Novak Djokovic volvió a sufrir un duro revés para sus aspiraciones de competir de manera regular sin contar con el esquema de vacunación contra el covid: este jueves se borró de la lista de aceptación del US Open, el útimo Grand Slam del año, ante la imposibilidad de ingresar a los Estados Unidos.
"Lamentablemente esta vez no podré viajar a Nueva York para el US Open. Gracias #NoleFam por sus mensajes de amor y apoyo. ¡Buena suerte para mis compañeros jugadores! Me mantendré en buena forma, con un espíritu positivo, y esperaré la oportunidad de competir nuevamente. ¡Hasta pronto, mundo del tenis!", expresó el serbio, tres veces campeón en Flushing Meadows.
La baja obligada de Djokovic en el Abierto de Estados Unidos, un certamen clave en su anhelo de convertirse en el tenista masculino más destacado de todos los tiempos, es el capítulo más reciente de una saga que lo marginó, conforme a sus propias decisiones ideológicas, de gran parte de los torneos del circuito.
El principal beneficiario de su ausencia, al menos ante un análisis superficial, es Rafael Nadal, el hombre que llegó este año a 22 títulos de Grand Slam tras conquistar el Abierto de Australia y Roland Garros, logros que lo llevaron a tener un título grande más en la pelea por la historia -el serbio luego se consagró en Wimbledon-.
En Australia, uno de los países con mayores restricciones sanitarias desde el inicio de la pandemia, tampoco pudo estar Djokovic, el nueve veces campeón que fue protagonista de un cúmulo de episodios cinematrográfios que arrojó, luego de una frenética batalla legal de 11 días, su deportación por parte del gobierno federal.
El interrogante recurrente, desde enero de este año, era saber cómo haría el ex número uno del mundo para jugar en el tour sin vacunarse. La respuesta arrojó diferentes resultados, según el territorio geográfico en el que se disputaran los torneos. En Europa occidental, sobre todo en la gira de Roland Garros, no tuvo inconvenientes; mucho menos en el Principado, donde inició aquella temporada de ladrillo.
Norteamérica, sin embargo, emergió como un problema sin resolución aparente para Djokovic: este año ya se habrá perdido cuatro torneos de nivel Masters 1000 -Indian Wells, Miami, Montreal y Cincinnati- y el venidero US Open.
En ese contexto surge otra cuestión: ¿Djokovic habrá dañado el resto de su carrera? El impedimento por actuar en ciertos torneos grandes, sobre todo porque terminará la temporada con apenas dos participaciones en Grand Slams sobre las cuatro posibles, lo coloca ante cierta desventaja en esa lucha. Porque los jugadores de semejante talla ya no juegan por dinero, títulos o reconocimiento. Todos esos atributos ya les pertenecen. Juegan, al contrario, por la historia.
El único escollo real que tiene Djokovic en materia deportiva para erigirse como el máximo campeón se llama Rafael Nadal, quien volverá a tener otra posibilidad certera sin su mayor rival en el camino: el US Open podría llevarlo a su 23ª conquista de Grand Slam.
La fervorosa postura de Djokovic, de 35 años, lo llevó a perder el número uno del mundo -hoy es 6° en el ranking ATP- y jugar la mitad de lo que hubiera deseado: en 2022 registra una marca de 23 victorias, cinco derrotas y dos títulos, el Masters 1000 de Roma y Wimbledon, cuya final del 10 de julio pasado fue su último partido.
La relación con sus apariciones en 2021, cuando la vacuna no estaba establecida en todo el mundo, es asombrosa: el año pasado terminó con 62 partidos totales -55 triunfos y 7 derrotas- y cinco títulos, tres de ellos de Grand Slam. El perjuicio en pos de su deseo de ser el mejor es muy claro, aunque su ideología puede más.