Lo trivial de la mirada sobre la problemática de las adicciones aun es abrumador. Al no estar en la agenda política como debiera, su desenlace en la prevención y la asistencia es lo impertérrito que vemos en lo frecuente. Ramalazos efímeros de autoridades gubernamentales que ponen en lo cotidiano una mínima mirada sesgada para apaciguar una demanda específica. ¿Cual es esa demanda especifica?

En cuanto a la prevención, determinar cuáles serian las herramientas a utilizar y los mecanismos para desarrollar una tarea coherente, integradora, solidaria. Las herramientas serán talleres de discusión y grupos de pares. Donde desentrañar algunos conceptos como, oferta, demanda, consumo problemático, consumo recreativo. El concepto de familia. El uso del tiempo libre. La incidencia de la tecnología en los comportamientos humanos. En cuanto a la población receptora, diferenciar grupos y sus especificidades.

En cuanto a lo asistencial, lo primero a reconocer es el desarrollo de los dispositivos que vienen ofreciendo un servicio terapéutico coherente y responsable en los últimos cuarenta años, y aun están funcionando, como algunas Comunidades Terapéuticas. Alli está la materia prima esencial. El valor agregado que da la experiencia y la formación adecuada.

Sin esa mirada histórica, trasformadora y actual es imposible diagramar estrategias de salud pública responsables y eficaces. En este sentido, los líderes históricos debieran formar parte de los equipos gubernamentales como asesores en lo porvenir, como sucede en otros países que han entendido la complejidad de esta labor.

El otro aspecto a tener en cuenta es la diversidad de los dispositivos existentes. Estos debieran responder a la demanda específica individual de la persona usuaria de sustancias y no a intereses ajenos.

Lo otro tan obvio, pero tan desconcertante pareciera, es la formación adecuada de los recursos humanos que van a desarrollar la tarea. Son alarmantes las falacias que se escuchan en los medios de difusión acerca de esta problemática. Se trata de desinterés, oculto en un interés disfrazado, de desidia, de apatía.

El otro aspecto a tener en cuenta son las diversas miradas que se cruzan en la teoría y en la práctica. Si el objetivo es que la persona afectada recobre su intimidad desgarrada y se proyecte a la vida cotidiana desde un espacio propio en el reconocimiento de sus limitaciones y posibilidades, sean bienvenidas todas las opiniones.

La idealización hoy seria la humanización de las sociedades de consumo. Ya no como utopías inalcanzables, sino como una manera de generar un ambiente de cierta armonía. Donde aquello marginado por esa misma sociedad pueda recibir a esas almas recobradas en su identidad, desde otro lugar. Más solidario. Quizás, un mundo mejor.

Osvaldo S. Marrochi  

Presidente Fundación Esperanza de Vida