(ATENCION: este artículo incluye SPOILERS)
¿Querían dragones? Pues ahí tienen: a los exactos tres minutos de iniciada la esperadísima precuela de Game of Thrones, entre las nubes aparece el imponente Syrax, una visión que deja claro que los responsables de House of the Dragon están dispuestos a ofrecer todos los caramelos de fuego que sean necesarios para reactivar el suceso. Tienen todos los boletos: un presupuesto aún mayor al de la serie original, la difusión que supone una plataforma como HBO Max y una legión de seguidores en todo el mundo que aún no elaboraron el duelo por Daenerys arrasando King's Landing. Y George R. R. Martin esta vez supervisando la historia completa. Y Miguel Sapochnik, el de la Batalla de los Bastardos, el de "Hardhome" y "The Bells", como showrunner. Todo parece servido para una nueva fiebre westerosi.
Por otra parte, no podía ser de otro modo. Al cabo, esta es la historia de los Targaryen en la cumbre, y de cómo todo se terminó yendo al cuerno al punto de dejar a Viserys mendigando una corona a los dothraki 200 años después. Aquí también hay un Viserys y es rey, pero en su caso la moneda que los dioses lanzan al aire cuando nace un Targaryen cayó del lado de la sensatez. Es claro que este monarca lidia con tiempos mucho menos turbulentos que los de Robert Baratheon, y por eso los debates en el Concejo, aunque no exentos de novedades inquietantes como la Triarquía, tienen un tono mucho más amable... al menos en principio.
Pero el bueno de Viserys tiene un problema, y ese sí es similar al que desataba la Guerra de los Cinco Reyes en GoT: el asunto de la descendencia. Al rey parece faltarle un rato para la jubilación, pero la estabilidad de los Siete Reinos depende de un futuro bien definido. Y su esposa Aemma Arryn está a punto de dar a luz, pero su historial de embarazos perdidos pone nerviosos a todos. Sobre todo porque si no hay heredero directo, los candidatos elevan el nerviosismo: por un lado Daemon Targaryen, hermano de Viserys y firme postulante al otro lado de la moneda. Por el otro Rhaenyra, jineta de dragones, pura sangre valyria, versada en cuestiones políticas y más deseosa de marchar a batallas de sangre y fuego que de ser una incubadora de príncipes (cualquier semejanza con Daenerys está a años luz de ser casualidad). Un franco proyecto de tirano y, horror, una mujer, mirando con ganas el Trono de Hierro. He ahí el inicio del conflicto que terminará con la Danza de los Dragones.
El debut de House of the Dragon desarrolló ese inicio de conflicto con tempo moderado y una presentación de personajes con peso propio, como la Mano del Rey Otto Hightower y su hija Alicent, el navegante Lord Corlys Velaryon, el caballero dorniense Ser Criston Cole y Rhaenys Targaryen, la Reina que no Fue, otra precuela de Rhaenyra y Daenerys. Como en aquellos capítulos iniciales de Game of Thrones, solo aparecieron primeros indicios de hacia dónde patea cada quién, en una corte algo aburguesada por la falta de conflictos externos. Pero el título de "Los herederos del dragón" tiene su razón de ser. Si Aemma le recordó a Rhaenyra que "nuestro campo de batalla es el parto", una secuencia aterradora del primer episodio lo hizo patente, al entremezclar escenas del torneo que celebra la llegada del heredero con la carnicería que sufre la reina al parir y que termina con su vida.
Al neonato Baelon no le irá mejor, vivirá pocas horas, y que Daemon lo salude como "el heredero por un día" en una celebración de burdel desencadenará un conflicto irreparable entre los hermanos. En ese giro de la trama empezó a aparecer el esperado componente Littlefinger, con un Otto Hightower que no tiene ningún problema en empujar a su hija Alicent a la cámara real: muerta la reina, la Mano del Rey ya tiene una candidata que no solo le dé un varoncito, sino sobre todo le sirva de defensa en su choque de voluntades con Daemon. Aunque eso traiga serios nubarrones en la amistad entre Rhaenyra y Alicent.
Daemon Targaryen, claro, es cosa seria. Un tipo de armas en una era de paz, que ya pasó por varios cargos oficiales hasta tomar el mando del flamante cuerpo de Capas Doradas, dando pie con ello a uno de los pasajes más gratuitamente violentos de una serie que sabe abundar en ellos. El modo en el que la City Watch restablece el orden en una King's Landing azotada por la inseguridad habla de lo que opina Daemon sobre el gobierno de su hermano, que ve demasiado concesivo, y de cuáles son sus herramientas preferidas. Claramente, el hermano menor de Viserys es el personaje más afín al viejo estilo de Game of Thrones, jinete del dragón Caraxes, un guerrero al que la diplomacia y las buenas costumbres cortesanas le tienen muy sin cuidado. Entiende mejor que nadie que todas esas espadas alrededor del Trono no están ahí por casualidad. Y actuará en consecuencia.
Entonces, ¿vale la pena dejarse llevar por este nuevo producto audiovisual que quiere ser fenómeno? Por supuesto. Aunque falten un Tyrion Lannister o un Lord Varys que tiren one liners demoledores sobre la alta política en Westeros -y no es una falta menor-, la fantasía creada por Martin sigue siendo fascinante, y más de una vez retrata situaciones que solo se diferencian de coyunturas conocidas por su contexto medieval. El nivel de realización está bien alto, naturalizando ese imposible de ver gente montando dragones en los cielos como si fuera lo más común del mundo. Y estos personajes, a los que habrá que ir conociendo después de tener tan internalizada a la galería de GoT, pueden dar bastante de sí.
Lo que faltó en el comienzo, en todo caso, fue algo más de diversidad. En una corte llena de Targaryens y dragones rozagantes, los demás clanes son pura comparsa. Hubo una satisfacción de puro nerdismo cuando en el torneo se vio un escudo con los leones Lannister, o cuando se vio a uno de los Stark del norte o se tiró al pasar el apellido Baratheon, pero por el momento el universo HotD no va mucho más allá de la Fortaleza Roja y los callejones de la ciudad creciente. Si Game of Thrones empezaba recorriendo un mapa que daba cuenta de la diversidad de escenarios, aquí hubo un teaser explicativo con el Consejo de Harrenhal, y todo fundió a negro para dejar paso al emblema de los Targaryen. Pero hace algunos años Viserys y Daenerys ya nos mostraron el diario del lunes. Por ahora, el fuego arde como nunca. Pero hasta el dragón más temible puede terminar precipitándose a la tierra.