Desde Santiago
Volver a los 17, cantó Violeta Parra. Así parece ser el movimiento en Chile, desde las manifestaciones más grandes de su historia, en 2019, protagonizadas y lideradas por jóvenes, por una nueva generación de activistas políticos.
Después de vivir un siglo –siguió Violeta-. No pasó un siglo, sino casi 50 años desde el golpe militar de Pinochet en 1973, la dictadura, hasta 1990, y la transición conservadora, desde ese momento hasta 2019.
Ese año estallaron las manifestaciones más masivas y espectaculares jamás conocidas. (Mostrado de manera impresionante en el documental Mi país imaginario, de Patricio Guzmán, y explicado en el libro Octubre Rojo, de Carlos Ruiz Encina).
Movilizaciones que, tras acumular tantos reclamos de derechos pendientes, desembocaron en la lucha por una Convención Constituyente. Que fue convocada con paridad de representación de género y con una delegación específica de los mapuches.
Al mismo tiempo, se llevó a cabo una nueva elección presidencial, que se polarizó, en segunda vuelta, entre un joven dirigente estudiantil -Gabriel Boric, quien acababa de cumplir los 35 años requeridos para ser presidente de Chile- y José Antonio Kast, en la extrema derecha. Por primera vez, los dos partidos tradicionales -el socialista y el democratacristiano- que habían liderado la transición conservadora, sin romper con el modelo neoliberal que habían heredado, quedaron fuera de la disputa.
La victoria de Boric representó el cambio político más importante en Chile desde el gobierno de Salvador Allende. El gobierno instaló una nueva generación de líderes políticos con una mayoría de mujeres. Entre ellos destaca uno -Maya Fernández Allende-, hija de Beatriz Allende, a su vez hija del propio Salvador Allende, quien había estado con él cuando el Palacio de la Moneda fue rodeado por el golpe militar, quien ahora se convirtió en Ministro de Defensa de el nuevo gobierno
Fue, desde el principio, un gobierno de restauración de derechos, expropiado por los gobiernos neoliberales. Un gobierno de descentralización política, en contraste con el poder centralizado de gobiernos anteriores. Un gobierno enfocado en la protección del medio ambiente. Un gobierno que se preocupe por los derechos de las mujeres, los pueblos indígenas, la juventud, la población LGBT.
Un gobierno que busque superar el modelo neoliberal, impulsando la reanudación del crecimiento económico, con procesos de distribución del ingreso y ampliación del mercado interno de consumo, retomando e intensificando las políticas sociales -educación, salud, asistencia social, entre otras-.
Al mismo tiempo, funcionaba la Asamblea Constituyente -con el nombre de Convención Constituyente-, presidida por una gran dirigente mapuche, Elisa Loncón.
“Chile es un Estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural, regional y ecológico”.
En su siguiente artículo: “Se constituye en república solidaria. Su democracia es inclusiva y paritaria. Reconoce como valores intrínsecos e irrenunciables la igualdad sustantiva de los seres humanos y su indiscutible relación con la naturaleza.”
En su artículo tercero: “La protección y garantía de los derechos humanos individuales y colectivos son el fundamento del Estado y orientan toda su actividad. Es deber del Estado generar las condiciones necesarias y proveer los bienes y servicios para assegurar el igual roce de los derechos y la integración de las personas en la vida política, económica, social y cultural para su pleno desarrollo.”
A estas consideraciones básicas siguen capítulos sobre los derechos fundamentales y la ciudadanía, sobre la naturaleza y el medio ambiente, sobre el estado del agua y los minerales, sobre la participación democrática, sobre el buen gobierno, sobre la organización territorial, sobre la Defensoría del Pueblo, entre muchos otros.
Constituye el texto más completo y sistemático de afirmación y defensa de la democracia, en el más amplio sentido de la palabra, que el país que había tenido el régimen más dictatorial que América Latina haya conocido jamás. El gobierno ha impreso varios miles de ejemplares del texto, que se distribuye en las calles de todo el país y se ha convertido en la obra más leída por los chilenos desde hace varios meses.
El 4 de septiembre -coincidiendo con la fecha de toma de posesión de Salvador Allende como presidente de Chile, en 1970- los chilenos se pronunciarán por la aprobación o rechazo del proyecto de nueva constitución política del país. La campaña por el Apruebo se intensifica en todo el país, con brigadas callejeras repartiendo el texto y explicando los logros fundamentales que representa para Chile, volcandose a enterrar definitivamente la constitución impuesta por Pinochet en 1980, en medio de la dictadura y los elementos neoliberales sobrevivientes ya con la democracia. restaurado
La derecha se congrega por el Rechazo, sin argumentos claros. Hasta el punto de que, para unir a todos los sectores conservadores, afirma que Así, No. Como si sólo estuvieran en desacuerdo con las modalidades en las que se elaboró el nuevo proyecto, luego de una intensa campaña de intentos de desmoralización de los parlamentarios constituyentes. Afirman que habría que crear una nueva Convención, probablemente -aunque no lo digan- sin paridad de género y sin la representación específica de los mapuche-. También dicen, a falta de otros argumentos, que fue un proceso apresurado, que no incluiría a todos. Los espacios de propaganda en los medios de comunicación hacen muy evidente la diferencia: los partidarios del nuevo texto destacan todos los derechos que serían reivindicados y las modalidades democráticas del sistema político. Los opositores no logran articular las razones de su rechazo, tratando de ocultar que prefieren la Constitución heredada del pinochetismo.
Las encuestas -que en Chile tienen poco prestigio, porque se equivocaron en todas las últimas elecciones- apuntarían a una victoria relativamente amplia del rechazo. Pero tanto este aspecto, como la campaña masiva de aprobación, hacen que el clima sea más proclive a la victoria del Apruebo.
De ser rechazada, el presidente Gabriel Boric ya había anunciado que buscaría convocar a otro proceso constituyente. De aprobarse la nueva carta magna, el gobierno de Boric, el innovador proceso político iniciado en 2019, pasará a una etapa superior, de construcción del estado social de derecho, plurinacional, intercultural, regional y ecológico, que anuncia el proyecto de la nueva constutución política de Chile.