Desde Santiago
A diez días del plebiscito, donde los chilenos decidirán aprobar —o rechazar— la nueva constitución que reemplazaría a la de la dictadura de Pinochet de 1980 (aún vigente aunque con modificaciones), sólo hay tres cosas claras. Primero, que la opción “Rechazo” lideró todas las encuestas, que estas semanas están prohibidas de divulgarse. Segundo, que la derecha está abierta a un nuevo proceso constituyente si gana esta opción. Y tercero, que esta vez el voto es obligatorio, un escenario inédito en los últimos años y que incluirá a una población en condiciones de extrema pobreza—la que ronda más de dos millones de personas— que generalmente no son consideradas en las metodologías de las encuestadoras.
Todo esto sólo ha provocado que se intensifiquen las campañas en favor de ambas opciones con estrategias disímiles: mientras que el “Apruebo” busca sectores indecisos y fortalece un relato transversal basado en el nuevo Chile que traería una nueva Carta Magna (con más derechos garantizados para los trabajadores y sectores históricamente excluidos y una mirada medioambiental de largo plazo), el “Rechazo” apela al miedo en una jugada que se remonta desde tiempos del Plebiscito de 1988 cuando la dictadura buscaba permanecer en el poder y se actualizó en las pasadas elecciones con la campaña de José Antonio Kast. Y en ambas, perdieron.
Monjas progresistas
Es difícil entender por qué la derecha y el conservadurismo chileno siguen apelando a la misma estrategia pero actualizándose con dramatizaciones y guiones confusos como el testimonio de un supuesto trabajador sexual que decidió no denunciar a un cliente que le disparó como acto de amor. Algo que generó sorpresa y cuestionamientos desde el Ministerio de la Mujer hasta los usuarios de redes sociales que, además, señalaron que la supuesta víctima era, en verdad un actor pagado y que había entregado un testimonio falso.
Desde la otra opción, sorprendió el apoyo de la comunidad de las Carmelitas Descalzas de San José de Maipo. “Queremos agradecer lo que la nueva carta magna dice sobre los derechos sociales de los chilenos: salud, educación, vivienda, pensiones, trabajo, entre otros temas esenciales para nuestro país”, señalan en el texto.
Y agregan: “Esta nueva Constitución es ecológica, respeta y legisla sobre la naturaleza, como nos lo pide el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, en que nos llama a respetar y amar la “casa común”, la tierra y los bienes naturales comunes. El agua, elemento esencial para la vida, se regula según las necesidades humanas, las necesidades de la naturaleza, la agricultura y en último término las actividades mineras y agrícolas exportadoras. La ecología y la higiene del alma son valores absolutamente necesarios en una sociedad como la de hoy orientada hacia el consumo, el egoísmo y lo superficial, carente de solidaridad y empatía con el hermano”.
Aunque ayer, la Asociación “central” de la orden principal manifestó su “profundo dolor” por la misiva asegurando que no representa la opinión de las carmelitas de Chile sino un solo monasterio, porque deberían permanecer neutrales, este acto generó aprobación general, sobre todo por su tono, sereno y mirando el futuro, donde señalan: “Si rechazamos la proposición de una nueva Constitución estamos rechazando la posibilidad de dar un paso grande en el devenir de nuestro país”.
Sin embargo sigue siendo en las intervenciones del oficialismo progresista del gobierno de Gabriel Boric donde podemos ir entendiendo los ánimos frente al proceso constituyente. Por ejemplo, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, señaló en un encuentro con economistas que pase lo que pase “todo indica que el proceso constituyente no va a concluir el 4 de septiembre”.
También apeló a la unión entre distintos puntos de vista y sumando un aspecto altamente relevante para entender el rumbo de Chile que, obviamente se ha comentado en La Moneda: “Tenemos que renunciar a dos extremos: la idea de volver al país previo al 18 de octubre de 2019 y tampoco utopías irrealizables. Lo que debemos preocuparnos es de buscar respuestas concretas, viables, graduales. Y, al mismo tiempo, aprovechar las oportunidades que se van abriendo para la economía chilena, que hace 10 o 15 años no las teníamos ni siquiera en nuestra imaginación”.
Reducción de la jornada laboral
Por otro lado el presidente Boric se ha enfocado en las políticas públicas presentando indicaciones a la propuesta de reducción de 40 horas a la jornada laboral, que se aplicaría con gradualidad e incentivo de productividad. Para el presidente el tema va más allá que los balances o índices de las distintas industrias que se verán “afectadas” por esta propuesta. “La pregunta que debe hacerse es por la felicidad y buen vivir (…) “¿Cuánto vale un cuento o una canción en la noche? ¿Cuánto vale salir a caminar después de la jornada laboral, salir a pololear (de novios)? ¿Cuánto vale pasar tiempo en familia o tiempo solo, reflexionando? Eso seguramente no entra en los índices estandarizados de productividad”.
Gestos que podrían revertir lo que las encuestas dejaron en suspenso.