Poco se habla aún de las niñeces trans y son las familias las encargadas de incursionar en la construcción de identidades para que sean respetadas y acompañadas en todos los espacios que habitan las infancias, sin ningún tipo de discriminación y patologización. La configuración de un modelo social y cultural heteronormativo y binario que incluye solo dos formas posibles de estar en el mundo, afecta a las infancias. Poco se habla también porque aún persiste la idea que solo existen las personas trans adultas cuando la vivencia interna e individual se siente desde la infancia.
Marisa Cerezo es la mamá de Lucas, un varón trans que tiene 17 años y cuya familia no dudó en acompañarlo desde el primer momento que puso en palabras lo que sentía. “En ese entonces era una niña que empezó a sufrir el bullying en la escuela. Ahí empezó todo; nos dijo lo que sentía y lo que le pasaba y lo acompañamos porque es nuestro hijo”, relató Mariza a La Rioja/12: “Acá no cambió nada y no cambia el amor que le tenemos”.
Recordó entonces que “la directora de la escuela nos recomendó que lo cambiaran”, opción descartada por la familia y en una consulta a una psicóloga, esta le dijo a “a esa edad se puede estar confundido”. La respuesta de Lucas fue contundente: “Yo no estoy confundido. Mamá, nos gastes en psicólogos porque la aceptación tuya, de mi papá y de mi hermano es todo lo que necesito para ser feliz”.
Marisa cuenta que no tuvieron problemas en las instituciones al momento del cambio registral que se realiza en el Registro Civil, por ejemplo, pero sí encuentran las barreras culturales que siguen en la sociedad. “Fueron al Parque de la Ciudad con sus pares y escucharon el comentario de un hombre que le explicaba a otro niño que eran enfermos y ante eso Lucas cuando nos cuenta sostiene que no le importa lo que dicen en la calle sino la aceptación de la familia”.
La ley 26.743 de Identidad de género permite modificar el nombre, la imagen y el sexo registrado en los documentos . Si las personas deciden operarse, la obra social debe cubrir la intervención quirúrgica y los tratamientos, y vivir de acuerdo la identidad elegida.
Ianina Soria es médica Pediatra y especialista en Endocrinología Pediátrica. Atiende consultas sobre hormonización, pasó por el sistema público de salud y en la actualidad trabaja en la parte privada. Afirma que La Rioja aún tiene un largo camino por recorrer para desarticular, sobre todo en la pediatría, el modelo binario y biologicista que sigue vigente además de pensar en un abordaje integral. El cambio de paradigma en la salud es fundamental para la médica para poder hablar de las infancias trans y que las consultas no aparezcan en la adolescencia o en la etapa adulta. “La consulta viene de manera espontánea y sigue siendo un tema tabú”, dijo a este diario. “En la atención pediátrica hay resistencia para hablar del tema y por eso es necesario un abordaje integral porque no saben qué hacer. Desde la primera infancia ya puede haber indicios. Lo que percibo en La Rioja es que hay bastante resistencia”, expresó y mencionó que por ejemplo “en el hospital Garrahan de Buenos Aires hay otro trabajo en relación a la diversidad”.
“El médico riojano es bastante estructurado en su pensamiento, está dentro de la educación tradicional. Está todo por hacerse y estamos llegando tarde porque nadie acompaña”, afirmó y agregó que no es menor el dato sobre la elección de pediatras. “Para la atención los prefieren varones”. Soria sostuvo que es importante poder abrir espacios de capacitación y formación porque cada paciente tiene su singularidad y requiere de un abordaje particular.
La Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) dice en su artículo 1 que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. La Convención por los Derechos del Niño, incluida en el artículo 75 de la Constitución, consagra el derecho de niñas, niños y adolescentes a no sufrir discriminación, el derecho a la identidad, a ser escuchados y a expresar sus ideas libremente en todos los asuntos que les afectan.
En 1954, la Asamblea General de la ONU recomendó destinar un día a fomentar la fraternidad entre los niños y las niñas del mundo y promover su bienestar con actividades sociales y culturales. Y, desde el 2020, la secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia promovió una nueva denominación para este día que oficialmente pasó a llamarse Día de las Infancias.