El programa económico del ministro Sergio Massa para abordar la crisis cambiaria se concentró en una serie de medidas de corto plazo. Por un lado, un canje de bonos en pesos para reducir las compras de títulos por parte del Banco Central que, con la intención de evitar el desplome de sus precios, brindaba la liquidez que presionaba sobre el dólar financiero.
Con el mismo objetivo de reducir la demanda financiera de dólares, se subieron bruscamente las tasas de interés para quienes ahorren en pesos. La urgencia cambiaria también promovió una serie de concesiones a los agroexportadores, buscando una liquidación de divisas que reduzca la pérdida de reservas que provocan las importaciones de combustibles, encarecidos por la guerra en Ucrania.
En la misma dirección se ubican las gestiones políticas para conseguir algún financiamiento internacional. A ese combo se suma un fuerte ajuste fiscal con el cual se intenta congraciar con el FMI para mantener el acuerdo y, de paso, promover una recesión y reducción de la liquidez que mermen las importaciones y el ahorro dolarizable de la población.
Esa serie de medidas, de llegar a buen puerto, podrían descomprimir las presiones cambiarias por un par de meses. Sin embargo, no son suficientes para promover una estabilidad económica que dure siquiera hasta el fin del mandato del Frente de Todos. Los vencimientos de los bonos en pesos se acumulan para el año que viene, mientras que la suba de tasas mantiene su valor y, por ende, su potencial desestabilizador.
Para colmo, el acuerdo con el FMI se torna más exigente el año próximo, donde los pagos comprometidos al organismo superan los desembolsos a recibir en 2347 millones de dólares. A ese panorama se suman las presiones cambiarias típicas de un año electoral, que podrían ser fogoneadas por una oposición que ve en una desestabilización económica del peronismo la posibilidad de legitimar una serie de reformas estructurales de corte liberal. Con los actuales niveles de inflación, una brusca devaluación alcanza para llevar la economía hacia un estado caótico.
Para evitar semejante escenario, el oficialismo debe reinventarse y tomar la momentánea calma cambiaria que logre el programa de Massa como una oportunidad para lanzar un programa de estabilización de precios de corte heterodoxo. Solo una reducción brusca de la inflación puede permitir recomponer ingresos y dar cierta perdurabilidad a la estabilidad cambiaria. Es también una de las pocas oportunidades que le queda al oficialismo para recuperar cierto caudal político electoral.
La propuesta del CESO de un congelamiento total de precios, dólar, alquileres y tarifas por 3 meses, seguida de una paritaria en salario real indexada al momento del congelamiento (acompañada de una nueva pauta de alquileres y costos financieros), es un ejemplo de programa de estabilidad que ataca los elementos inerciales de la inflación, permitiendo la recuperación de los ingresos de la población. Una política que promueva la estabilidad económica no sólo en el balance empresarial, sino también en el bolsillo popular.
@AndresAsiain