El producto que más se vende en los supermercados de Argentina no tiene nada que ver con consumos de primera necesidad. El furor pasa hoy por llevarse todo lo que se pueda de las mini góndolas que están pegadas a las cajas donde se paga. En porcentaje, esos consumos crecieron en el año hasta cinco veces más que el gasto en canasta básica, aún con precios muy elevados. 

La referencia es para caramelos, chicles, pilas, snacks, bebidas y hasta libros que los comercios ponen en el lugar donde la gente espera y así tentar al consumidor a llevarse algo que entiende es barato pero que, en realidad, es bastante más oneroso que el resto de lo que se encuentra en los supermercados. 

Un estudio de la consultora privada Scentia, que mide supermercados chicos, grandes y medianos de todo el país, denomina a esos productos como consumos "Impulsivos". En julio, la venta de los mismos creció 13,6 por ciento, contra un máximo de crecimiento de 3,6 por ciento de las Bebidas Sin alcohol, lo que más subió de lo esencial. 

"Impulsivos"

Ese consumo "Impulsivo" tuvo en el año picos de alza del 30 por ciento, todo en un escenario ultra inflacionario en el que uno tendería a pensar que el consumidor evita gastos innecesarios. Todo esto, en algun momento encendió las alarmas del Estado, que sugirió que había que correr de ese lugar esas mercaderías, dado que no son saludables y motivan a gastos casi seguros. 

"Cada vez ponemos más cosas cerca de la caja", contó a Página I12 un supermercadista del Interior, que también se asombra del fenómeno. Agrega que "son cosas caras, pero la gente tiene la idea de que si está ahí, en una caja tipo mayorista y ya en el paso previo a irte del local, es algo barato y conveniente". Los que conocen el paño aseguran que además opera en la cabeza del consumidor la idea de llevarlo porque "está todo junto en un mismo lugar y son productos que en general atraen a la vista y son chiquitos, por lo cual uno piensa que son baratos".