Una femme fatale insatisfecha. Lúcida, verborrágica, atolondrada, se ríe de sí misma y despedaza al hombre que la dejó adormeciendo lo que la hacía vibrar. La pasión y la inspiración para escribir mermaron con su partida. Un poco de todo esto combina Marlene, el personaje creado por la guionista Esther Feldman (Variaciones Walsh, En terapia, Los exitosos Pells, Lalola) con el que Romina Ricci regresó a los escenarios después de años de ausencia. En el unipersonal La hora de la calabaza (viernes y los sábados a las 21 en el Teatro Payró, San Martin 766), dirigida por el cineasta Alberto Lecchi, la actriz mantiene un diálogo imaginario con su examante, y le pone tal contundencia a lo que le vomita y confiesa que pareciera que él estuviera presente. Mudo pero presente.
Con pocos elementos en escena y bastante vino (por la soltura que va ganando, todo indicaría que no es utilería), Ricci le saca el velo al amor y al romance. Si el título de la pieza alude al momento en que el encantamiento se desmorona y deja paso a la realidad, a ella le sucede tanto con su amante como con su marido. Las manipulaciones del primero, la estabilidad sosa del segundo: Marlene no termina de sentirse del todo bien con ninguno y sobre el final da una pista de lo que realmente necesita.
El trío Feldman-Ricci-Lecchi supo encontrar un buen ritmo al galope en el que se embala el personaje, con sus momentos de sosiego. Cierta calma asoma cuando canta o cuando relata los recorridos que solía hacer con su enamorado, acompañando las imágenes de esos lugares proyectadas en una gran pantalla. Cuando por unos instantes se transforma en la esposa de su amante, logra una criatura muy querible, también desencajada. “Me gustó mucho el mundo de la protagonista, sumado al desafío de estar sola en escena, y a la posibilidad de trabajar con Esther y Alberto”, cuenta a PáginaI12 desde un bar donde se “escapó” por un rato, para sumergirse en el texto de otra pieza que está por estrenar. Con una tercera hija (la última es una beba de menos de 2 años), la actriz de 38 años necesita salir del hogar para concentrarse. Y 2017 la encuentra con varios proyectos. A fines de julio estrenará en el Teatro Regio Venus roja, donde interpretará a Salvadora Medina Onrubia, la mujer de Natalio Botana, con dirección de Maruja Bustamante. Luego llegará a la pantalla grande el documental sobre Alfredo Arias que filmó en París y, además, tiene un largo de ficción que piensa terminar en 2018. La intérprete, más asociada a la televisión, viene cultivando hace años la gestión de proyectos personales y el desafío de ponerse detrás de cámara y filmar.
“En los primeros ensayos, Alberto (Lecchi) se ubicaba en el escenario en el lugar del amante. Era una forma de ver a la otra persona, conectarme con lo que está pasando y sentirme acompañada. Fue un recurso que me ayudó mucho. El texto me fue llevando a este tono intenso, medio sacado por momentos –explica–. Es que Marlene se quedó un poco resentida y ese encuentro imaginario es una forma de decirle todo lo que no le pudo decir”. Y agrega: “La relación con el marido no la enciende pero lo quiere, mientras que el otro la cachondea, la inspira. Le llegó la hora de la calabaza con los dos. Al amante lo critica sin piedad y el amor con el marido se transformó en una forma tranquila de querer, de estar acompañada”.
Tras una etapa de investigación para empaparse de la vida Salvadora Medina Onrubia, llegó el momento de dar forma a semejante personaje en Venus roja. Ella fue madre soltera, prolífera escritora, periodista y militante anarquista en la Argentina de comienzos del siglo XX, además de ser la primera mujer que dirigió un diario en el país. “Es el momento de invocarla. No es fácil, son textos de otra época pero, a la vez, es una forma de acercarnos a aspectos poco conocidos, poco claros de ella. Hubo unas cuantas cosas que fueron tapadas en su momento”, adelanta. Lo cierto es que la combinación de un personaje tan rico, y la mirada arriesgada y poética de Maruja Bustamante despierta curiosidad. Ricci anticipa: “Habrá música y canto en vivo”.
Por otro lado, en la segunda mitad del año, se estrenará su primer largometraje: un documental sobre Alfredo Arias, el teatrista que se exilió en la capital francesa y que, junto a Marilú Marini, formó una dupla tan talentosa como disruptiva. Humor corrosivo, delirio, textos punzantes, Copi, Beckett y travestismo forman parte del mundo creativo de estos argentinos que triunfaron en Francia. “En París vi las obras de Alfredo y son fascinantes. Es un artista inmenso. El documental se centra en una de sus últimas obras, El Tigre, sobre un grupo de cinéfilos que se juntan en la isla para recrear partes de sus películas favoritas”, anticipa. “Pude seguir el proceso de trabajo y volví a Buenos Aires con una cantidad de horas de grabación increíble. Me entusiasmó la idea de hacer una peli sobre una obra que habla del cine”, concluye.