Desde Rawson
Alicia Sanguinetti dejó la fotografía para incorporarse como militante a las filas del PRT-ERP en 1969. No tuvo dudas de que en ese momento eso era lo que tenía que hacer, así como tampoco tuvo dudas de que salir del penal y seguir combatiendo a la dictadura era su deber. Tampoco adhiere a esa desazón que provoca que esa fuga no haya terminado con 100 compañeros y compañeras liberades tal como estaba planeado -y eran cien porque eran los que, calculaban, entrarían en el avión que iban a tomar una vez llegados al aeropuerto. “La conducción estaba en libertad, era un objetivo cumplido”.
Después de estar en una celda donde si se paraba frente a la puerta no podía estirar los brazos, desde el día de la fuga y hasta mitad de septiembre, cuando la trasladaron al penal de Devoto volvió a estar aislada en una celda, sin libros, ni cuadernos, ni lápices, ni agujas para tejer ni ningún otro objeto. “Sin embargo, hablábamos. A través del pequeño lavatorio que había en la celda yo hablaba con la compañera con la que habíamos reducido a las guardiacárceles. Apoyábamos la oreja para escuchar y la boca para hablar, intercambiábamos información y muchos chismes”, dice.
Silvia Hodge, que también estaba en esa situación, no podía hablar porque su lavatorio tenía una pérdida de agua y eso le impedía escuchar lo que le decían, por eso se había hecho una rutina: bailar, hacer gimnasia y hablar en francés para no olvidarse. Así estuvieron hasta el 25 de mayo de 1973, cuando empezó la vigilia que terminaría con la amnistía para todos los presos y las presas políticas.
“Ese día la guardia ya estaba laxa porque se sabía lo que venía y los penitenciarios tenían miedo de que tomaramos represalias con ellos. Mi hermano vino a visitarme y como él también es fotógrafo, logró entrar una cámara y yo a mi vez logré entrarla al penal. Saqué un rollo entero de ese día glorioso en que se abrieron las celdas y pudimos encontrarnos y mirar hacia fuera, ver la cantidad de gente que había”.
Cuando salió, Alicia le dio la cámara y el rollo a su mamá. Ella pasó los años que siguieron sin recordar ese rollo, se volvió a incorporar al ERP hasta 1977 cuando pasó a la clandestinidad en un barrio obrero con su hijo y en la casa de un compañero que era pelirrojo como el niño. Sobrevivió limpiando casas, “por eso ahora no me gusta nada limpiar”.
En 1984, cuando volvió a su vida anterior se encontró con una caja con cosas suyas. Entre esas cosas estaba aquel rollo fotográfico del ’73. No sabía qué había dentro hasta que su hermano lo reveló, eran las mejores imágenes que se podían tener de ese día en que empezaba la corta primavera camporista.
Las fotos las sigue teniendo, por supuesto, pero también las cedió digitalizadas al Archivo Nacional de la Memoria donde cualquiera las puede consultar como el documento único que son. Alicia, por supuesto, volvió a la fotografía. Ayer solo usó su celular, que no le dejaron entrar a la Unidad 6 de Rawson, pero a la salida se trepó a un muro y alguna imagen sacó, tal vez pronto también las comparta.