Pocas veces, un deportista ha encarnado tanto la representación de un país como lo hizo Oleksandr Usyk con Ucrania. Su pelea del sábado con el inglés Anthony Joshua en Jeddah (Arabia Saudita) fue mucho más que la primera defensa de su triple corona (Asociación, Federación y Organización) de los pesados.
El acontecimiento desbordó largamente su importancia deportiva y se convirtió en una plataforma de expresión del sentimiento del pueblo ucraniano, en medio de la guerra que viene sosteniendo contra Rusia. Detrás de Usyk, en todo momento estuvieron los 44 millones de habitantes del país y sobre todo, los 5000 civiles muertos y los 6500 heridos que el conflicto ha dejado como ingrato tendal hasta el momento.
Cuando terminaron los 12 titánicos asaltos de la contienda, Usyk y Joshua besaron emocionados la lona del ring, y se fundieron exhaustos en un abrazo que fue bastante más que un saludo o una felicitación final por haber llegado hasta lo último con lo último que les que quedaba. Fue un acto de mutuo agradecimiento que se extendió ante los ojos del mundo, cuando poco antes de anunciarse el fallo que dio ganador a Usyk por fallo dividido y le permitió retener su triple corona, los dos guerreros y el árbitro puertorriqueño Luis Pabón posaron con la bandera azul y amarilla de Ucrania tendida por detrás.
También de azul y amarillo estaba vestido Egis Klimas, el director técnico y manager de Usyk y sus colaboradores quienes contuvieron las lágrimas del tricampeón cuando supo que no le había fallado a su pueblo, y que podía retornar a su país con sus tres cinturones a lo alto.
Al momento de estallar la guerra con Rusia a fines de febrero, Usyk estaba en Londres firmando el desquite ante Joshua. Ya le había ganado por puntos en Tottenham en septiembre del año pasado, pero la suma que le ofreció por la revancha el promotor inglés Eddie Hearn fue lo suficientemente buena como para convencerlo.
Ante las primeras noticias de la invasión rusa, Usyk de inmediato anuló todos sus compromisos y trató de tomar un avión que lo dejara en Kiev, la capital de Ucrania. Pero cuando llegó a Heathrow, el monumental aeropuerto londinense, se enteró que todos los viajes hacia allí habian sido cancelados. Por lo cual, decidió volar hasta Varsovia, la capital de Polonia, y desde allí intentar el regreso por tierra. Fue un viaje dramático, de más de 800 kilómetros, que encaró con el riesgo de ser detectado por las fuerzas rusas que podían detenerlo, expulsarlo del país o incluso, asesinarlo.
Luego de cerciorarse que su esposa Yekaterina y sus tres hijos, Yelizabeta, Mikhailo y Kyrylo, estaban a salvo, Usyk se olvidó del boxeo y se enroló como voluntario en las fuerzas de defensa territorial, el primer anillo militar de seguridad que el alcalde de Kiev, Vitaly Klitschko, otra gloria del boxeo ucraniano y ex campeón de los pesados del Consejo y la Organización, había dispuesto para evitar saqueos y actos de vandalismo y patrullar la ciudad en busca de posibles espías e infiltrados rusos.
Usyk posó vestido con uniforme y una pesada ametralladora AK-47 en sus hombros. "Si van a querer quitarme la vida, o la vida de mis allegados, tendré que hacerlo. Pero no quiero eso. No quiero disparar, no quiero matar a nadie, pero si me van a matar, no tendré otra opción. Mi alma pertenece al Señor y mi cuerpo y mi honor pertenecen a mi país, a mi familia. Así que no hay miedo, absolutamente ningún miedo. Solo hay desconcierto", declaró Usyk durante esos dramáticos primeros días de la guerra.
Por su condición de flamante tricampeón mundial de todos los pesos y de ídolo nacional ucraniano, el propio Klitschko le pidió a Usyk que recorriera los hospitales para llevarle una palabra de paz a los heridos. Y fueron esos heridos, los que en medio de su dolor, le pidieron que no deje el boxeo y se entrene para la revancha con Joshua que estaba prevista para abril y ya había sido postergada.
"En un momento fui al hospital donde algunos soldados estaban heridos y recibían rehabilitación, y me pidieron que fuera a pelear (contra Joshua), a pelear por el país. Me dijeron: “Si vas allá, vas a contribuir a nuestro país incluso más que si peleas en Ucrania. Todos me pedían que gane y les brinde una alegría después de tanto llanto", dijo. Y así lo hizo. En marzo, le solicitó licencia a Andrei Nebitov, el jefe de la Policía Nacional de Ucrania en Kiev, y después de despedirse de su familia, salió hacia Polonia para iniciar su preparación que luego prosiguió en Dubai. Pero sin olvidarse jamás de sus compatriotas y de todo lo que la guerra los hacía sufrir.
"Parece un cyborg, ha vivido un infierno en el campo de entrenamiento durante estos tres meses", comentó su entrenador Klimas antes de la pelea. "Puedo decir-agregó-que nunca he visto a nadie montar bicicleta por 100 kilómetros con 45 grados de temperatura. Nunca he visto a nadie nadar por cinco horas antes de una conferencia de prensa, y nunca he visto a alguien aguantar la respiración bajo el agua por cuatro minutos y 40 segundos, hasta el punto de casi desmayarse. Cuando pienso en Oleksander Usyk, estoy feliz de representarlo" agregó Klimas.
Vestido con un traje tradicional de cosaco, Usyk interpretó en la última conferencia de prensa previa a la pelea, una canción ucraniana de resistencia. Con un bigote con forma de herradura y mirada enérgica, hizo sonar las palmas de sus manos y entonó “Oi u luzi chervona kalyna”, una canción de 1875 inspirada en la lucha de Ucrania en el siglo XVIII por su independencia y ahora en desafío por la guerra con Rusia. Con ese compromiso subió al ring y a ese compromiso lo cumplió.
Salió de Kiev como triple campeón del mundo y vuelve como tal. Le darán una bienvenida de héroe. Pero no bien vuelva a pisar la calles de Kiev, Usyk dejará la gloria de lado y se reintegrará al ejército de defensa territorial. Como uno más de sus compatriotas, volverá a recorrer las calles con su AK-47 combatiendo a infiltrados y saqueadores. La victoria ante Joshua apenas fue una batalla. La guerra continúa.