La movilización del 17 de agosto fue una demostración multitudinaria de la fortaleza que tiene el movimiento obrero organizado tanto a través de la CGT como la CTA de los Trabajadores, donde los movimientos sociales hicieron un aporte importante. Fue sin duda un mensaje claro y contundente de lo que le reclaman los trabajadores formales y los de la economía popular al presidente Alberto Fernández: decisión y acción política para enfrentar a los responsables del descalabro inflacionario y que están (todavía) dispuestos a acompañarlo en esa dirección. Por supuesto que no fue el único destinatario. La oposición macrista y el poder económico también recibieron el mensaje de que los trabajadores tomaron nota de lo que pretenden hacer en caso de volver a gobernar. Y en el caso particular de la CGT la demostración callejera también contuvo los ánimos internos donde conviven miradas diferentes de cómo enfrentar el problema que se come el poder adquisitivo de los salarios. Esas diferencias permanecen y vienen desde hace tiempo, pero el peligro cierto de un probable regreso de un gobierno liberal de derecha fuerza a la CGT a mantenerse abroquelada con el objetivo de que su aporte al "todos unidos triunfaremos", se transforme nuevamente en una realidad efectiva el año próximo.

En el consejo directivo cegetista conviven diferentes "corrientes" sindicales y políticas. Si bien todos son parte del peronismo, lo cierto es que no todos abrevan en el mismo sector y mucho menos comparten las mismas estrategias. Esto es motivo de desconfianzas, recelos pero en tiempos como el actual están obligados a dejarlo de lado.

La movilización del 17 es una prueba de ello. Los gremios que acompañan, con más o menos cercanía, al camionero y triunviro Pablo Moyano, eran los que más presionaban por ganar la calle. Es más, la idea de marcha no era el desfile que se terminó realizando. Desfile en tanto y en cuanto era realizar un trayecto y en el final desmovilizarse sin más. La propuesta de Moyano era recorrer las sedes de las corporaciones señaladas como responsables del manejo de la inflación como herramienta para desestabilizar al gobierno del Frente de Todos.

Los representantes de los sectores conocidos como Gordos e Independientes de la CGT, entre los que Héctor Daer (sanidad), Andrés Rodríguez (UPCN), Armando Cavalieri (comercio) y José Luis Lingeri (obras sanitarias), entre otros, no compartían la propuesta moyanista. La desactivaron pero a medias. Más bien la acomodaron ya que el reclamo de tomar una iniciativa contra la inflación incluye a sus bases y cuerpos de delegados, por lo que resucitaron la metodología implementada el 4 de abril de 2019 durante el gobierno de Mauricio Macri cuando marcharon desde Plaza Miserere hasta avenida de Mayo y 9 de Julio. Eso les sirvió para contener a todos los sectores que acompañaron el documento redactado para evitar que el fervor de un discurso tiente a algún sector a desviarse de la consigna. En ese tiempo, con Macri en el gobierno, fue un método incomprensible. Ahora como que tuvo más sentido más allá de que sea o no efectivo.

En la CGT a nadie le conviene una división. En la Casa Rosada menos que menos. Si bien los sectores más conservadores no comparten la metodología del sector de Moyano (desde hace mucho tiempo) han decidido convivir con Pablo. El camionero también tomó la misma decisión porque por más que la marcha no se realizó como la había planificado, era siempre preferible realizar una demostración de fuerza callejera que nada.

Es por eso que a Gordos e Independientes tuvieron que tragarse el mal gusto que les generó el trailer que se colocó en las intersección de las avenidas 9 de julio y Belgrano, desde donde Pablo Moyano y otros dirigentes sindicales hablaron ante sus militantes. Lo que dijo el camionero estuvo en línea con lo que luego repitió en la conferencia de prensa. Salvo cuando dijo que esperaba, por ejemplo, que el gobierno estatizara las balanzas que pesan las cargas de cereales de los camiones en los puertos para así evitar la salida de granos en negro y mejorar las arcas del Estado. En ese momento, el resto de la conducción de la CGT pareció disfrazarse de museo de cera.

La continuidad de la existencia de una sola CGT es imprescindible para los sectores internos que participan de la conducción de la central sindical. Daer la necesita porque es el valor agregado que le ofreció en su momento a Alberto Fernández, de quien es amigo y aliado, pero ahora mucho más desde que Sergio Massa se hizo cargo de la economía del país. Daer fue diputado nacional por el Frente Renovador y mantiene un fuerte vínculo con el súperministro. Carlos Acuña fue legislador bonaerense por el massismo y también lo comprenden las generales de la ley.

En tanto, Pablo Moyano fue otorgándole carnadura a la reconciliación de su padre Hugo con Cristina Fernández de Kirchner. Fue en otro agosto, el de 2018 cuando el líder del Smata, Ricardo Pignanelli ofició de agente conciliador. Ahora Pablo continúa y mantiene un vínculo con Máximo Kirchner y hace poco se mostró con CFK junto al canillita Omar Plaini, el secretario adjunto de Smata, Mario Manrique y el titular de curtidores, Walter Correa que, a partir del lunes será ministro de Trabajo de la provincia de Buenos Aires. A nivel nacional el moyanismo no comulga con el albertista ministro Claudio Moroni, que cuenta con el respaldo de Gordos e Independientes.

Igual todos siguen adentro. Pero no sólo a nivel de la sede principal de la central sindical. Prácticamente la totalidad de las regionales de la CGT que existen en las provincias reproducen el esquema de conducción colectiva como forma de garantizar la unidad de los trabajadores. Esta tarea corre por cuenta de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), a cargo de Abel Furlán, que lleva normalizada más de 40 regionales, tarea que realiza junto a Horacio Otero, un virtual embajador de la Secretaría de Interior que ocupa la UOM en el consejo directivo de CGT y que recorre el país para hacer real ese objetivo.

Ahora, para que esa unidad tenga un correlato en el futuro del gobierno del FdT, es preciso que el Ejecutivo actúe en consecuencia, sobre todo en lo que se reclamó el 17 de agosto pasado, una política de control de la inflación y la implementación de un bono además de lo que se consiga en las paritarias. Una propuesta que ya está ganando terreno entre los más reacios, Gordos e Independientes.