalá esta vez lo ganemos”, se esperanza el cantor y compositor criollo. Lo envalentona un rasgo clave: luego de diez años “de versiones” ha vuelto a escribir canciones propias solo, o en tándem con otros de su linaje como el escritor y poeta Pedro Mairal. “Hicimos juntos una de las canciones que me envanece haber compuesto”, jura Lucero sobre “Mi noche azul”, el tema cocompuesto con Mairal que abre el disco. “Es misterioso hacer una canción con otra persona; es como si hubiera una parte del tema esperando en la sensibilidad del otro. Y ese encuentro es realmente de lo más grato”.
-¿Por qué pasaste casi una década sin grabar tangos propios?
-No tengo muy claros los motivos. Sí creo que ya no puedo dejar de hacer canciones y que en las nuevas y las viejas que hice y en las que haré, está lo mejor de esto que quién sabe si pueda llamarse obra.
El costado femenino del nuevo disco va por el lado de Luciana Jury y Charo Bogarín. Son las voces que suman en la bella “Cosas que enseña el amor" y "Tic tac", respectivamente. “Este es un caso curioso”, puntualiza el cantor sobre el segundo tema. “Creo que, en algún sentido, es uno de los temas más tangueros del disco, porque refiere a una historia de inmigración, del mismo modo que tantos tangos. En este caso, se trata de la historia de una mujer peruana, pero es una situación que puede replicarse a lo largo de todo el mundo. Está inspirada por una idea que le escuché a Walter Barberis, el padre italiano del guitarrista Sergio y del cantor Marcelo. Walter dijo que el corazón del inmigrante hace como las agujas del reloj, tic, tac: tic acá, tac allá. Me parece importante que, desde la estética de la canción de Buenos Aires, se le pueda cantar a esa realidad; e incluso por marinera”, explica Lucero, sobre la parte de un todo que completan “Ya vienen los morenos”, “Nostalgias tucumanas”, “Escolaso”, “Regin”, “Milonguita” y “Cajita Musical”.
-Varios de estos temas expresan, materializan, lo que llamás “tango mestizo”. ¿Por qué te cabe la denominación?
-Porque lejos del tango puro, el mío es un tango que se cruza, sobre todo, con nuestra música criolla. Pero también con el rock nuestro y con la música latinoamericana. He grabado y he titulado un álbum, -que se llama Casualmente-, con una canción de Chico Buarque, o de Fito Páez, o de Alfredo Zitarrosa, o de Juan Falú, o de Hilda Herrera, y sin embargo nunca dejé de ser un cantor de tango, en ningún caso.
-¿De qué manera se expresa la intención en el título del disco, por caso?
-Al título del álbum lo encontré escondido entre los versos de “Mi noche azul”, el tango que compuse con Mairal. Puntualmente, en la frase que dice “de todas estas noches que han pasado...”. Me gustó el verso como alegoría del paso del tiempo y también como una suerte de conjuro a tanta oscuridad, tanta incertidumbre y tanta soledad vivida durante la cuarentena. Lo entiendo como una suerte de despertar poético, digamos.
-¿Qué es el tango hoy? ¿Cuál en tu visión es la sustancia que lo mantiene vigente, a pesar de los profundos y vertiginosos cambios de la era?
-El tango es, fundamentalmente, una tradición musical y poética de los argentinos. Es un legado que hemos recibido de algunos de los artistas más grandes que ha dado este pueblo bendito. Por eso todos los cantores y cantoras quieren cantarlo, y por eso lo baila todo el mundo. Creo que la sustancia que lo mantiene vigente es nuestra memoria colectiva, porque es un lugar de encuentro, de contradicción… es una épica que nos interpela. Por eso también creo que sobrevive como hecho creativo en el cruce con otras formas musicales y poéticas. El tango es eterno.
-Con ramificaciones, variables y recodos, incluso. ¿Cuáles son las tuyas?
-Yo no soy otra cosa que un cantor de tangos. Me gusta decir con Horacio Ferrer “Yo soy el tango”, porque el tango es cada cantora, cada cantor, cada bailarín o bailarina, cada poeta y cada músico. Allí donde suceda “esa ráfaga, el tango, esa diablura”, como dijo Borges, y del modo que sea, en el lugar o circunstancia que sea, sucede el hecho artístico más trascendente de los argentinos… Por eso, todas mis composiciones tienen tango.