Allí donde vivieron esos simpáticos monstruitos

Desde las filas del Museo de Arte de Columbus, en Ohio, prometen que será “la exhibición más grande y completa jamás antes montada en honor a unos de los artistas más originales de nuestro tiempo”, a partir de más de 150 bocetos, guiones gráficos, pinturas, entre otras bondades, algunas inéditas, en exposición. Con apertura prevista el 21 de octubre, las expectativas están por los cielos: no todos los días puede visitarse tamaña muestra dedicada al gran Maurice Sendak (1928-2012), uno de los autores e ilustradores de libros infantiles más notables del mundo. Wild Things Are Happening: The Art of Maurice Sendak es el nombre de esta exhibición, que seguirá en cartel hasta marzo del próximo año, previo a echar a andar por otros países (Francia, el siguiente) en una gira internacional que tiene contenta a mucha gente. Por obvias razones, claro, en tanto podrán observar de cerca los bocetos originales de Donde viven los monstruos, del ’63, considerada su obra maestra, que como bien es sabido fue adaptada al cine con acierto por Spike Jonze. “Junto a imágenes emblemáticas de sus propios libros, incluidos In the Night Kitchen y Outside Over There, habrá obras que creó para célebres publicaciones como The Bat-Poet de Randall Jarrell, A Hole is to Dig de Ruth Krauss, etcétera. Sus diseños para producciones de ópera, teatro, ballet, cine y televisión también se presentan en la exposición”, pormenoriza la curaduría del museo estadounidense sobre el enorme artista que otrora dijera: “Si hay algo más en la vida, sin duda es lo que proporciona el arte”. Él claramente hizo su parte, que podrá disfrutarse largo y tendido, “descubriendo la verdadera profundidad de su creatividad”, recalcan desde el Museo de Arte de Columbus, en –reiteramos– Ohio.

Meka de fantasía

El futuro llegó hace rato, pero no ha perdido la habilidad de dejar a tantísima gente patidifusa, preguntándose –como efectivamente ya han hecho algunos–, “¿Es que acaso estamos viviendo en un episodio de Black Mirror?”. El desconcierto lo ha generado el nuevo fichaje de un importante sello, Capitol Records, que anunció hace unos días qué talento ha sumado a sus filas. Se trata de un rapero que, en su cuenta de la plataforma TikTok, tiene ya más de 10 millones de suscriptores, lo cual augura público cautivo para sus próximos lanzamientos discográficos. De seguro habrá sido un punto tenido en cuenta en las negociaciones, que no dirigió solito su alma porque –hete aquí el asunto– el músico en cuestión, llamado FN Meka, no es un rapero cualquiera sino... un rapero robot. O más bien, una inteligencia artificial que “analiza las letras, los acordes, la melodía y el tempo de pistas de rap para crear su propio universo sonoro”. Así lo ha explicado Anthony Martini, su creador, cofundador del sello virtual Factory New, casa de FN Meka previo a que pegara el salto a las grandes ligas. Aunque ducha en componer, esta IA carece de cuerdas vocales, razón por la cual sus canciones son interpretadas por un humano de carne y hueso, cuya identidad se desconoce. “Por ahora, canta una voz humana, sí, pero estamos estado trabajando para que la computadora aprenda a interpretar sus propias palabras. Quién sabe, quizá algún día no tan lejano pueda colaborar con otras computadores como coautoras de venideras canciones”, se entusiasma Martini. Dicho lo dicho, en simultáneo a anunciar la contratación de su flamante artista, Capitol Records lanzó el nuevo tema de FN Meka, donde colabora, sí, pero con dos terrícolas: el rapero Gunna y el streamer Clix. El track, por cierto, ha sido producido por Turbo, que viene de laburar con Travis Scott, Young Thug, Lil Baby, y se titula Florida Water, donde el robotito despacha líneas como: “Tesla, Gucci, Cybertruck / I wreck that shit, don’t give a fuck”. Un poeta moderno, sin dudas.

Mi reino por un quesito

En Toronto, Canadá, causó alboroto una gran valla publicitaria en una de las zonas más concurridas de la ciudad, la plaza Yonge-Dundas, en el distrito financiero. Rentar por unas semanas un espacio de promoción debió salirle unos cuantos morlacos a un tal Ángel Domingo, de 48 años, que lo alquiló una temporada para vender... un pedacito de queso. “Todavía en su embalaje original. Acepto intercambios. No me propongas porquerías: sé lo que tengo en mis manos”, puede leerse en el colosal aviso, que comparte además el teléfono de contacto del mentado varón. Hombre que, de inmediato, fue entrevistado por diferentes medios, intrigados por su gesto desproporcionado, excéntrico. A ellos, Domingo les contó que se acababa de mudar y, en su departamento nuevo, encontró en el refrigerador un quesito cerrado, riquísimo tesoro lácteo que le pareció que podía canjear por algo igualmente valioso. “¿Qué sería igualmente valioso?”, le preguntaron, y el misterioso Ángel solo replicó: “Lo sabré cuando lo vea”. En los primeros tres días, recibió más de mil ofertas, pero ninguna le resultó demasiado tentadora: ni los dos gatos persas, ni la cortadora de césped, ni las tarjetas de colección de Shaquille O’Neal, ni una estatua de un gorila dorado, ni un programa de radio en Nueva York, ni un yate que le ofrecieron. Por una tira de queso que, por cierto, puede encontrarse por dos mangos con cincuenta en cualquier supermercado. Así las cosas, aunque los llamados sí son verdaderos, quien ha estado atendiendo a la gente ha sido un actor, Joey Harlem, contratado para interpretar al extravagante Domingo, cuyo cuento resultó ser puro macaneo. Una farsa publicitaria de la marca Black Diamond Cheestrings pergeñada por la agencia Broken Heart Love Affair para que se hable del producto. Algo que han logrado con creces, aunque muchos estén confundidos tras la mojada de oreja; quieren saber, con justa razón: ¿habrá o no habrá permuta por el bocadillo?

Si te he visto, ¿no me acuerdo?

Duró menos que un suspiro la emoción por el hallazgo de lo que presumiblemente se tratara antaño de una casa señorial, encontrados sus remanentes tras trabajos de excavación en Scarborough, North Yorkshire, en abril de 2021. Porque la antigua villa romana que había sido descubierta hace apenas un año en Inglaterra... ha vuelto a ser enterrada. Ojo, se apresuran a aclarar voces en tema que las razones detrás del insólito gesto son bienintencionadas: es en pos de conservarla para futuras generaciones. En efecto, por recomendación de especialistas en preservación, la han vuelto a cubrir de tierra, aunque al menos hay planes de crear una “representación interpretativa” de las ruinas para que futuros visitantes sepan qué yace bajo sus pies. Es decir, un gran complejo de edificaciones que incluye una sala central circular con una serie de salas conectadas y una casita de baños. Cuando se dio el hallazgo arqueológico el año pasado, se pronunció Keith Emerick, inspector de monumentos antiguos de la Inglaterra histórica, y dijo que no estaba del todo claro para qué se usaba en su época este sitio, pero sí que los materiales eran topísimos así que, muy posiblemente, fuera propiedad de alguien rico y de elevado estatus social. Dijo además que ese tipo de diseño, desplegado en poco menos de 400 m2, “nunca se había visto en Gran Bretaña” y que quizá fuese de los primeros “dentro de todo el antiguo Imperio Romano”. Dijo además que lo más seguro es que los mejores arquitectos de esa época hubiesen estado a cargo de la obra. El vaciamiento del lugar, agregó, se corresponde a un abandono neto, probablemente ligado a un desmantelamiento de la propiedad hacia el final de la ocupación romana de la isla de Bretaña, a principios del siglo V d.C. En fin, algunos datos y suposiciones de un entusiasmadísimo Keith, que aseguró que se trataba del hallazgo romano más importante de la última década en Gran Bretaña. Hay que decir, empero, que ciertas circunstancias le bajaron la alegría de un hondazo... Porque nomás ser descubiertos los vestigios de esta residencia aristocrática, anunciados por la prensa con pitos y flautas, no pasó ¡ni siquiera un día completo! hasta que la impresionante villa fue visitada por saqueadores, que se llevaron algunas piedritas invaluables. Acaso esa haya sido una de las razones por los que, al cabo de estos meses, hayan decidido volver a enterrar el sitio, con cuiqui de posibles robos.