“¡25 grados a fines de agosto!”. Del otro lado de la videollamada, Pipsa Lonka se queja del calor que está haciendo en Helsinki, su ciudad natal, al menos para lo que debería esperarse en esta época del año. No pasaron ni dos minutos de charla y Pipsa ya dio indicios de que uno de los temas recurrentes de sus obras –el vínculo del hombre con la naturaleza– también es una preocupación constante en su vida personal. “Es evidente que el cambio climático se está haciendo notar con mayor fuerza cada año”, se lamenta.
En Segunda naturaleza, el texto con el que su dramaturgia aterriza por primera vez en Argentina, esa obsesión por pensar la relación del humano con su entorno se vuelca especialmente en la forma en que conectamos con los animales. En una seguidilla de escenas muy breves, que se suceden una atrás de otra, Pipsa pone a distintos “animales humanos” en diálogo con otras especies para analizar los ribetes de esa unión y sobre todo, para pensar qué tipo de animal es el humano, bajo la premisa de que está lleno de documentales sobre la naturaleza pero no existe un canal como Nat Geo para analizar los comportamientos típicos de nuestra raza.
Segunda naturaleza se estrenó en Helsinki, primero en sueco (el segundo idioma oficial de Finlandia) y tiempo después en finés. Contaba con el mismo elenco en ambas versiones, gracias a una puesta muy particular que reforzaba el costado más posthumanista del texto: los actores llevaban máscaras que ocultaban sus expresiones –es decir, jamás se les veía la cara– y los parlamentos, grabados de forma previa, se reproducían durante la función marcando el ritmo de la escena y los movimientos de los intérpretes. Había una particularidad más: tanto en un idioma como en el otro, los audios habían sido grabados con voces “reales” de personas cuyas características coincidían con las de los personajes. Para la figura del pastor, por ejemplo, se convocó de verdad a un pastor que hablara sueco y a otro que lo hiciera en finés; para el personaje del hombre rico, la producción buscó a dos hombres ricos, uno por cada idioma, y así sucesivamente.
Pipsa no tiene mucha idea, todavía, sobre lo que tienen entre manos Cecilia Meijide y Diego Rosental, que dirigirán la puesta argentina de Segunda naturaleza, que se estrenará en septiembre. Aunque le da cierta curiosidad saber un poco más sobre la primera versión de su obra en Latinoamérica (“¿vas a ir al estreno?”, pregunta, “¿después me contás?”), el silencio de la dupla, que por estos días está en pleno proceso creativo, no la inquieta demasiado. Dice que el texto ya no necesita de ella: “Confío plenamente en que sabrá hacer su camino sin mí”.
Quizá ese ejercicio de desapego con los propios textos se aprenda con los años. Pipsa todavía estaba en la escuela cuando escuchó hablar por primera vez del oficio de los dramaturgos y desde entonces supo que quería dedicarse a ser una. Quería formar parte de la maquinaria escénica, pero desde afuera y en lo posible, poniendo en práctica su escritura. Entrar a la Escuela Superior de Artes Dramáticas de Helsinki, la única que forma dramaturgos profesionales en su país, le llevó ocho años y cinco intentos. Tampoco se inquietó durante esos años de espera. “Mientras tanto, cursé la carrera de Estudios teatrales en la universidad, me fui a vivir un año a Islandia y bueno, hice todas esas cosas que una tiene que hacer cuando es joven”.
El texto pone en diálogo al hombre con las demás “especies no humanas”. Paradójicamente, son muchos los momentos en los que se apela a la música, que es un lenguaje intrínsecamente humano. ¿Fue intencional esta decisión de poner tanto foco ahí?
--La decisión de incluir música en la obra me cerró por muchos motivos. Por un lado, bueno, todas las piezas son de música sacra, que nos conectan con ese rincón sagrado que todos tenemos. Era una suerte de atajo para llevar al espectador a ese clima de compasión y de luto, que la música de Bach evoca casi inmediatamente. La pregunta que subyace siempre es cuáles son los seres vivos que merecen nuestra piedad, nuestra compasión. Por un momento me preocupó ser demasiado llana o directa pero, a decir verdad, en esta pieza no le veía ningún valor a ser críptica: me interesaba apelar a las emociones, sin generar una distancia innecesaria con el espectador, y me hice cargo.
Junto al texto de Pipsa que dirigirán Meijide, directora entre otras obras de Cactus orquídea y El amor es una mierda, y Rosental, coreógrafo y director de las bellísimas Acróstico y La renuncia, en Buenos Aires se estrenan otros dos textos extranjeros en el marco de Temporada Fluorescente que, aún sin autodenominarse “festival”, funciona un poco como tal. Unos días antes del estreno de Segunda naturaleza se podrán ver, en El Cultural San Martín y en Espacio Los Vidrios respectivamente, Freeshop, de la uruguaya Victoria Vera y puesta en escena del jovencísimo colectivo BESA y En este mundo loco, en esta noche brillante, de la brasileña Silvia Gomez, con dirección de Nayla Pose.
Con el mismo equipo de producción y el espíritu de trabajo de lo que fue el Festival Internacional de Dramaturgia, Temporada Fluorescente continúa con la premisa de poner en diálogo a creadores argentinos con textos de otras geografías. Esta vez, además de las tres obras, se suma Catálogo expandido, una publicación colaborativa digital curada por las Piel de Lava, que dialoga con el proyecto curatorial y reúne reflexiones de las autoras y creadores de esta edición, con aportes de los artistas Wo Portillo del Rayo y Paco Fernández Onnainty, la escritora y fotógrafa Lula Bauer, el crítico cultural Juan Laxagueborde, la periodista Soledad Barruti, el dramaturgo y guionista Leandro Arecco, y el diseñador sonoro Zypce.
La posibilidad de ver en escena escrituras contemporáneas de otros rincones del mundo siempre es un evento gratificante, no solo porque en Argentina ver teatro internacional es una posibilidad cada vez más restringida, sino porque este proceso de encuentro particular –la de artistas que no se conocen entre sí uniéndose, por azar, en un proceso creativo, a kilómetros de distancia– se corre de una mecánica de producción local muy instalada: por lo general, son los mismos autores los que dirigen sus obras. A veces sale mejor, otras veces sale peor, pero siempre sale algo nuevo.
Segunda naturaleza se estrena el sábado 10 de septiembre en El Cultural San Martín, a las 21. Más información sobre Temporada Fluorescente en plataformafluo.com