Paula Bolaño tiene 10 años y siempre llega de los cumpleaños con las sandalias peladas en la punta y las rodillas llenas de barro. Al principio se colaba en los partidos que jugaba su hermano Bruno y el año pasado comenzó a jugar (donde la mayoría o casi todos son varones) en la Liga de Buenos Aires con la camiseta roja y blanca de Cañuelas Fútbol Club.
Así comienza esta historia tantas veces contada: niñas a las que les gusta el fútbol y quieren jugar, una fórmula que sería muy simple de comprender si no fuera por el enquistado entramado que el fútbol y el deporte tienen en relación al género.
En el caso de Paula, el reglamento de la Liga de Buenos Aires dice en el Artículo 1 del Capítulo 2 que se trata de un torneo “exclusivamente para varones”. Otra historia muy contada: las pibitas empiezan a jugar en equipos en donde la mayoría son varones, juegan, se divierten, aprenden y cuándo el ámbito se vuelve competitivo ya no pueden seguir. Tienen que esperar a ligas de fútbol femenino, tal vez hasta los 14 años. Los mismos varones con los que jugaban siguen pisando la cancha y ellas tienen que postergar las ganas.
Hasta ahí llegaron, sucedió con Emma Rodriguez de 12 años en la liga regional de Coronel Suárez, con Renata que juega en San Lorenzo de Villa Gessel o con Martina Raspo en el Club Tiro Federal y Deportivo Morteros en Córdoba. En muchas de las ligas del país, para las niñas a las que le gusta jugar al fútbol llegar a los 12 años significa emprender una travesía de campañas y reclamos, lejos de las canchas, en vez de patear la pelota tienen que levantar un cartel que diga #DejenJugarA. La mayoría de las veces, entre el apoyo de las comisiones de género en los clubes, instituciones, familias y medios de comunicación que visibilizan el caso, la participación de niñas en las ligas termina por concretarse pero como excepción y sobre todo después de un camino que podría ser evitado.
El Cañuelas Fútbol Club le sumó un ribete interesante a la discusión: después de que denunciaron que Paula no podía jugar con varones, la liga de Buenos Aires aplicó una sanción al equipo que consiste en quitarle los puntos que habían ganado hasta el momento por partidos ganados o empatados. La respuesta del club marca un camino en el debate en torno a un fútbol mixto, formativo, recreativo y para todxs: que Paula siga jugando aunque le saquen los puntos al equipo. Esto abre inevitablemente preguntas en torno a la competencia y a la manera en las que los clubes pueden ser semilleros para infancias en donde valores como el compañerismo y la solidaridad sean los que marquen la cancha: “Paula lo asume como una cuestión de equipo, ahora tiene otra compañera que se sumó en la última fecha, porque el club, lejos de acatar la sanción, apostó por una nueva jugadora” cuenta su mamá, Gabriela De Santo.
¿Son los clubes los verdaderos territorios de disputa para poder pensar un fútbol distinto? ¿Desde donde es posible empujar a las ligas y a la AFA para que sus reglamentos estén a la altura de una práctica deportiva justa? El Cañuelas Fútbol Club encontró al menos una de las claves: romper las reglas. Paula sigue jugando y su equipo sale a la cancha con una bandera que dice “el deporte no tiene género”
Desde el Ministerio de Mujeres, políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires resaltan la importancia de la actitud del Club Cañuelas: “La actitud demostrada por el Club, que protege a la jugadora y enfrenta sanciones impuestas por la Liga, marca el camino a seguir para todas las instituciones deportivas y evidencia la importancia de la existencia de comisiones de género en los clubes”.
“No todo está perdido, los compañeritos de Paula no dudaron en elegir a su compañera de equipo en vez de los puntos, eso dice mucho” cuenta la mamá que además viene siguiendo todas las acciones que desencadenó el caso de su hija: “Hoy me enteré que un compañero del colegio, en la hora de ESI habló sobre el caso de Paula como puntapié para abordar las discriminaciones por cuestiones de género”.
Las ídolas
Paula es fanática de las jugadoras de C.F.C femenino, mira los partidos, se come las uñas y le reclama al árbitro: “Ella va a ver a las chicas de primera, las ama, se mete en el vestuario y una vez entró a la cancha con ellas en un partido oficial de AFA y compartió la entrada en calor. Cada vez que podemos vamos a ver los partidos” cuenta Gabriela.
“La verdad es que jugando mixto de chiquita se aprende más”, dice Martina Franchesca, tiene 19 años, hasta hace unos meses jugaba en el club y es una de las ídolas de Paula: “El club es hermoso y tiene una hinchada increíble, yo la vi algunas veces en la cancha y juega lindo, que una liga quiera sacar a las nenas me parece inexplicable, necesitamos que haya fútbol mixto”. Que les niñes puedan mezclarse y jugar un fútbol en donde el género no determina quien queda adentro y quién afuera es un horizonte que las jugadoras más grandes tienen muy claro.
Alumine Medina, tiene 20 años y es defensora en Cañuelas, otra de las ídolas de Paula: “Me gustaría muchísimo que Pauli pueda seguir compitiendo con sus compañeros y que entiendan que todos podemos y tenemos derecho a elegir el deporte que queremos realizar, ya sea fútbol, básquet, voley o lo que sea, tenemos que tener la oportunidad”. Martina Iraola, es Sub15 de la Selección Argentina y es Jugadora de Cañuelas, empezó a jugar en la escuelita de Cañuelas en futsal, había ido a una demostración de deportes en Cañuelas y ella iba representando al tenis: “Vi una chica que estaba jugando al fútbol y le dije a mi mamá que quería empezar, le preguntó el horario a la señora que estaba ahí con las chiquitas de fútbol y empecé”. A los 8 años ya estaba jugando en la liga lobense con varones en cancha de 11, fue la primera niña a la que dejaron competir en esa liga. Hoy tiene 15 y reconoce la importancia de que las nenas no tengan que esperar a una liga femenina Sub 13 o 14 para empezar a jugar: “Tiene que haber fútbol mixto porque a las nenas de 5 o 6 años ya les gusta el fútbol y quieren jugar".
Un horizonte mixto
La semana pasada, después del reconocido desempeño de la delantera colombiana Linda Caicedo en la última edición de la Copa América de Fútbol Femenino, giró por redes sociales un pedido muy concreto por parte de quienes siguen a la selección de ese país: “Que Luis Diaz -delantero de la selección masculina- y Linda Caicedo sean la dupla delantera de la selección de fútbol masculino”. La tal vez simpática campaña en redes tiene dos puntos bastante relevantes para sumar a la discusión: primero se le reconoce a la jugadora de 17 años sus aptitudes para el deporte dando por sentado que La Selección es masculina, y la selección sin mayúscula que llegó a la final de la última Copa América tiene tiene un valor menor por ser femenina; segundo que aunque sigue habiendo un largo trecho, mucho trabajo por delante y largas discusiones que dar ya no es tan inimaginable hacer posible aquello que decía la bandera que levantaron los compañeros de equipo de Paula: “el deporte no tiene género”