Desde Trelew


Encarnación Díaz tenía 44 años en 1972. Era profesora de escuela secundaria y una de las apoderadas de quienes habían sido trasladades masivamente al penal de Rawson. Apoderada significaba tener el poder de acercar paquetes a la cárcel, hacer visitas, romper el aislamiento de les militantes que eran de muchas y distantes provincias. “Yo les decía ‘los chicos’, y la verdad que mucho no les serví porque los horarios de trabajo muchas veces no me coincidieron”.

Hay una foto histórica en la que Encarnación está en el centro, de espaldas, hablándole a una asamblea repleta de vecines de Trelew y del valle de Chubut. En los palcos se leen varias banderas, una dice: Si faltan 3, faltan todos. Otra: Libertad a los presos políticos de la solidaridad. Encarnación acaba de ser ella misma liberada después de un mes y medio detenida en la cárcel de Devoto, a donde la habían trasladado en un avión Hércules que el 11 de octubre de 1972 aterrizó en Trelew para llevarse como carga a 16 apoderades de los presos y las presas políticas de la Unidad 6 de Rawson. A 16 se llevaron, después de allanar sus casas en la madrugada sin que mediara ninguna explicación. Fueron 16, igual que les ejecutades el 22 de agosto.

Desde el mismo día que nos detuvieron el pueblo se levantó. Tomaron el Teatro Español y se abrió una asamblea que terminó meses después, cuando todos los vecinos fuimos liberados. Mañana, tarde y noche en asamblea. Huelga de comerciantes, huelga de transporte, ni nafta se podía cargar. Fue un modelo de organización popular extraordinario”, cuenta Encarnación ahora, los ojos maquillados con sombra azul y los labios finos y rojos. Su voz llena el espacio donde se asesinó a 16 combatientes, a los 94 apenas escucha y por eso sus palabras tienen volumen de amplificador.

El sombrero negro, el tapado también negro, peludo e impecable. La memoria casi intacta, salvo por el nombre de esa chica que le alcanzó una taza de té y un pedazo de torta un domingo de visita en la cárcel de Devoto cuando ella no tenía quién la visitara. “Me acuerdo de las consignas que salieron en la asamblea del Teatro España: ‘¡Abajo los milicos, cobardes y asesinos!”.

Y no se olvida de la noche de la fuga. “Estaba en casa, con la radio en el aparador prendida mientras cosía. Y escuché todo, que habían depuesto las armas, que la única garantía que pedían era volver al penal de Rawson. Para mí, yo pensaba ¿pero qué honor tienen los que están del lado de la dictadura? Aun así, cuando dijeron que se iban en un micro, salí corriendo de mi casa a la avenida Hipólito Yrigoyen por donde forzosamente pasarían si iban a Rawson. Pasó un colectivo y yo levanté la mano por los chicos, para enviarles mi saludo. Después supe que no eran ellos, pero que mi saludo final al aire sirva para el recuerdo, yo quería estar con ellos”.