El Claustro Central del Colegio Nacional de Buenos Aires fue el lugar donde familiares y excompañeros de militancia, junto con estudiantes, graduados y profesores recordaron a María Angélica Sabelli, exalumna de la institución, y una de las víctimas de la Masacre de Trelew, de la que el lunes se cumplirán 50 años. Durante el acto, organizado por el Centro de Estudiantes del que también fue militante la joven desaparecida, se recordaron rasgos de su vida personal y de su lucha. Aunque, señalaron quienes más la conocieron, “no podían separarse”.
A minutos de comenzar el acto, viejos compañeros de estudios y militancia se juntaban y reconocían a las puertas del salón. Chicos y chicas iban, venían, reían y miraban con curiosidad a personajes forjados en otro tiempo. El ingreso se produjo justo cuando los de quinto arremetían hacia la salida, vitoreando cánticos al fin de ciclo.
María Sabelli, sobrina de la homenajeada, fue la primera en llegar: “Para nosotros es importante que se reconozca a María Angélica como persona, y no como quiso hacer la dictadura: acumular a los militantes clandestinos como elementos anónimos de actos terroristas. Eran personas con ideales, que querían algo mejor para todos”, dijo a Página/12.
Para Sabelli, los últimos años representaron “un cambio de mirada”. Creció en Italia, pero “cada vez que venía tenía ese miedo de poder hablar libremente de una persona que pertenecía a mi familia”, recordó, porque "la dictadura instaló “un tipo de miedo que te persigue”. “Ahora se las ve como personas a las cuales querer”, analizó, y reconoció en ese cambio a “todos los familiares que le pusieron voz al reclamo para que los dictadores sean responsabilizados por lo que hicieron”.
Todo el Claustro Central era un llamado a la memoria. Un listado de nombres sobre una bandera recordaba: "Alumnos desaparecidos del Colegio Nacional de Buenos Aires". Y firmaba con mayúsculas "NUNCA MÁS". Un lienzo contra la pared, que “los lápices siguen escribiendo”. La presidenta del CENBA, Victoria Liascovich, dijo que Sabelli “pasó por donde estamos, pero en una coyuntura nacional completamente distinta. Pero se relaciona con nuestras convicciones, porque nosotros también creemos en un país mejor. Por eso militamos”. Y sostuvo que “la juventud no es insignificante, nosotres organizades no somos insignificantes”.
El recuerdo de la militante dio paso al de la persona. Silvia, una excompañera de secundaria de maría Angélica, leyó unas palabras para recordar su amistad. Una historia que transitó muchos años, hasta que “el desierto sin sol que fue el fusilamiento de 16 jovenes en Trelew” la finalizó prematuramente.
Si las palabras de las oradoras iniciales no lograron el silencio absoluto, la proyección del video preparado por los estudiantes, sí. Silencio solo quebrado por la ovación del final. Eduardo Cappello, sobrino de Eduardo Adolfo Cappello, observaba, emocionado hasta las lágrimas. No es el único.
“Para nosotros siempre fue 'la petisa'”, recordó Alicia Sanguinetti. La exmilitante del ERP relató cómo, a pesar de pertenecer a agrupaciones distintas, cada detenido que ingresaba a la cárcel de Rawson “era recibido como un compañero más” y que luego de compartir el pabellón, se consideraban “familia”, algo que Sanguinetti enfatiza al mencionar la relación entre la tía materna de Sabelli, apodada “Chela”, con la madre de Cappello, a quien conocían como “la Sole”. Y al recordar anécdotas del encierro, dijo: “María llegó muy torturada, muy dolida, pero siempre con esa sonrisa”
Como cierre del acto, se instaló una placa conmemorativa en una de las paredes del salón. Cappello puso en palabras la emoción vivida: “Yo la conocí a Chela. Y llego a María Angélica a través de ella. Son 50 años de lucha y cada vez que encontramos un momento donde podemos contar la historia, esos sentimientos aparecen”.
Informe: Diego Castro Romero