Desde Trelew, Chubut
El aeropuerto viejo de Trelew, ese que fue tomado la noche del 16 de agosto de 1972 por 19 militantes que habían logrado fugarse del penal de Rawson pero habían llegado tarde para subir al avión que completaría el enorme desafío de robarle compañerxs a las cárceles para devolverlos a la lucha popular contra la dictadura de Lanusse, es ahora un Centro Cultural por la Memoria. El fondo de esa foto que inmortalizó el momento en que se entregaron pidiendo sólo la garantía de un juez para que no les mataran ni torturaran está idéntico. La vista hacia el desierto de piedra que lo rodea es la misma si los ojos apuntan hacia la pista. Se puede sentir el mismo frío, el mismo horizonte de piedra y jarilla. Pero dentro, ahora que pasaron 50 años, en ese ambiente único que parece diminuto, una multitud que escucha en silencio la reunión entre familiares de esos muchachos y muchachas que fueron ejecutados una semana después de haberse entregado y familiares de víctimas de la violencia institucional. Y entonces el tiempo hace trampas, todo ha cambiado, sin embargo, hay violencias que permanecen.
Sergio Maldonado es uno de los que está presente en esa reunión que busca diluir la idea del tiempo como una flecha que se aleja del pasado, que intenta encontrar en las luchas actuales contra la megaminería, en defensa de la tierra, de los derechos de la nación mapuche una continuidad que de sentido a esas vidas por las que todavía se grita presente y a la persistente búsqueda de Justicia que se tomó demasiadas décadas en concretarse. “A mí me sensibiliza mucho sentir el peso de los años, pensar que pasaron 30, 40, 50 años. ¡Es monstruoso pensar que eso podría pasar con Santiago!”, dice Andrea Antico, compañera de Sergio, fuera del recinto. “A mí lo que me impresiona como continuidad es que a mi hermano lo desaparecieron primero las Fuerzas federales de Gendarmería pero avaladas por el Poder Ejecutivo. Y eso es lo mismo que pasó en Trelew hace 50 años”, completa Sergio.
Fuera del viejo aeropuerto, cuando sobre el desierto un arco iris parte en dos el horizonte, un grupo de expresas políticas de Santa Fe y Entre Ríos se refugian del frío y de los relatos de les docentes que denuncian el procesamiento de Santiago Gutman después las manifestaciones en contra de la rezonificación que de un día para el otro volvían a autorizar la megaminería que la movilización popular había evitado. Son Julia Tizzoni, Luisa Rodriguez y Adriana Beade, las tres estuvieron presas en la última dictadura entre seis y siete años y tienen muy fresco el recuerdo de lo que significó Trelew: “Un golpe tremendo para la juventud, porque ahora era evidente que nos podían matar”, dice Julia. Un instante después se emociona cuando su amiga y ex alumna, Adriana, le recuerda cómo Julia le transmitió entonces la desazón por la brutalidad y a la vez la decisión del compromiso político que se afianzaba por un deber de Justicia.
En ese vaivén, entre la constatación de que se jugaban la vida sin metáforas y la necesidad de retomar lo que otres ya no podrían sostener, es como se recuerdan los cientos de familiares, ex presos políticos, vecines de Trelew que hace 50 años se comprometieron a romper el aislamiento con que se pensaba castigar a les guerrillerxs enviándolos a Rawson. Es un movimiento que no cesa, siquiera ahora en que recordar no parece suficiente y por eso esta reunión en el viejo aeropuerto, para que el pasado no sea sólo eso ni el presente se consuma en su propia experiencia.
Mientras, los encuentros siguen sucediéndose, entre hijos, hijas y sobrines de los 25 que lograron fugarse -aunque ningune sobrevivió a la dictadura que empezó en 1976- que se hacen lugar hasta para llorar por las historias de los otros y no por la propia. O entre compañeras que se vieron por última vez en la cárcel y que en estos días en que llegaron masivamente -se calcula que llegaron a Trelew unas 800 personas- vuelven a reconocerse detrás de esos nombres de guerra que eran los únicos que tenían en la memoria y no aparecen en las redes sociales.
Este domingo las actividades serán en el penal de Rawson, donde muchos y muchas volverán a entrar por decisión propia, un deber de memoria y un espacio robado a este tiempo para volver a visitar, no sólo lo que se padeció sino también la audacia de haber querido transformarlo todo.