Son tres historias, que ofician como consecuencia de quien mira a través del caleidoscopio de las relaciones de pareja. Fechadas de maneras diferentes, se sitúan en los contextos cambiantes de una misma ciudad: Rosario. Los sentimientos varían con los personajes, y el eje narrativo encuentra en el título el vínculo y su nudo irónico: La Vida que Siempre Soñaste, de Germán Carver, se estrena mañana en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120) a las 20.30, con entrada gratuita (con repetición prevista para el domingo 28 en el mismo horario).

En la primera historia, el protagonista vuelve al país, al reencuentro familiar y los afectos; pero también a lo que pudo haber sido y quedó inconcluso; en el segundo, un pintor conoce a otra mujer y en ella establece un reflejo contradictorio con su anterior pareja; en el tercero, un bar oficia como receptáculo de personas dolidas, de un rumbo desarticulado; el cierre argumental es sintomático y rebota sobre la película en su conjunto. “Son historias basadas en cuentos que escribí, que tenían un tema en común y se podían adaptar muy bien para una película. Así que en lugar de hacer varios cortos, que podrían verse por separado, pensé en un largometraje”, explica Germán Carver a Rosario/12.

Cada relato está precedido por un título/año: “2013”, “2015”, “2017”; referencias que marcan una pauta cronológica y añaden contexto. Como el realizador comenta, “si bien no son historias que cuenten cuestiones actuales, de nuestro país, tienen un contexto y se ve claro cómo éste varía en cada una. No pretendo narrar nada realista en cuanto al momento político, pero es algo que indudablemente está”.

-Aparece en algunas imágenes de la ciudad, pero también en los diálogos.

-Sobre todo en la segunda historia, donde es más explícito; en las otras está más soterrado.

-La pandemia hace que esta división en años adquiera un matiz diferente.

-La pandemia prolongó la noche oscura del gobierno anterior, ¿no?

Los años elegidos por La Vida que Siempre Soñaste se acompañan de un elenco numeroso y notable: “2013” cuenta con las participaciones de Raúl Calandra, Lala Brillos, Julián Sanzeri y Juliana Morán; “2015” con Miguel Ángel La Cruz, Eugenia Echegaray, Florencia Crende, Lisandro Romero, Leilén, y Alma Jaquelina Fitta; y “2017” con las actuaciones de Miguel Franchi, Adrián Giampani, Claudia Schujman, Jorge Ferruchi, Gustavo Guirado, Raquel Elorza, Leandro Federico, Natalia Pesenti, y Conrado Ugarte.

-¿Disfrutás de la dirección de actores?

-En el guion y en la dirección de actores es donde me siento más cómodo y donde creo me he preparado más. Soy de los que piensan que la dirección actoral comienza en el guion, donde uno ya está imaginando quién va a interpretar cada papel. Trato de darle toda la encarnadura ahí y trabajo con mucho ensayo. Obviamente, hay papeles que no tienen mucho texto y aparición, y si el actor es experimentado no necesita ensayar tanto. Pero de acuerdo con lo que requiera el guion, me gusta ensayar mucho. Tengo que sentirme seguro de que el personaje está, y si surge algún problema en el rodaje, que no tenga que ver con la actuación.

La película de Carver se vale de la participación inestimable de Fernando Zago en cámara y dirección de fotografía, Oscar Vega en dirección de arte, música de Esteban Sesso, sonido directo de Axel La Torre y Juan Manuel Durán, y producción a cargo de Claudia Milán. “Considero que me rodeé con lo mejorcito del cine rosarino”, sintetiza el director. “Soy de la primera camada de la Escuela Provincial de Cine, en los ’80, y empecé con el Super 8. Ahora, el digital me supera, así que prefiero delegar la cuestión técnica. Aun cuando he aprendido a manejar más cosas, quien estudió cine en el contexto de lo digital la tiene más clara que yo”, continúa.

-A propósito, hay un travelling con un gimbal que destaca (a cargo de Lucas Tamborenea), en donde escena y actores quedan quietos, ¿cómo lo lograron?

-¿Querés que te devele la magia del cine? (risas). Son recursos técnicos y actorales, hay una mezcla de varias técnicas.

-En la transición de la literatura a la pantalla, ¿aparecieron cuestiones imprevistas, novedosas?

-La historia que más modificaciones sufrió fue la segunda, el cuento tiene poco que ver con el resultado final. A nivel literario es el que más me gustaba, el más logrado, pero era poco cinematográfico. Para hacer el guion tuve que modificarlo bastante y ahí aparecieron otros costados. Si bien hay cosas en común, fue como que lo sobrepasó, como si quedara eclipsado con todo lo que sucede acá.

-¿En qué referencias cinematográficas te gusta pensar?

-Mi referente siempre fue Woody Allen, a veces lo tuve más a flor de piel y lo comprendí mejor, otras veces menos, pero siempre fue mi referente. Hoy te puedo decir otros; a nivel dramaturgia Allen sigue estando, pero también me encantan los hermanos (Jean-Pierre y Luc) Dardenne. Y a nivel visual me gusta mucho el cine de Xavier Dolan.

Sobre el arte de escribir y filmar, hay algo que en el diálogo con Carver destila de manera conclusiva: “Creo que cuando uno escribe, si no hace catarsis, ¿para qué escribe? De alguna manera, tiene que vomitar algo de lo que tiene adentro; a veces de manera más evidente y otras sutil, pero siempre hay algo del orden de lo que uno quiere sacar afuera”.