“Adrian Tomine tiene más ideas en veinte de sus paneles que las que muchos novelistas tienen en toda su vida”. La frase le pertenece a la escritora británica Zadie Smith, famosa por el bestseller Dientes blancos, y refiere al historietista y dibujante californiano –cuarta generación de descendientes japoneses– nacido en 1974, responsable de muchas ilustraciones de portada para la revista The New Yorker y autor de novelas gráficas como Optic Nerve y la muy celebrada colección de relatos Killing and Dying. Seguramente el cineasta francés Jacques Audiard pensó en las palabras de Smith cuando decidió adaptar tres de las seis historias de este último volumen para su último largometraje, Les Olympiades, Paris 13e, que la plataforma MUBI estrenará el próximo viernes 2 de septiembre con el título español París, distrito 13 (el nombre con el cual se conoce el complejo de edificios de departamentos de ese barrio parisino, “Las Olimpiadas”, no resuena con tanta fuerza en el público internacional). El director de Un profeta, Lee mis labios y El latido de mi corazón le pidió ayuda a su colega Céline Sciamma (la directora de las recientes Petite maman y Retrato de una mujer en llamas) para que colaborara en la escritura del guion del film, que comprime, aglutina y reinventa los cuentos originales y construye un retrato posible de cuatro jóvenes unidos por el azar, el deseo, los celos y la necesidad imperiosa de vincularse emocionalmente. Presentada en la competencia oficial del Festival de Cannes y rodada en un blanco y negro que remite inexorablemente, pero no de manera literal, a los ambientes y aromas de la nouvelle vague, París, distrito 13 se apoya en un reparto que incluye a Noémie Merlant (la pintora de Retrato de una mujer en llamas) y la cantante Jehnny Beth, quien ya había despuntado el vicio de la actuación en Un amor imposible, de Catherine Corsini. ¿Cuánto de Tomine hay en el último Audiard? Lo suficiente como para ser reconocido por sus seguidores, aunque el largometraje se impone no tanto como una adaptación fiel sino como una relectura, desde otra geografía y una cultura diversa.
Cuando Émilie (la actriz debutante Lucie Zhang), empleada de un call center e inquilina solitaria de un piso, conoce a Camille (Makita Samba) reina la confusión. Es que el aviso para compartir un cuarto del departamento tiene una respuesta, a nombre de Camille y, como es de suponer, Camille se impone por su propio peso como nombre femenino. Pero Camille es un hombre, un profesor de lengua a punto de doctorarse que respondió el anuncio sin pensar demasiado en la androginia de su gracia. Superado el malentendido, la charla. Un rato después, el sexo. La historia de Émilie, francesa de origen chino, y Camille, francés de origen africano, comienza sin suspiros, con un bang, palabra que además de su connotación explosiva podría definir a la perfección la maratón sexual de esa primera semana, deporte que eventualmente se agotará más rápido de lo imaginado (al menos por Émilie). La frustración crece pero, al mismo tiempo, sin que ninguno de ellos lo sepa en ese momento, la relación entre ambos comienza a recorrer un nuevo sendero, quizás más extenso y duradero. ¿Qué es el amor? Quién lo sabe, parecen decir Audiard y las coguionistas Sciamma y Léa Mysius, pero sin duda es mucho más que aquello que suele decirse al respecto. “Si no hay caballos en París, distrito 13 es porque antes dirigí The Sisters Brothers”. En conversación con la revista online Slant Magazine, Audiard recuerda su paso por el western (un western atípico, por cierto) y su primera película en idioma inglés, protagonizada por John C. Reilly, Joaquin Phoenix y Jake Gyllenhaal, y estrenada en 2018. “Como dijo Truffaut, cuando uno hace una película, es todo lo contrario a la anterior. Creo que en ese film abrí todos los armarios de la masculinidad, la violencia, los caballos. Pero cuando comencé a cerrarlos, se abrieron otros: ambientes más bonitos, el amor. Así que sí: es el proceso de ir de un lugar hacia el opuesto. Además, desde hace un tiempo que quería hacer un film sobre la manera en la cual hablamos del amor”. Lo cierto es que el espectador puede llegar a pensar, luego de la primera media hora de metraje de París, distrito 13, que al menos ese relato en particular, el de Émilie y Camille, es una historia de no-amor. Pero la vida y el amor tienen sus vueltas.
Nora Ligier (Merlant) se instala en París por segunda vez. Tiene 33 años y hace tiempo dejó la carrera de abogacía para volver a su pueblo. Ese retorno tiene el aroma de las segundas oportunidades, pero a poco de reanudar los estudios una confusión (una peluca rubia, ni más ni menos) la transforma en la comidilla del curso. Todo el mundo la confunde con una cam girl de un sitio porno llamada Amber Sweet, siempre dispuesta a los bailes y las charlas eróticas o a la masturbación en vivo a cambio de una transacción monetaria. Es vergüenza lo que comienza a mover a Nora, pero también bronca. Audiard, Sciamma y Mysius toman la idea central de "Amber Sweet", una de las seis historias de Killing and Dying, y la reutilizan para sus propios intereses. Tomine juega con la confusión de identidades de ambos personajes, la actriz XXX y la estudiante, a partir de un punto de vista no del todo claro, pero en París, distrito 13 el espectador es consciente (casi) todo el tiempo de que Nora no es Amber. Un tiempo después, la universitaria ya no es tal, y la búsqueda de un trabajo en París la lleva a presentarse en una agencia inmobiliaria en la cual Camille anda haciendo un reemplazo temporal. Comienzan los cruces entre personajes, que sumarán un cuarto peón de relevancia cuando la mismísima Amber (Jehnny Beth) ingrese en el mundo de Nora de una manera mucho más íntima. Respecto de los cambios en las relaciones sentimentales de un tiempo a esta parte y de las influencias de otros films y realizadores en su propia obra, Audiard admite que el gran operador no es otro que Mi noche con Maud, el largometraje de 1969 dirigido por Éric Rohmer y protagonizado por Jean-Louis Trintignant y Françoise Fabian. “La película de Rohmer es muy erótica, pero toda la carga de erotismo está puesta en la conversación. Todo el film tiene que ver con contenerse, hablar y hablar toda la noche sin que pase nada. Ahora ocurre todo lo contrario. El amor está en una app. Conocés a alguien y hacés el amor en la primera noche. O cogés. ¿Y después qué pasa? Después se habla. ¿Lleva eso al erotismo? Si no es así, ¿a dónde lleva? Creo que el amor ocurre, puede ocurrir. Pero, ¿bajo qué forma aparece ahora, cómo se manifiesta? Eso es lo que quise explorar con estos personajes y siempre creí que eso podía llevar a un lugar gracioso, a una posibilidad cómica”.
Definir París, distrito 13 como una comedia sería una exageración, aunque la posibilidad del humor está siempre presente. Audiard evita en gran medida la seriedad extrema, la solemnidad, para erigir un retrato de la generación de jóvenes treintañeros actuales desde sus setenta años recién cumplidos. “La verdad es que no sé nada de historietas”, afirmó en la entrevista ya mencionada, “así que fue un universo que tuve que comprender a partir del trabajo. Fue la única manera de poder darme cuenta de qué cosas tenía para decir sobre la vida moderna, y que también pudiera hablarme a mí, a mi generación”. El sexo es esencial a la fibra de la película, pero no todos los personajes lo practican de la misma manera. Émilie, que en cierto momento deja su trabajo en el call center y comienza a despachar comidas en un bullicioso restaurante chino, es capaz de abandonar el puesto de moza durante diez o quince minutos y echarse un rapidito con un desconocido que acaba de cliquear como favorito en la aplicación de citas. A Nora, en cambio, le cuesta hallar verdadera satisfacción en el encuentro con otro cuerpo, aunque la posible respuesta a esa “frigidez” –como la llama, con algo de veneno, Émilie– aparece en forma de pista cerca del final de la película, cuando los cruces y desvíos de los cuatro personajes ya ha dibujado un complejo tapiz de líneas rectas, curvas y solapamientos. Allí reaparece el fantasma de Rohmer, maestro de los vínculos sentimentales en la historia del cine francés, mago de los azares, los reencuentros y las relaciones triangulares y cuadrangulares entre amigos, amantes y amigovios.
Alrededor de Camille, Émilie, Nora y Amber, Les Olympiades, ese “barrio” del distrito 13 construido en los años 70. Ocho edificios altos cuyos nombres remiten a ciudades que fueron huéspedes de distintas Olimpiadas y cuya cercanía con las comunidades de origen asiático los hacen parte inseparable del Barrio Chino parisino. Un sitio que “fotografía” bien, pero que resulta muy diferente a la París nueovalera. Audiard vivió en el distrito 13 durante una década de su vida y considera que es una de las zonas más modernas de la ciudad: “Ha habido mucha renovación urbana, con edificios nuevos, rascacielos, un estilo de arquitectura que le da un aspecto diferente al del resto de París. El blanco y negro ayudó mucho a generar la sensación de que, si bien se trata de París, también podría ser otra ciudad. Amo mi ciudad, pero creo que París tiene ciertos límites en cuanto a su fotogenia. Hay una sensación de encierro, una cualidad casi museística. Los personajes de la película evolucionan, y quería que lo hicieran en una ciudad moderna, que casualmente es París. Al mismo tiempo, quería evitar esa nostalgia que a veces aparece cuando se filma en blanco y negro. Por eso elegí para la banda de sonido música electrónica, compuesta por Rone. Hay algo en la música que se acopla a ese concepto de París como una ciudad muy moderna”. Hay más Tomine cinematográfico por venir. El actor estadounidense, hijo de padres coreanos, Randall Park (Jimmy Woo en WandaVision) se encuentra trabajando en su ópera prima como realizador. Se trata de una adaptación de la novela gráfica Shortcomings, publicada originalmente en 2007, y cuyo protagonista, Ben Tanaka, es el dueño de una sala de cine en el área de la Bahía de San Francisco. A él se les suman un par de personajes en busca de algo parecido a la felicidad: su novia Miko Hayashi, activista política de profesión, y su mejor amiga, Alice Kim, que esconde su condición de lesbiana ante una familia ultraconservadora simulando ser la pareja de Ben. “Un comic sobre el amor, la raza y la incomodidad”. Así fue descripta por la prensa Shortcomings en el momento de su lanzamiento, definición que perfectamente podría aplicarse a Killing and Dying, la película de Jacques Audiard que está de estreno.