A tres años de su debut en los escenarios locales, Rosalía regresa a Buenos Aires. Si en aquella ocasión lo hizo con un disco fabuloso como El mal querer, aprovechando además la plataforma que significa el festival Lollapalooza para iniciar una gira mundial, esta vez se presentará de la mano de un álbum superior: Motomami. Eso lo podrá comprobar el público porteño que agotó tanto la función de la noche del jueves como la del viernes en el Movistar Arena. Y es que la cantante catalana se convirtió en un fenómeno sin precedentes en la música de habla hispana. Salvo por las figuras del flamenco o los cantantes de ópera, menguan los artistas españoles que puedan tener un tamaño universal. Ella lo posee, y además le sienta bien ese XXL. A tal punto de que esta misma semana tanto el actor Bryan Cranston como el corredor de motos Eric Granado fueron tendencia en las redes tras bailar “Despechá”.
El Walter White de Breaking Bad se filmó haciendo la coreografía del tema en su cuenta de Instagram, en tanto que el brasileño se atrevió a correr el riesgo de reproducirla sobre su moto en movimiento, una vez que cruzó la línea en calidad de ganador del Gran Premio de Austria (categoría MotoE). Por lo que ahora lo llaman “Motopapi”. Vale la pena aclarar que no existe ningún video de la canción. Lo que ambos hacen es imitar el baile de la cantante, mientras se filma (¿improvisadamente?) en la cocina de su casa. Si bien el flamante single, lanzado el pasado 28 de julio, formó parte de la grabación de su tercer álbum de estudio, no se encuentra dentro del repertorio. Así que se especula con que será parte de una edición deluxe de su álbum, al igual que otros tres temas que viene presentando en la gira, De hecho, anteriormente lo llamó “Lao lao”. Pero en esta serie de shows terminó decidiéndose por este título.
Si se deambula en el repertorio de Motomami, “Despechá” es un merengue de base con algunas intenciones electropop. A pesar de que la mezcla suene osada, realmente no lo es en comparación con las canciones del álbum. Se trata de 16 temas con un pie muy bien puesto en el reggaetón, en la cultura rapera y en el pop quilombero, desde donde comienza a flirtear con otros estilos. Por eso no es fortuito que la firma de sus composiciones sea similar a las del estilo de Wisin y Yandel o incluso a las del hip hop. Aparte de ella o de El Guincho (devenido en su mano derecho desde la salida de su disco El mal querer), entre los producutores se pueden apreciar nombres del calibre de Pharrell Williams, Uzowuru (trabajó con SZA y Frank Ocean), Noah Goldstein (Kanye West) y The Weeknd (asimismo presta su voz en el corte promociona “La fama”). De la misma forma que el boricua Tainy. Lo que deja en evidencia su consistencia.
De hecho, el disco contiene samples de iconos de la música caribeña como el reggaetonero Daddy Yankee y el sonero cubano Justo Betancourt, al igual que del productor inglés de música electrónica Burial. Lo que demuestra que este puñado de canciones son toda una oda a las alusiones e incluso al autobombo, pues hay temas que conectan con su propio pasado. La universalidad de Rosalía es indetenible, y de eso deja en evidencia no sólo el menjunje sonoro sino también lírico. Y es que, a diferencia de la corrección de su castellano en sus dos primeros trabajos, el más reciente material (publicado el 18 de marzo) desborda spanglish por todas sus esquinas. Algo de todo esto ya venía ingeniando en el single “Con altura” (junto a Jay Balvin), reggaetón parido tras el vínculo (afectivo y laboral) con C. Tangana. En buena medida estimulador de este punto de inflexión en su música.
Más allá de lo cadencioso, el tercer disco de Rosalía tiene como protagonista a su voz. De manera que todo ese minimalismo que recorre a Motomami se percibe mejor en la performance de su actual gira, que comenzó el 22 de julio de este año en Almería y que se encuentra recoriendo medio centenar de ciudades alrededor del mundo. Acompañada además por un equipo de trabajo conformado por 150 personas. Al tratarse de un espectáculo, la propuesta se sostiene más en el concepto que en lo que tienen para ofrecer los músicos en el escenario, quienes básicamente escasean en esta ocasión. Salvo por Lorenç: amigo y músico que la acompaña con el teclado prácticamente en los 100 minutos que dura el show. Y hasta la propia Rosalía pela una guitarra eléctrica en un par de temas. No nay dudas de que, por su complejidad, es un disco difícil de reproducir en vivo.
Si bien a lo largo de la gira se presentaron 31 canciones, en la escala brasileña (otra rareza o más bien acierto porque son contados los artistas de habla hispana que pueden penetrar en ese país), Rosalía repasó 33 temas. Si la propuesta carece de músicos, gana en la puesta en escena. Y ahí tienen un peso importante su cuerpo de baile, conformado por ocho personas que se atreven a hacer de la coreografía toda una experiencia teatral. Lo que lo torna un espectáculo contagioso. Al tiempo que abundan las cámaras sobre el escenario, que están todo el tiempo en movimiento. Algo bien road movie. Puede que a veces la catalana tenga una consigo o posiblemente su cuerpo de bailarines, quienes al final se la terminan devolviendo. Demostrando así que no todo había sido dicho. Hay lenguaje para descubrir.