Entre dos amaneceres 6 puntos
Iki Safak Arasinda /Between Two Dawns, Turquía/Rumania/Francia/España, 2021
Dirección y guion: Selman Nacar.
Duración: 91 minutos.
Intérpretes: Mucahit Kocak, Nezaket Erden, Ünal Silver, Bedir Bedir, Burcu Gölgedar.
Estreno exclusivamente en la plataforma Mubi.
En la secuencia final del notable film rumano La mirada del hijo (Pozitia copilului/Child’s Pose, 2013), la protagonista, una mater terribilis que sabe que su hijo atropelló y mató a un paseante por un descuido, va a casa de los padres de la víctima, a intentar acallarlos para siempre con una fuerte suma de dinero. La secuencia tiene la fuerza misma del impacto automovilístico, dada la concentración de factores dramáticos y emocionales: la conciencia culpable de la madre, el orgullo de mujer poderosa que intenta mantener dificultosamente en pie, la violencia psicológica que ejerce sobre las víctimas, el dolor inmenso de éstos, la comparación entre una madre y otra. En el film de origen turco Between Two Dawns hay una secuencia semejante, entre el dueño de una fábrica textil y los familiares de la víctima de un accidente de trabajo. Pero no tiene la carga dramática de la del film de Cälin Peter Netzer, ni el mismo espesor, porque el protagonista no lo tiene. Ésta es la principal debilidad de un film por otra parte bien intencionado, correcto cinematográficamente, pero demasiado sencillo y previsible.
Kadir (Mucahit Kocak) y su hermano mayor Halil (Bedir Bedir) están en una reunión de negocios cuando irrumpe el capataz de la fábrica, avisando de un grave accidente: un operario se quemó con una pérdida de vapor. Lo llevan al hospital, allí lo operan, y Kadir y Halil comunican la noticia a la esposa, Serpil (Nezaket Erden), una mujer humilde. Se acusa al operario de negligencia y alcoholismo. Mientras esperan el desenlace y asesorados por su abogado, los dueños de la fábrica deciden aprovecharse de la presunta ingenuidad de los familiares, sacándole a Serpil una declaración que los exculpa. Aunque es el hermano menor y tiene un grado menos de responsabilidad en el manejo de los negocios, se le delega Kadir la responsabidad de la negociación. Pero puede ser que la manipulación sea más compleja de lo que aparenta, y en la situación haya más de un ingenuo.
El problema es que el espectador sabe, o al menos sospecha, más que el protagonista: en un enfrentamiento entre débiles y poderosos, ninguna forma dramática optará jamás por darle la razón a estos últimos, por la sencilla razón de que todo arte es crítico del poder. Kadir, en cambio, cree en la culpabilidad del operario, incluso cuando desde el comienzo de la película tiene ante sus ojos el elemento para desconfiar de ello. De allí en más y aun cuando una vuelta de tuerca toma tan desprevenido al héroe como al espectador, el drama pierde sorpresa para este último, desconectándolo del héroe, que debería ser su alter ego.
El realizador y guionista Selman Nacar adopta la estética canónica del realismo, con una cámara invisible que da preponderancia a lo real frente al dispositivo cinematográfico. Lo mejor de Entre dos amaneceres es sin duda su final, cuando el sonido expresa con estrépito una tormenta interior que casi no ha asomado antes en Kadir.