Espontáneo y casual, dicen, fue el encuentro entre Micaela Chauque y Leo Martinelli. Ocurrió hace cinco años en Tilcara, bella geografía que algo de divino habrá tenido que ver con el enlace. Y devino en un afianzamiento cuyo resultado está a la vista, y al oído. Es un EP. Se llama Corazón de agua, lo publicó recientemente el sello independiente Fértil Discos, y el contenido se para justo –equidistante, neutral, natural— entre las profundidades aerofónicas de la cantora, compositora y vientista jujeña, y el riesgo experimental del trío que completan Gerardo Farez, en teclados y Camilo Carabajal, en bombo legüero. 

“Yo estaba en Tilcara, participando de un proyecto itinerante y multidisciplinario llamado Artemotion, ahí nació todo. Ahí nos conocimos. Recuerdo que parte de lo que se buscaba entonces era preparar algo para presentar en vivo, y me impactó la química instantánea que se produjo entre nosotros… siento que percibimos inmediatamente que podíamos reposar musicalmente el uno en el otro”, orienta Martinelli, sobre las primeras horas de la alquimia humana y musical, sobre la que Chauque, claro, también tiene su visión: “Esto nació por la conjunción temporal y espacial de dos universos sonoros, sí. Leo había llegado a Tilcara como parte de un colectivo de jóvenes talentosos llenos de sonidos electrónicos, y todo terminó en un encuentro hermoso, donde vi que la música nos encontraba en un espacio novedoso, improvisando con quenas y sikus, bases rítmicas electrónicas manipuladas en el momento… una belleza musical, al cabo, un mundo sonoro que estaba descubriendo”.

-Hermoso y casual, según dicen, fue el encuentro. ¿En qué sentido lo de casual?

Micalea Chauque: -Básicamente porque este no es un proyecto en sí concebido para tocar. Nació en consecuencia de una amistad que se sostiene por mis insistentes viajes a Buenos Aires durante más de quince años. Soy feliz de encontrarme con amigos y talentosos artistas a los que

admiro muchísimo.

El amor musical a primera vista empezó a plasmarse en un austero estudio portátil, que captó los primeros connatos de un encuentro, cuyo paso posterior –ya en Buenos Aires— fue a través de una versión conjunta de “Huella”, lograda pieza de Proa, disco de Tremor. La sinergia músicohumana siguió por la incorporación de Alex Musatov y sus cuerdas “frotadas al vivo”, más un derrotero de temas que, sobre la huella inicial, marcó los pasos posteriores a través de “Florcita de Cardón”, “Mi cultura, la copla” y la pieza epónima, que se hará pública justamente este jueves. “Este tema es el sentimiento profundo de la vida, en lo más duro del paisaje”, afirma Chauque, acerca de la inspiración que le bajó plena al avistar una laguna verde “con la forma perfecta de un corazón”, ubicada a tres días de camino a pié, hacia Iruya. “Es un lugar que está en la cima de la montaña, a cuatro mil seiscientos metros de altura. Fui a conocerlo y realmente viví una experiencia única”, describe Micaela, que concibió letra y melodía del tema junto a Raúl Fernández, y luego captó la atención de Martinelli, cuyos arreglos terminaron de vestir un mensaje que habla de la tierra, de la fauna y de la flora andinas, además de poner en valor la cultura de los pueblos originarios.

Otra de las exploraciones que puebla el disco (“Mi cultura, la copla”) radica en una amalgama entre la matriz ancestral que le imprimen la voz y la caja de Chauque, y un abordaje cuasipop --pero sin estribillo-- que la arrastra hacia los límites. “Me alucinaba este tema que por momentos se come tiempos, o de golpe tiene alguno de más, cosa que sucede en la música de raíz, pero que no estamos habituados a escuchar en la música cotidiana”, sostiene Leo. “Por un lado, estaba el desafío de jugar con un beat, pero teniendo que conservar esta característica y que todo siguiese sonando orgánico. Luego rearmonicé la melodía, utilizando una cadencia que tiene cierta ambigüedad. De todas formas, mi parte favorita pasa por la utilización de las cuerdas, que recuperan la idea de psicodelia que mencionaba antes y crean una especie de coda medio inesperada”.

Algo de psicodélico, intrépido e inesperado porta también la versión que trío más cantora hicieron de “Florcita de cardón”, huayno del tilcareño Gustavo Patiño, cuya primera versión Chauque incluyó en su disco Jallalla, premiado como Mejor Álbum de Folklore Artista Femenina, en el Gardel 2019. “Lo que hicimos con la nueva versión fue trabajar alrededor de sonidos en reversa, metalofones y atmósferas de ensoñación”, puntualiza el osado multiinstrumetista. “De alguna manera, buscamos resignificar estas canciones de raíz folclórica y explorar una espacialidad, tratando de explotar la dulzura de la letra. Además, como pasa con todo el trabajo, este tema tiene un aire de psicodelia muy sutil”.

Nada ajeno, claro, a lo que Tremor viene proponiendo desde sus orígenes en clave de experimentación sonora entre músicas de raíz y ropajes electrónicos, cuyos nombres matarían de un síncope a más de un tradicionalista: malambos electro-tribales; chacareras glitch o sachas con melodías gitanas. “Ahora estamos trabajando un nuevo disco, y nos tiene súper motivados el hecho de haber encontrado un nuevo punto de vista para nuestras exploraciones sonoras”, detalla Martinelli, como data extra al trabajo con Chauque que, para matizar la espera, también está girando con amigos, por el país.