Si la escucha del disco Musgo (Kuikatl, 2022) ya es, de por sí, una experiencia inmersiva, que da voz a los protagonistas verdaderos del litoral en su amplia dimensión de texturas y colores, no podía esperarse menos de su presentación en escena. Es así como La Memoria del Musgo encuentra ahora su puesta y contacto con el público, a través de una obra integral que reúne los talentos de Musgo (Gonzalo Zabala), Analía Viana, Kun Aguirre y Mariana Pissano. Ayer fue la primera de las presentaciones, y la de hoy será a las 20 en La Sonrisa De Beckett (Entre Ríos 1051).
Vale detenerse en la imagen de tapa de Musgo, el álbum: “El trabajo de tapa lo hizo Anto Art Pop y fue un proceso hermoso; más allá de las técnicas que se emplearon, de fotomontaje y body painting, hubo toda una búsqueda de resaltar la imagen de Andrés Guacurarí, líder guaraní de toda la zona de la patria grande, que tuvo mucha participación en las guerras guaraníticas, cuyo conocimiento de los Esteros del Iberá lo llevaron a desarrollar estrategias de guerra; fue además el único gobernador originario que tuvimos, de Corrientes. La idea fue la de generar el retrato de un luchador y guerrero, que expone su sensibilidad, piel y arterias, a partir de las texturas de la piel de la yarará, el kururu, la flor de Mburucuyá, del camalotal; todo eso conforma a su persona”, comenta Musgo a Rosario/12.
-De alguna manera, me estás dando el concepto musical del disco.
-Es exactamente el mismo discurso, nos posicionamos así, porque surgió de la necesidad de hablar del humedal en primera persona, de entender su comportamiento, y a través del estudio, establecer alegorías y metáforas, donde quienes hablaran en primera persona fueran las figuras del Delta; en la gran mayoría de la poesía de la música del litoral siempre hay una postura antropocéntrica, como la del pescador que mira al río o la persona que nombra la naturaleza y la llama “recurso”, inclusive con la nobleza que tienen este tipo de actividades; sin embargo, no hay tanta poesía como la de Marosa di Giorgio.
-¿Y cómo surge La Memoria del Musgo?
-Se fue dando. Yo soy un gran admirador de la profesora de danza Analía Viana, sigo su trabajo, y el año pasado la encontré en la feria del libro de Chajarí, haciendo una propuesta de poética corporal a partir de uno de mis temas. Eso marcó un primer encuentro entre los dos y decidimos ponerle danza a la música; luego se sumó la artista plástica Mariana Pissano, quien también tuvo su experiencia en vestuarios y escenografía para proyectos musicales y que conocía el disco. Ella empezó a traducir todo lo que habíamos buscado, en cuanto al armado de las texturas, la viscosidad y toda esta cuestión plástica que tiene la música; la tradujo en materiales, telas, vestuarios, atendiendo a una forma visceral y brutalista pero de un resultado muy sutil al mismo tiempo. Con ellas y con (el músico) Kun Aguirre fuimos encontrando maneras de expresarnos. Simpatizábamos no solamente con el contenido sino también con la forma de hacer, de ir experimentando, viendo cómo un rubro se iba diluyendo en el otro, transformando la música del disco.
-El proceso de trabajo debió resultar fascinante.
-Ahora nos damos cuenta que le estamos dando cierta forma a través del relato, porque es difícil de sistematizar; de hecho, no fue pensado para que sea así. Por ejemplo, empezamos a mencionar elementos de la escenografía que tenían un nombre en particular y nos dábamos cuenta que, en el ensayo, esto surgía desde la experiencia personal, de estar involucrados desde nuestras historias. Estábamos en un proceso de exploración, viendo hacia dónde ir. Hasta ahora, el resultado que tenemos es, como nos gusta decir, el ecosistema de producir entre personas aliadas, involucrados desde lo más profundo de los sentimientos de cada uno.
-¿El disco será tocado tal como es?
-No, el disco aporta sonidos en donde conviven lo electrónico con lo orgánico, la música tocada en vivo con versiones con otras músicas, que dialogan con el contenido. Hay un guiño, por ejemplo, al Río Uruguay, que si bien es un límite político lo pensamos como un punto neurálgico, que invita a la conexión antes que a la división; es un río en cuyas márgenes se hablan varias lenguas, el guaraní, el portugués y el español, y ninguna de esas barreras pudo con la unión y el intercambio que hay. En este sentido, hay muchas cosas que dialogan de manera similar con la temática. Por eso la decisión de poner otro nombre –La Memoria del Musgo–, también porque la palabra “memoria” remite a las moléculas del agua; todo lo que conocemos tiene agua, así como nuestro cuerpo, que posee casi un 80 %; se trata de plantear el tema de los encuentros y la memoria de estas moléculas, que mineralizaron la savia, el río, las napas, la humedad, la densidad de las nubes, y que conviven en los cuerpos.
El álbum musical, que contó con el apoyo del Instituto Nacional de la Música, insumió un tiempo para su investigación y concreción, a partir de aspectos ligados a las cosmovisiones charrúa y guaraní, los humedales y el comportamiento de la fauna. Como explica el músico, “previo a la publicación del disco tuvimos casi tres años de investigación, centrados en la postura de que fueran los agentes los que hablaran en primera persona, así como sucede en la mitología griega, donde los dioses se manifestaban mediante emociones humanas. Lo mismo con el estudio del comportamiento del lagarto overo, las aves migratorias o el estero mismo; en ese sentido, la idea fue la de incluir en la canción cierta terminología de palabras duras y rígidas, surgidas de los estudios, pero seleccionadas de manera tal que combinaran poéticamente, para ir armando una textura y plasticidad acorde a los sonidos; todo fue creado a partir de la grabación de aves, hojas, agua, filtrado y sampleado a partir de allí, con el concepto puesto en que estas entidades fueran las que hablaran por ellas mismas”.